Cuba cierra 2025 como un país agotado, atrapado entre la supervivencia diaria y la falta de reformas que den respuesta a los reclamos históricos de su población.
Una encuesta realizada por Martí Noticias en los barrios de Calabazar, La Güinera, Playa, Santo Suárez y Managua muestra un sentimiento común: cansancio profundo y un deseo persistente de cambio que choca con la inmovilidad del poder político.
El cambio de calendario llega arrastrando los mismos lastres del año que termina: apagones prolongados, salarios que no alcanzan, inflación persistente y escasez de bienes esenciales, mientras la incertidumbre se ha convertido en rutina. En medio de estas dificultades, los vecinos solo piden salud, estabilidad y un mañana menos incierto.
“Lo que más deseo en Navidad es que mi país llegue a ser libre, compadre”, dice un Babalao, vestido para homenajear a San Lázaro (Babalú Ayé), mientras camina por la calle.
Otro hombre, dedicado a la pesca para alimentar a su familia, reclama un “cambio total, radical, en todo: en lo económico y en lo político. Todo el rango”.
La exigencia de transformación de la vida cotidiana se enlaza así directamente con la percepción ciudadana sobre el gobierno y su incapacidad para ofrecer soluciones.
Para muchos, el origen del deterioro es claro: “Si a mí me pidieran un deseo, lo único que pediría es un cambio de gobierno. Que esto se caiga, porque esto es lo que nos tiene así de mal”, afirma una madre entrevistada.
La frustración no es solo por la escasez de recursos, sino también por la falta de reformas políticas: el gobierno, encabezado por Miguel Díaz-Canel y el Partido Comunista de Cuba, cerró el año sin reformas políticas de fondo.
En este mes de diciembre, el XI Pleno del Comité Central decidió posponer el 9.º Congreso del Partido, previsto para abril de 2026, una propuesta impulsada por Raúl Castro Ruz bajo el argumento de concentrar recursos en “resolver los problemas actuales”.
La decisión, aprobada por unanimidad, fue presentada como necesaria y oportuna, pero también dejó en evidencia que el PCC no es la prioridad para quienes conducen hoy el país; es solo otra máscara para el control político.
El agotamiento se mezcla con el miedo y la desesperanza. “Si continuamos así, o no queda nadie en el país, o vamos a terminar presos o muertos. Sin medicina, sin comida… no veo salida”, advierte una abuela de 53 años.
Otro entrevistado señala que la corrupción y el engaño sistemático profundizan la desconfianza: “Espero un cambio, pero no con esta gente en el poder. Al final te están engañando”.
El anhelo de cambio adopta múltiples formas: una mujer de 80 años lo imagina como una transformación radical: “Si el gobierno se cayera y viniera algo nuevo”.
Otra madre de tres hijos lo resume así: “Salud, prosperidad para mi familia y un cambio, que llevamos pidiendo hace rato. Pero algo tiene que cambiar porque vamos más pa’ atrás como el cangrejo”.
La encuesta refleja también problemas concretos que impactan la vida diaria: enfermedades, escasez de agua, acumulación de basura y calles deterioradas.
“Que cambien las cosas, que mejore un poco la economía del país… las personas se están muriendo por las enfermedades, no hay agua, no hay comida, mira los basureros”, denuncia una joven vecina.
La inseguridad se suma al desgaste cotidiano: “El año pasado sí salía, pero este año hay mucha violencia en la calle y tampoco hay economía para salir”, confiesa otra joven.
Cuando se pregunta por el futuro del país, las respuestas conectan la vida individual con la política: “La libertad”, dice el Babalao; “Que dejemos de estar divididos, porque así nos han tenido desde chiquitos, dividiéndonos para que los de arriba se mantengan”, señala el pescador. Sin embargo, hay quienes ya no creen en cambios: “Si no nos unimos, esto va a seguir igual o peor”, lamenta la madre ama de casa.
El dilema de quedarse o marcharse atraviesa los hogares cubanos. “Yo quiero irme del país, para sacar adelante a mis hijos”, dice una madre de tres pequeños, mientras el Babalao, insisten en permanecer: “Yo no me voy a ir. Que se vayan ellos. Yo nací aquí y soy de aquí”.
Las demandas expresadas en la encuesta reflejan directamente los efectos de un sistema que no da respuestas: “Cambiando el sistema cambia la vida de todos los cubanos”, resume uno de los entrevistados. Otro lo dice sin rodeos: “Que se acabe este comunismo y que haya prosperidad”.
Para la isla todo va cuesta abajo, los derechos humanos continúan en retroceso: en noviembre, Cubalex documentó 165 eventos represivos y 343 incidentes de hostigamiento, con al menos 138 personas afectadas.
La economía sigue en recesión: escasez crónica de alimentos, medicinas y combustible; apagones que paralizan la vida cotidiana; y devaluación sostenida del peso cubano, que empuja a millones a depender de remesas y del mercado informal.
La crisis demográfica, con más de 1,4 millones de personas emigradas entre 2020 y 2024 y un envejecimiento acelerado de la población, profundiza el impacto de la crisis social.
El malestar se expresa también en protestas espontáneas por apagones, falta de agua y abandono estatal, mientras la criminalidad crece y la represión política se prioriza sobre la seguridad ciudadana. La Iglesia y la sociedad civil independiente siguen siendo espacios de denuncia y acompañamiento, a pesar de la presión constante.
Cuba cierra 2025 sin soluciones a la vista. Las voces captadas en la videoencuesta muestran una población exhausta, atrapada entre la resignación, la protesta y el éxodo, y plantean una pregunta que recorre calles y hogares, sin respuesta desde el poder: ¿cuánto más puede resistir la sociedad cubana sin cambios reales?
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