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Comunismo, socialismo… ¿importa la etiqueta?


PREPARATIVOS PARA DESFILE POR EL DÍA DEL TRABAJO
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Lo saben los puristas: en Cuba no ha existido como tal ninguno de los dos sistemas, sino un caprichoso régimen sultanístico-oligárquico

Cierto revuelo y expectativa ha creado el hecho de que en el Anteproyecto de Constitución que fue debatido en la Asamblea Nacional entre los días 20 y 22 de julio, no se hace mención del comunismo ni de la construcción de la sociedad comunista: en su lugar se habla más modestamente de socialismo y sociedad socialista.

Lo de comunismo o socialismo es solo una cuestión semántica.

Además de eso, en el Anteproyecto, se hace constitucional lo que se ordenó por decretos-leyes durante el gobierno de Raúl Castro: la inversión extranjera y la aceptación de la propiedad privada como una de las seis formas de propiedad reconocidas por la llamada Conceptualización del Modelo Económico, aunque con la coletilla de que no se permitirá a los nacionales la concentración de propiedades y la acumulación de riquezas.

No hay motivos para la expectación, de no ser para aquellos optimistas que en vez del vaso medio vacío, prefieren verlo lleno a medias, aunque sea de moho.

Lo de comunismo o socialismo es solo una cuestión semántica. Después de todo, lo saben los puristas: en Cuba no ha existido como tal ninguno de los dos sistemas, sino un caprichoso régimen sultanístico-oligárquico de fuertes tintes totalitarios y desastrosos resultados.

Ya en la reforma constitucional de 1992, que sin plebiscito alguno modificó casi el 60% de los artículos, además de suprimir lo de la amistad inquebrantable con la Unión Soviética —un país que, por demás, ya no existía— podaron la asfixiante retórica marxista-leninista que había sido calcada de la constitución estalinista de 1936. Pero eso no tuvo demasiada significación.

Ya Fidel Castro, por imperativos de la realidad, hacía años que había renunciado al comunismo de guerra que estuvo a punto de implantar en 1968, cuando parecía poseído simultáneamente por Lenin, Mao y Che Guevara, pero insistía en proclamar la muerte —¡el Comandante siempre tan necrológico!— como única alternativa al fin del socialismo.

En el Anteproyecto de Constitución no se habla de construir el comunismo, pero se mantiene intocable el artículo 5 que afirma que el Partido Comunista de Cuba es “la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado que organiza y orienta los esfuerzos comunes”, subordinando así todos los órganos del gobierno y sus decisiones a la autoridad del partido único, que pudiera llamarse también, sin que hubiese mucha diferencia en sus métodos y concepciones, revolucionario, socialista, fascista, o como se les antojara bautizarlo a los mandamases.

También se mantiene el artículo 61 que afirma que “ninguna de las libertades reconocidas a los ciudadanos puede ser ejercida contra lo establecido en la Constitución y las leyes, ni contra la existencia y fines del estado socialista…”. Y también los ominosos artículos 52 y 53, que limitan las libertades de expresión, de prensa y de asociación solamente si son “conforme a los fines de la sociedad socialista”.

Y ni hablar del carácter irrevocable del socialismo, que desde el año 2002, maniató a los diputados de entonces y a los del futuro, para imposibilitarles cambiar el sistema.

Entonces, con un socialismo tan draconiano, ¿para qué utilizar el término “comunista”, demodé y con tan mala fama como acumuló desde 1917?

Miguel Díaz-Canel, el nuevo rostro del régimen, no desea que lo asocien con Lenin, al que no debe haber leído mucho, supongo, y menos aun con Stalin, ese apestado. No obstante, cada vez que tiene una oportunidad, lo mismo en la reunión del Foro de Sao Paulo que se efectuó en La Habana que en el congreso de la Unión de Periodistas (UPEC) y poco falta para que también en alguno de los conciertos al aire libre a los que asiste, da muestras de su rechazo a la democracia tal y como es entendida en el mundo civilizado y de su adhesión continuista al más rancio castrismo, más que anticapitalista, antinorteamericano.

Entonces, ¿importará mucho la etiqueta más o menos a la izquierda que se le cuelgue al capitalismo de estado monopolista, mercantilista, timbirichero y superautoritario que promete para dentro de 12 años, Lineamientos mediante y si el espíritu de Fidel ayuda, llevar a Cuba a la prosperidad?

¡Allá los que esperen que solo porque no se refiera al comunismo por su nombre esta constitución remendada por los mandamases, sembrada de minas, bombas de tiempo y trampas cazabobos, posibilitará una transición a la economía de mercado y la democracia!

(Publicado en Cubanet el 22 de julio del 2018)

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