La crisis sanitaria en Cuba se manifiesta más allá de las cifras oficiales de contagios y fallecimientos, con un impacto físico, emocional y social prolongado en miles de personas que han sobrevivido a estas enfermedades.
"Me cuesta trabajo levantarme, la hinchazón del tobillo, la quemazón, es como si te estuvieran quemando la planta de los pies”, relató a Martí Noticias Lucinda González, residente en La Lisa, La Habana.
Según contó, los médicos le indicaron que bebiera abundante agua y le aseguraron que los síntomas podrían desaparecer “en tres meses o un año”. “¿Qué esperanza?”, cuestionó.
Autoridades de salud han reconocido un incremento superior al 10% en los casos sospechosos de dengue, así como la detección de 1.417 nuevos contagios de chikungunya. En las últimas semanas también se han reportado tres muertes adicionales, lo que eleva a 47 el número total de fallecidos por arbovirosis. Sin embargo, los reportes oficiales no incluyen información detallada sobre las secuelas que enfrentan los pacientes tras superar la fase aguda de la enfermedad.
Testimonios similares a los de González se repiten en otras provincias del país. En Camagüey, Leydis Tabares explicó que las secuelas han limitado sus actividades cotidianas.
“Estoy que no puedo cargar, me quemé una mano porque cargué la cafetera. La cafetera solo es de seis tazas y no pude con la mano derecha. Es algo increíble la secuela de esta cosa”, dijo.
El Ministerio de Salud Pública sostiene que los casos graves han disminuido y que la situación epidemiológica se encuentra bajo control. No obstante, la percepción fuera de los comunicados oficiales difiere. Familias han denunciado en redes sociales y medios independientes la saturación de hospitales, la habilitación de salas improvisadas, la escasez de reactivos para pruebas de laboratorio y altas médicas aceleradas.
Desde Holguín, el activista Dámaso Fernández describió el estado de muchos convalecientes. “Parecemos zombies, otros parecen que están caminando en cámara lenta. La audición se está perdiendo, inclusive la vista, hay personas que ven nublado”, afirmó.
La propagación de los virus se ve agravada por problemas estructurales, como deficiencias en el saneamiento, acumulación de desechos y escasez de agua potable, que obliga a las familias a almacenarla en condiciones precarias. Ever, residente en Moa, señaló que las campañas de prevención son irregulares.
“El exceso de basureros sin recoger, el exceso de fosas desbordadas. Se puede decir que estamos viviendo en un basurero flotante y por eso la proliferación de mosquitos de varias especies”, denunció.
Según este testimonio, la falta de información oficial agrava la incertidumbre de la población. “Todos los análisis se lo ahorran. Hay quien se muere, hay quien queda convaleciente. La secuela para todos. El hecho es que nunca sabes lo que te atacó y cómo se reacciona eso”, dijo.
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