En los últimos años hemos presenciado una reconciliación postsoviética y compromiso económico entre La Habana y Moscú. A diferencia de la rica en recursos Venezuela, Cuba ofrece a Rusia principalmente valor estratégico y muy simbólico para la propaganda de la isla.
La relación entre los dos países experimentó una pausa tras el colapso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), pero se reactivó gradualmente desde la primera década del siglo XX; en especial con la llegada al poder de Raúl Castro.
Relaciones comerciales modestas
En el aspecto económico, Rusia prometió en mayo del 2025 que sus empresas invertirían más de mil millones de dólares en Cuba para el año 2030, orientando esos fondos a sectores críticos como la generación eléctrica, la agricultura, el alumbrado público y la energía solar.
El compromiso se alcanzó tras las conversaciones en el Kremlin entre el gobernante cubano Miguel Díaz-Canel y Vladímir Putin, ofreciendo un posible salvavidas para la economía cubana, sumida en una profunda crisis.
Sin embargo, los compromisos pasados de Rusia con Cuba han enfrentado repetidamente demoras, cancelaciones y rupturas. Moscú siempre cita la incapacidad de La Habana para cumplir sus obligaciones de pago.
Comercio Modesto
El comercio entre ambos países sigue siendo modesto: las exportaciones agrícolas rusas a Cuba aumentaron solo un 20 % en 2024.
En octubre de 2023, las dos naciones firmaron un programa de cooperación económica y comercial hasta 2030, que abarcaba 55 proyectos valorados en unos 4000 millones de dólares, para ampliar el comercio, la cooperación científica y los vínculos empresariales. El programa incluye equipos industriales, infraestructura, energía y desarrollo agrícola.
Rusia también ha ayudado a Cuba a mitigar su grave crisis energética mediante la provisión de 1,2 gigavatios de capacidad solar, de los cuales los primeros 200 megavatios debían estar operativos a mediados de 2024. Además, empresas rusas suministraron 14 generadores diésel que agregan 840 MW de capacidad a la red eléctrica cubana en colapso.
La compañía rusa UAZ comenzó a ensamblar vehículos utilitarios en Cuba, y los autobuses rusos entregados entre 2009 y 2012 siguen circulando por las calles de la isla junto a los Ladas, Volgas o Moskovichs de la era soviética.
Pese a estos proyectos, la huella económica rusa en la isla no se acerca al apoyo de la era soviética, y la crítica situación económica cubana —considerada incluso peor que la del “período especial” de los años 90— limita el potencial de la relación bilateral.
Cooperación militar y mercenarios cubanos en Ucrania
La dimensión militar de las relaciones ruso-cubanas dio un giro dramático tras la invasión rusa a Ucrania en 2022.
En marzo de 2025, firmaron un acuerdo intergubernamental de cooperación militar, ratificado por el Consejo de la Federación de Rusia en octubre de 2025, el mismo establece la base jurídica para definir los objetivos, áreas y formas de cooperación bilateral en defensa, contribuyendo al fortalecimiento de las relaciones militares.
Aunque el documento carece de detalles operativos, analistas rusos han especulado con posibles ejercicios conjuntos, suministro de armas, e incluso, el eventual despliegue de misiles en suelo cubano. El aspecto más controvertido de esta cooperación militar ha sido el reclutamiento de mercenarios cubanos para luchar en Ucrania.
Funcionarios de inteligencia ucranianos revelaron en septiembre de 2025 que Cuba se ha convertido en una de las principales fuentes extranjeras de combatientes para Rusia, con estimaciones que oscilan entre 1 000 y 20 000 cubanos reclutados.
Entre junio de 2023 y febrero de 2024, las fuerzas ucranianas identificaron más de 1 000 mercenarios cubanos que firmaron contratos con el ejército ruso, con al menos 39 confirmados como muertos en combate.
Según autoridades ucranianas, oficiales de inteligencia militar rusa estacionados en la base rusa en Cuba dirigieron directamente las operaciones de reclutamiento, con la complicidad del gobierno cubano. Una reclutadora rusa, Elena Smirnova, confesó haber malversado los salarios de cientos de mercenarios cubanos y ofreció reclutar hasta 7 000 más a cambio de clemencia judicial.
Aunque Cuba niega oficialmente la participación estatal, la naturaleza totalitaria del régimen hace poco creíble que un reclutamiento de tal escala pudiera ocurrir sin aprobación oficial.
Las contradicciones del gobierno cubano evidencian la sensibilidad del tema para el régimen.
En septiembre de 2023, las autoridades anunciaron el arresto de 17 personas vinculadas a una red de tráfico humano que enviaba cubanos a combatir por Rusia, pero al mismo tiempo señalaron que no se oponían a la participación “legal” de ciudadanos cubanos en la guerra.
Para octubre de 2025, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba declaró que 26 cubanos habían sido condenados a penas de 5 a 14 años de prisión por actividades mercenarias, aunque no se ofrecieron detalles sobre los procesos en curso ni la identidad de los candidatos a mercenarios.
Buques de guerra rusos han realizado múltiples visitas de alto perfil a las aguas cubanas, sirviendo como demostraciones simbólicas de la presencia de Moscú en el Caribe.
En junio de 2024, una flotilla rusa compuesta por la fragata lanzamisiles Almirante Gorshkov, un submarino nuclear clase Yasen y buques de apoyo atracó en La Habana para maniobras navales conjuntas. Pocas semanas después, en julio de 2024, un segundo grupo de buques de la Flota del Báltico —incluyendo el buque escuela Smolny, la fragata patrullera Neustrashimy y el buque cisterna Yelnya— llegó a La Habana, permaneciendo hasta el 30 de agosto.
Estas visitas, descritas por funcionarios cubanos como una “práctica histórica” que refleja la “amistad y colaboración” entre ambos países, despertaron gran interés público: miles de cubanos se acercaron a observar y visitar los buques.
Aunque en esa época funcionarios estadounidenses afirmaron que las naves rusas no representaban una amenaza directa, analistas de seguridad consideraron estos despliegues como muestras de fuerza destinadas a demostrar la capacidad de Rusia de proyectar poder no lejos de las fronteras estadounidenses, en respuesta al apoyo occidental a Ucrania.
Un fin estratégico e histórico
La cooperación con Cuba cumple para Rusia fines principalmente estratégicos y simbólicos. La isla le proporciona a Moscú un puesto avanzado a solo 150 km del territorio estadounidense, lo que permite una reciprocidad simbólica ante las acciones de Washington en el entorno geopolítico ruso.
Cuba se abstiene sistemáticamente en las resoluciones de la ONU que condenan la invasión rusa de Ucrania, otorgando a Moscú apoyo diplomático valioso y ayudándole a evitar un aislamiento total. En octubre de 2024, Cuba solicitó formalmente el estatus de “país socio” en el bloque BRICS, solicitud que fue aprobada en la cumbre de Kazán. El canciller Bruno Rodríguez destacó el Nuevo Banco de Desarrollo del grupo, sus mecanismos financieros y la posibilidad de obtener financiamiento favorable como motivaciones clave.
Gracias al apoyo ruso, Cuba ganó acceso a inversiones en infraestructura. La Habana percibe al BRICS como un salvavidas económico y una alternativa a las instituciones financieras dominadas por Occidente.
Para Cuba, el respaldo ruso proporciona beneficios cruciales que van desde la asistencia energética en medio de crisis eléctricas severas, el acceso a financiamiento alternativo mediante su membresía en BRICS, protección diplomática frente a la presión estadounidense e inversiones moderadas en sectores estratégicos.
Sin embargo, la relación implica riesgos notables: una dependencia creciente de una Rusia económicamente debilitada, críticas internacionales por su apoyo a la guerra en Ucrania y la posibilidad de represalias por facilitar el reclutamiento de mercenarios.
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