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Un año en la Casa Blanca: The Economist evalúa a Trump


El presidente Donald J Trump firma su primera orden ejecutiva
El presidente Donald J Trump firma su primera orden ejecutiva

Observar su carácter imprevisible es razonable y necesario, pero sería incompleto como evaluación de su presidencia, expone la revista británica, tomando nota de la robusta salud económica de EE.UU. bajo la atípica Casa Blanca de Trump.

Con motivo del primer aniversario de Donald Trump en la presidencia de los Estados Unidos la revista británica The Economist señala que observar a Trump se ha vuelto compulsivo, pues el presidente, al parecer incapaz de contenerse, aviva las llamas recurriendo a Twitter, y lo mismo dice que él es "un genio muy estable" que amenaza a Corea del Norte alardeando del poderío nuclear estadounidense.

“¿Quién no ha esperado con sentimiento de culpa y asustada anticipación el próximo tweet?”, pregunta The Economist, y dice que enfocarse en el carácter de Trump es razonable y necesario, teniendo en cuenta cuánto descansa en los hombros del líder del mundo libre y su deficiente preparación para la presidencia.

Pero aclara que evaluar su ejecutoria durante este año sólo por su carácter es incompleto, y es una peligrosa distracción.

Para ver por qué es incompleto, señala la publicación, se debe considerar en primer lugar que la economía estadounidense está en buena forma, habiendo crecido un 3.2% en el tercer trimestre de 2017. Los aumentos salariales de los trabajadores no profesionales están opacando al resto de la economía. Y desde que Barack Obama dejó la presidencia , el desempleo en EE.UU. ha seguido disminuyendo y la bolsa de valores ha continuado subiendo.

“Trump ha tenido la suerte de que la economía mundial esté disfrutando de su mayor bonanza desde 2010, pero se ha labrado su propia suerte convenciendo al empresariado estadounidense de que él está de su lado. A muchos americanos, especialmente aquellos desilusionados con Washington, las profecías sobre la inminente amenaza a todo Estados Unidos que representa Trump simplemente no les suenan verdaderas”, apunta el semanario.

Agrega que a pesar de su belicosa campaña por la presidencia, el magnate neoyorquino no ha llevado a cabo sus peores amenazas. Como candidato prometió imponer aranceles del 45 % a las importaciones de China y reescribir o desechar el Tratado Norteamericano de Libre Comercio con Canadá y México. "Pronto podría haber escaramuzas en ambos frentes, pero no en la escala original", dice el artículo. También calificó de obsoleta a la OTAN y propuso la deportación masiva de 11 millones de inmigrantes ilegales. "Hasta ahora, sin embargo, la alianza atlántica se mantiene y la cantidad de deportaciones en los últimos 12 meses no ha sido alarmantemente diferente de las de años anteriores".

Para The Economist, desde la Casa Blanca los éxitos legislativos de Trump han sido modestos y ambivalentes. Una reforma tributaria que redujo las tasas impositivas y simplificó algunas regulaciones fue también regresiva e infundada. La antipatía del mandatario por las regulaciones "ha vigorizado los espíritus emprendedores, pero a un costo imprevisible para el medio ambiente y la salud humana". Sus propuestas retiradas de los acuerdos de París sobre el cambio climático y de la Asociación Trans-Pacífica son, a juicio de The Economist, insensatas, aunque no mucho más allá de las concepciones republicanas.

La revista reitera su opinión de que Trump es un hombre con muchos defectos, que carece del juicio o el temperamento para dirigir un gran país, pero señala que insistir en su incapacidad para la presidencia llega a convertirse en un ejercicio de autocomplacencia, ya que el subtexto suele ser el deseo de sacarlo ya de la Casa Blanca, y eso, por ahora, es una fantasía.

Concluye diciendo The Economist que cada vez que los críticos de Trump anteponen su objetivo de detenerlo a los medios reales para lograrlo, alimentan la división partidista y ayudan a crear una premisa que algún día podría ser usada contra un buen presidente, comprometido con alguna causa valiosa, pero impopular.

(Traducido por Rolando Cartaya, de un artículo de The Economist)
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