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El régimen cubano y la comunidad LGBTI


Un hombre muestra una consigna escrita en la parte posterior de su camiseta durante una "conga" contra la homofobia y la transfobia en La Habana.
Un hombre muestra una consigna escrita en la parte posterior de su camiseta durante una "conga" contra la homofobia y la transfobia en La Habana.

La exclusión social establecida por la orientación sexual del individuo, junto a la práctica machista y la discriminación racial, clasifican entre aquellas problemáticas que las ciencias sociales y médicas dentro de Cuba abordan como “rezagos del pasado”—conductas enraizadas en la sociedad cubana anterior al 1 de enero de 1959.

Aunque resulta cierto que durante las dos últimas décadas florecieron avances en cuanto a la tolerancia hacia la comunidad LGBTI cubana, las políticas del Partido Comunista siguen decidiendo “qué puedes ser y qué no puedes ser” como persona, además de fiscalizar los límites e inmiscuirse en competencias de las instituciones bajo su control.

La propia existencia del Centro Nacional de Educación Sexual [CENESEX], que presume gestionar y defender los derechos de la comunidad LGBTI, solo ha servido de simulacro para lavar la imagen del régimen en la represión de esta comunidad durante décadas, según la percepción que comparte Luis Manuel, abogado de un bufete estatal. Esto es en referencia a la abstención de Cuba, el pasado 29 de septiembre, en una votación para aprobar una resolución que condena la pena de muerte basada en la orientación sexual o la identidad de género.

“Esa decisión de abstenerse conforma el conjunto de posturas gubernamentales ante las cuales Mariela Castro, como directora del CENESEX, solo está capacitada o autorizada para responder con su silencio”, dice Luis Manuel.

A finales del año 2016 el régimen cubano se ausentó en las votaciones de la ONU relacionadas con los derechos de la comunidad LGBTI, y en febrero pasado Mariela Castro Espín, requerida sobre sí Cuba eventualmente aprobaría el matrimonio entre personas de la comunidad gay, respondía con la frase: “no nos gusta copiar”.

Los criterios ciudadanos sobre el reiterado desinterés del régimen cubano respecto a los derechos de la comunidad LGBTI, no están motivados por la tolerancia hacia esta zona de la sociedad civil, sino más bien desde la solidaridad por quienes igualmente son privados de derechos elementales, más allá de su orientación sexual.

“Una cosa es la homofobia y otra cosa distinta es privar de la vida a alguien por ser homosexual”, dice Vega chef de cocina en un restaurante privado, enterado sobre el voto de abstención de Cuba para aprobar una resolución que busca salvar vidas humanas. “Me parece contradictorio que el gobierno no votó a favor de salvar vidas”.

La escritora independiente, Lucía Corrales, teoriza que el CENESEX no decide su propia plataforma programática, mientras por otro lado queda en evidencia que la comunidad LGBTI en la Isla tampoco presupone capacidad de movilización para focalizar un discurso propio.

“Ello deja una apertura a la arbitrariedad del gobierno para escamotear nuestros derechos: una circunstancia propensa al resurgimiento de una UMAP postmoderna”, dice Corrales.

Junto a Cuba, en la votación de la ONU, se abstuvieron las naciones de Kenia, Nigeria, Túnez, Indonesia, Filipinas y Corea del Sur. El periodista oficialista Francisco Rodríguez Cruz, “Paquito el de Cuba” en las redes sociales, justificaba que la abstención se debió a que Cuba, en esos temas, no quiere liderar nada.

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