La victoria de los gusanos sobre los chulos

Banderas de Cuba y EEUU cuelgan en un balcón de La Habana.

Tras leer un artículo de mi colega y amigo Andrés Reynaldo en Diario de Cuba sobre el libro más reciente del poeta y escritor cubanoamericano Néstor Díaz de Villegas, le llamé para saber cómo adquirirlo.

Comprar “De donde son los gusanos. Crónica de un regreso a Cuba después de 37 años de exilio”(Random House Español) fue una sabia decisión antes de los amagos de Dorian para llegar a Miami. El encargo de Amazon arribó el viernes, por lo que pude ese fin de semana devorar las páginas y junto al autor viajar cuatro veces a La Habana.

Por casi una hora el escritor estuvo compartiendo, para beneficio de nuestros radioyentes, sus vivencias de la isla, el dolor del viaje, la alegría del reencuentro con familiares, la perenne batalla por la supervivencia del cubano.

Son páginas de dolor, de esperanza, de amor familiar, de visión nacional, de relatos habaneros, de aire que viene del Vedado, La Lisa, el Barrio Bahía o Cumanayagua.Pero de lectura obligada.

Díaz de Villegas afirmó en esta entrevista que todo ha cambiado en Cuba, el lenguaje, las costumbres, la ética y que impera una falta de cordialidad que le provoca azoro.

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Entrevista a Néstor Díaz de Villegas


Para el autor, el Aeropuerto Internacional José Martí es una “terminal provincial de guarandingas” y le llama El Combinado del Oeste, por emular con la prisión habanera El Combinado del Este.

Su libro es la memoria de un expreso político y de un exiliado que no vio su tierra natal por 37 años. También es un relato completo, arquitectónico, laboral, culinario, musical, político y psicológico de La Habana del siglo XXI.

Portada de "De donde son los gusanos".


Así en “De donde son los gusanos” describe los tres colores permitidos para pintar las casas: rosado, verde vitral y gris policíaco. Casas, puertas y ventanas con “diez capas de pintura”.

El entorno cubano es para el autor “decadencia sobre la decadencia, sobre la decadencia” en una isla donde “el castrismo solo ha traído congelamiento”.

Su libro está cargado de referencias que trascienden el fenómeno vivido en la isla y apuntala lo universal del macabro experimento totalitario.

En ocasiones la lectura da la impresión de ser una obra kafkiana tropical, son licras, cerveza, reguetón, sudor y policías vigilantes que juran no haber ponchado las gomas del auto de los vigilados.

Trae el texto un realismo no mágico con la descripción de un cachorro necesitado de agua, enfermo y halado a la fuerza por un infante insensible, que promete llevarlo así de La Habana a Pinar del Río.

Descifrando la economía raulista, Néstor Díaz de Villegas afirma que los cubanos “inventores del invento” han sido timados por los funcionarios del régimen “apropiándose del invento” al inventariar las 123 actividades reguladas para el cuentapropismo (con categorías como: carretillero, comprador-vendedor de discos o peinadora de trenzas) poniéndoles gravámenes a estas, para recaudar dinero. Siendo la necesidad la madre de la invención, el escritor califica al raulismo como el “chulo del invento”.

Uno de los pasajes mejor logrados es la comparación de La Habana con Miami, el cuadrilátero pugilista en cuatro páginas entre la Ciudad Boronilla y la Cuidad Maravilla. La capital cubana como expresión de la modernidad que dejóFulgencio Batista en innumerables obras.No faltan las sugerencias hechas en La Habana para que aprendan de/o en Miami, como los cursos de superación para pasteleros en el Versalles ante la decadencia de la mercancía de Sylvain.

En ese afán de degradar al adversario, el régimen de Castro siempre buscó epítetos para inventariar a los opositores, a los exiliados. “Bandidos” para los que lucharon con las armas en el Escambray o “escorias” a los que se fueron durante el éxodo del Mariel y todos eran “gusanos” con clasificaciones: “gusanos de paso doble” los que vivían en España, “gusanos blancos” los de Miami y “gusanos rojos” los que residían en la URSS durante la perestroika.

Como satisfacción de comunidad, de grupo social, de excluidos terrenales de la isla, lanza Néstor un sabio veredicto: al final de esta larga historia, hemos ganado (los exiliados) la contienda contra el régimen, al obligarlos a convertirse ellos en “gusanos“.