La NBA siempre ha hecho sentir su presencia en Cuba

El jugador cubano americano Brook Lopez, de los Brooklyn Nets (NBA)

La NBA, al igual que los Beatles, fue vetado por el régimen verde olivo de Fidel Castro bajo el pretexto de provocar influencias ideológicas nocivas.

Miguel Frómeta, un jabao que raspa los dos metros y ronda los 50 años, tendrá que seguir las noticias de la clínica que impartirán en Cuba exjugadores de la NBA el próximo 23 de abril desde una galera sucia de la prisión Valle Grande en las afuera de La Habana.

Hace 30 años, Frómeta despuntaba como uno de los más prometedores aleros del baloncesto nacional. Estudiaba en una escuela deportiva al oeste de la ciudad y era un furibundo fan del fenomenal pívot de los Lakers de Los Angeles Kareem Abdul-Jabbar.

La NBA, al igual que los Beatles, fue vetado por el régimen verde olivo de Fidel Castro bajo el pretexto de provocar influencias ideológicas nocivas en una sociedad uniforme y de corte marxista.

Jóvenes amantes del baloncesto, como Frómeta, debieron apañárselas para ver partidos de la NBA de manera clandestina. En los años 80, cuando no existía internet, Joel, vecino del barrio, recuerda que se pasaban horas viendo las increíbles jugadas de tipos como Larry Bird o el “Mago” Johnson en una videocasetera.

Por esos años, en el patio del preuniversitario de La Víbora, a 25 minutos del centro de la capital, los seguidores del deporte de las canastas hojeaban revistas ilustradas con fotos y estadísticas de la NBA, que clandestinamente llegaban en equipajes de los cubanos residentes en Miami.

Todas las tardes, hasta el filo de la noche, se armaban encendidos partidos de baloncesto, en la modalidad de tres contra tres, conocidos como guerrillas. La cancha era de puro cemento. Y hasta medio centenar de muchachones tomaban parte en los partidillos improvisados. El equipo ganador obtenía el derecho a seguir jugando.

Los perdedores se agrupaban a la sombra de una frondosa ceiba para hablar de las últimas jugadas de Michael Jordan o averiguar cómo marchaba la NBA. Toda la información era oral.

En aquellos fogosos e improvisados juegos, participaba la crema y nata de los jugadores de baloncesto de La Habana. Richard Matienzo, pívot de la selección nacional de espectaculares mates al cesto, era punto fijo. Al igual que Adalberto Álvarez, Rolando Alfonso y una decena de jugadores de equipos provinciales y nacionales.

Bajo un sol de fuego, Luis Castellanos, un entrenador que peinaba canas y jugó baloncesto universitario en Estados Unidos, en dos sesiones adiestraba en el basket a una treintena de niños y adolescentes. Los métodos y visión de un juego ofensivo basado en el poder físico, la capacidad atlética, agresividad y espectáculo, era un calco del baloncesto que se enseña en Estados Unidos.

En Cuba siempre existió una notable fanaticada al deporte de las canastas. A finales de los años 40, Fidel Castro se pasaba horas jugando en el tabloncillo del estadio de la Universidad de La Habana. Surgida en 1946, entonces la NBA no tenía en la Isla el alcance mediático del béisbol de Grandes Ligas. Pero en barriadas habaneras como La Víbora, Luyanó o El Vedado se jugaba un baloncesto de innegable calidad.

Con la llegada del barbudo al poder en 1959 se masificó la práctica del deporte. Era habitual que Castro entrenara con el quinteto nacional en el coliseo de la Ciudad Deportiva. Un baloncestista retirado cuenta que “Fidel tenía buen nivel de juego. Jugaba de alero o centro y era incansable bajo los tableros. Nosotros sabíamos de su carácter, a veces se molestaba con los roces, por eso le dejábamos jugar. Como promedio anotaba 25 o 30 puntos. Sólo así se marchaba contento”.

Miguel Calderón, integrante del equipo de baloncesto que en Münich 1972 conquistó la medalla de bronce y fue entrenador de la selección nacional, residió en La Víbora y formó parte de aquella hornada de muchachos que se hicieron jugadores en las canchas de barrio.

Luis, hoy un alcohólico incurable, recuerda como a principios de los 90 junto a varios vecinos de Santos Suárez, mediante una antena casera, captaban la señal de un canal de televisión exclusivo para turistas extranjeros. “Todas las noches seguíamos la temporada de la NBA. Todavía me froto los ojos cuando me acuerdo de aquellas jugadas increíbles de Michael Jordan, Johnson o Drexler”.

Después intentaba imitar en la cancha los movimientos de aquella camada de jugadores fabulosos de la NBA. Luis no pudo jugar al máximo nivel al ser sancionado a cinco años de cárcel por peligrosidad, una estrafalaria normativa jurídica que condena a prisión a personas que el Estado considera que “atentan contra la sociedad socialista”.

A fines de la década de 1990, la televisión cubana trasmitió algunos partidos diferidos de la NBA y esto propició un repunte en la práctica del baloncesto. En los torneos de la liga nacional surgieron jugadores interesantes como Ángel Oscar Caballero, Roberto Carlos Herrera, Richard Matienzo, Lázaro Borrell y Andrés Guibert, quienes posteriormente se marcharon del país.

Borrell y Guibert llegaron a incursionar en la NBA. Ahora mismo, ya sea mediante la antena ilegal o los partidos que trasmite los domingos un canal deportivo local, los amantes al baloncesto conocen las interioridades de la NBA.

Probablemente Dikembe Mutombo o Steve Nash se asombren de la gran cantidad de seguidores que tienen en Cuba y del conocimiento profundo sobre la NBA. LeBron James es todo un suceso, igual que James Hardy, Stephen Curry o los hermanos Pau y Marc Gasol. A pesar de la censura del Estado, de una forma u otra, los cubanos se las agencian para obtener información deportiva y de todo tipo. Se puede tener la impresión de que Cuba es más isla que nunca. Pero, gracias al ingenio popular, cada vez lo somos menos.

Publicado en Diario Las Américas el 18 de abril del 2015