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José Milián: “Sufrí mucho con aquellos disparates; ahora puedo reírme”


El amigo dialéctico de Virgilio Piñera conversa desde La Habana con martinoticias.com. A sus casi 70 años mira el pasado sin rencor. Su clave está en la creación teatral y en mantener, contra viento y marea, la escuela que ha creado.

José Milián es de los pocos dramaturgos que dirige sus obras; o, mejor dicho, sus obras se estrenan primeramente por él. Conjugar dramaturgia y puesta en escena bajo una sola firma es una especie de género, un tipo de teatro de autor que consume todo el tiempo del mundo. Si exagerar.

Milián, como casi todos lo llaman (hay quien le dice, simplemente, Pepe), está de vuelta de una extensa vida dedicada a las tablas. Escribió su primera obra, Vade retro, con tan solo 15 años, pero no la estrenó hasta los 21 “porque a nadie le interesaba montarla…y tuve que esperar”, dice desde La Habana vía Facebook. Incansable en eso que se denomina “relaciones públicas”, ahora trata de enlazar recuerdos con medio mundo desde las redes sociales, a una velocidad lenta por culpa de la bajísima conectividad de internet en la isla. Una hora de “navegación” cuesta “un ojo de la cara”.

Milián conoció a Virgilio Piñera, el gran dramaturgo cubano. Más que eso, tuvo una intensa amistad con el autor que mejor retrató el absurdo cubano, que mejor trabajó la ironía y nuestra idiosincrasia. Pero Milián tardó 20 años en escribir sus memorias de Piñera –lógicamente, lo resolvió en una piza teatral- porque, según confiesa, fue una relación difícil y debía distanciarse el tiempo necesario.

Si vas a comer espera por Virgilio se estrenó en 1998 y tuvo una temporada a teatro lleno (en la sala donde radica su grupo Pequeño Teatro de La Habana, la “Bertolt Brecht” de El Vedado). Memorable la actuación de Waldo Franco en el papel de Piñera. Era una deuda de las artes escénicas con el gran dramaturgo censurado y maltratado por la “revolución”. Luego, en 2013, esta obra fue lleva al cine en Cuba bajo la dirección de Tomás Piard. Así que Milián no se puede quejar. Y si se queja está en todo su derecho.

También tuvo la suerte (¿se llama así la constancia?) de estrenar un musical grandísimo en pleno “Período Especial”. Todo el mundo sabe que los 90 fueron los peores años para vivir en Cuba, y él tuvo la osadía de estrenar por aquellos años su versión de Grease, que tituló Vaselina y subió a escena en el Teatro Mella, de los de más aforo en la capital, en el mismo 1998. ¿Qué pasó ese año que las tablas nacionales fueron el eje del Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz y, como se ve, solamente Milián estrenó dos importantes obras?

Hablemos, pues, con un maestro de varias generaciones de actores y parte de la creación cubana para las tablas de al menos cinco décadas. Hablemos con uno de los grandes que ha quedado en la isla. Eso sí, trabajando todavía.

Tu obra Las mariposas saltan al vacío, de 1994, fue restrenada por séptima vez en agosto último, con otro elenco. También este título acaba de subir a escena en Bogotá. Esperabas que se exhibiera en el Festival Internacional de Teatro de La Habana que acaba de finalizar el sábado 31 y no fue así. ¿Qué sucedió?

Pues la respuesta es categórica: no sé. A mí nadie se me ha acercado a darme una explicación. No he escuchado comentario alguno. Sólo se me acercan o me llaman las personas que están asombradas de que un texto con tanta vigencia y con un teatro repleto toda la temporada, no haya sido invitado. Esto realmente no me asombra del todo, porque se viene repitiendo desde hace ya unos años. Al parecer no gozo de la preferencia de ciertas personas que integran el comité seleccionador, que por cierto es el mismo año tras año y no sólo para este Festival, sino para el de Camagüey. Han uniformado el panorama teatral a partir de una línea estética que es del gusto de ellos y donde casi todas las puestas se parecen y se reciclan entre sí. Por ejemplo, en Camagüey deben pensar que estoy muerto, porque a pesar de los numerosos premios recibidos allá, no he vuelto con otra obra y eso que Pequeño Teatro de La Habana nunca ha estado un año sin estrenar o reponer un título.

Sobre esta obra, que toca el tema del VIH, ¿está relacionada de alguna manera con el reclusorio que hubo en La Habana para enfermos de Sida?

Totalmente. Tuve la oportunidad de visitar ese lugar varias veces. Tenía amigos allí que iba a visitar. Conocía sus historias, cómo vivían, sus ansiedades, sus miedos. La angustia de saberse condenados a muerte. En aquel entonces, la enfermedad parecía algo sin esperanza. Era como entrar allí para morir. No todos querían estar allí, aunque se les atendiera o se les facilitaran las medicinas. Como no soy periodista, sino dramaturgo, por estar muy impresionado con esta situación decidí escribir esta obra. Aunque es ficción, me baso en casos y personas reales. Pero decidí acentuar la opresión, el estar encerrado en un lugar contra su voluntad, la espera del final, la esperanza de una solución… y aunque los hechos ocurren allí, se está hablando de cualquier situación en la que el ser humano se encuentre al límite. O simplemente estar condenado por una situación involuntaria.

¿Por qué decides fundar la compañía Pequeño Teatro de La Habana en los años 90, un grupo que hizo mucho teatro musical de pequeño formato? ¿En qué situación estaba el teatro musical cubano en ese momento?

Director y dramaturgo cubano José Milián, Premio Nacional de Teatro 2008.
Director y dramaturgo cubano José Milián, Premio Nacional de Teatro 2008.

Yo venía de la experiencia en los diez años que pasé en el Teatro Musical de La Habana. Siempre intenté renovar un poco el género. De hecho, hacía casi siempre mis experimentos musicales en el Salón Alhambra, que era la salita pequeña del teatro. Pero no quería encasillarme en una sola forma de hacer teatro. Recuerda que soy dramaturgo y no todas mis obras se representaban, ni son musicales. Quería tener la opción de enfrentar lo dramático y lo musical… y en un final, hasta fusionar estas dos vertientes, como puede verse claramente en mi obra Lo que pasó a la cantante de baladas. También he experimentado convirtiendo la banda sonora en un personaje para que dialogue junto a los actores, lo que ellos no dicen o lo que sugiere el texto la música lo narra como en Si vas a comer espera por Virgilio. Muchos actores me siguieron porque creían en mí y estaban dispuestos a correr estos riesgos, para renovarse.

Pero al no haber un Teatro Musical de La Habana funcionando, se acabó el género. Los que se quedaron al irse Héctor Quintero, no supieron mantenerlo. De no haber un grupo especializado, formador de intérpretes y manteniendo una programación constante… ¿De qué teatro musical podemos hablar? Eso sí, en los diez años que existió el de Consulado y Virtudes con Héctor al frente, Nelson Dorr y yo, sí puedo decirte que teníamos un teatro musical con un futuro brillante. Pero desapareció.

¿Qué opinión tienes del denominado “Boom Teatral de los 90”, la peor época de crisis económica en Cuba?

No sabía que le decían así. Para mí el verdadero “Boom Teatral” fueron los años 60.

En el 90 comenzaba con mi grupo. Hice muchos estrenos. Teníamos el impulso de la creación. La fuerza de lo nuevo. Las carencias no me afectaban tanto, porque siempre hice un teatro pobre. No como el de Grotowsky. Pobre de elementos, porque para mí el centro de toda representación es el actor porque es el portador de la voz del dramaturgo. Mis puestas siempre están centradas en el actor. Y los elementos son mínimos o en función de lo estrictamente necesario. Claro que hice espectáculos grandes, superproducciones como Vaselina, por ejemplo, que se salía de mis propósitos como director. Pero en la línea o poética del grupo se ejemplifica lo que te he dicho anteriormente.

Aparecieron obras y autores en los 90. Algunos con su estilo abigarrado de enormes escenografías, pasando múltiples dificultades para lograr la calidad, pero lo hacían. Pero es que también aparecieron autores y directores en los 80.

Probablemente la expresión se deba a que fueron aprobados los llamados proyectos teatrales, se rompieron las ataduras burocráticas que regían en el panorama teatral y los artistas pudieron asociarse libremente en función de sus intereses artísticos y de determinadas poéticas o líneas estéticas, (que por cierto eran bien estrictas y no como ahora que los proyectos se los aprueban a cualquiera). Esto dio lugar a la proliferación de grupos y de obras y por lo tanto surgieron muchos autores, directores, etc., como es lógico, parecía un Boom. Pero la prueba está en que no todos se mantuvieron estables, ni todo lo que se hacía tenía suficiente calidad. El tiempo, mi estimado, el tiempo va poniendo las cosas en su sitio.

Volvamos atrás, a la época de tu consolidación como dramaturgo y director de escena, los años 70. ¿Qué sentimiento te produjo que tu obra La toma de La Habana por los ingleses (cito al crítico de arte Norge Espinosa) fuera tildada de pornográfica por funcionarios de Cultura? ¿Fue censurada esa obra? ¿Fuiste castigado por la oficialidad con aquello que llamaron la parametración?

Aunque parezca increíble, era mi mejor momento en todos los sentidos. Tenía 20 años o un poco más y gozaba de la mal llamada fama y era casi un fenómeno por mi juventud. Sí, es cierto. Tuve un juicio en el Tribunal Supremo. Lo perdí. El funcionario al frente del Consejo Nacional de Cultura me dio baja del organismo acusándome de pornográfico y obsceno. El fallo del tribunal fue en mi contra. Como tenía que vivir y mantenerme fui a parar de pintor de brocha gorda. Allí creé un grupo de aficionados y estrené una obrita con ellos, Si Colón nos viera, que curiosamente comenzó a representarse en muchos festivales. Lo más triste es que cuando los “parametrados” comenzaron a regresar a sus lugares de origen yo no figuraba en ninguna lista como tal. Tuve que demostrar, con más juicios, que sí me habían acusado de esa forma, porque parecía que me había ido voluntariamente para la construcción. ¡Qué locura! Ahora puedo reírme de estos disparates, pero sufrí mucho.

A tus casi 70 años (el dato de la edad tomado de la enciclopedia oficial Ecured) continúas haciendo teatro, renovando elenco y repertorio, participando del presente y de los recuerdos en las redes sociales de internet. ¿Cómo se consigue esa actividad? Danos la fórmula.

El 17 de marzo de 2016 cumplo 70 años. Yo no me los siento, aunque he tenido algunos sustos cardiacos. Mantengo el grupo con el mismo entusiasmo de siempre. Pero los actores van y vienen. Hemos devenido escuela, porque mantenemos clases de voz, de movimiento corporal, de actuación. Pero el elenco constantemente se está renovando y hay que formarlos, para mantener el estilo de trabajo del grupo. Además, hace rato que la palabra “reposición” salió del vocabulario teatral. Cuando retomo un título del repertorio, todo el elenco es nuevo. Acabo de llevar a escena La toma de La Habana por los ingleses cuarenta y cinco años después. Como comprenderás, el único joven que queda de ese elenco… soy yo. No tengo una fórmula para eso que llamas mi actividad, que es bastante. Los recuerdos los acumulas porque has vivido bastante. Y entonces no quiero olvidar y trato de que la gente recuerde conmigo. He amado mucho al teatro. He amado mucho a mis amigos, como si fuéramos una gran familia. A los que se mueren y a los que no viven cerca. Y mi amor por ellos me da fuerzas para seguir y que sigan a mi lado. ¡Ojalá que mi amor no se agote! Ese sí sería el final.

En qué proyectos estás enfrascado ahora. ¿Pudieras adelantar si estás escribiendo o remontando algo de tu extensísimo repertorio?

Te adelanto que sí estoy escribiendo una nueva obra, haciendo tiempo a veces ni sé cómo.. Y como Director estoy preparando un homenaje a Shakespeare por el 400 Aniversario de su muerte y ensayando para reestrenar con un nuevo elenco, claro está, Si vas a comer espera por Virgilio, programada para principios del año. Yo quiero regalarme ese estreno por mi cumpleaños. Porque pienso que esa obra no habla solo de mi amistad con Virgilio Piñera, habla de nosotros los artistas. Lo que sufrimos, lo que luchamos, los sueños que tenemos… en fin, de nuestra pasión transitoria por la vida. ¡Eso quiero que sea mi regalo! Quiero ese día estar allí junto a los actores que digan esos textos. Lo necesito para seguir adelante… hasta que llegue el momento de la partida. ¿Qué te parece mi idea?

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    Jorge Ignacio Pérez

    Nació en La Habana en 1965. Luego de ser tanquista en el servicio militar obligatorio, se graduó en la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Habana, en 1992. Trabajó como redactor y fotógrafo de prensa, columnista de teatro y editor en varias publicaciones de la isla. En 2001 se exilió en Barcelona, hasta el año 2012 en que se afincó en Miami, donde reside actualmente. Fue editor del portal on line de asuntos cubanos Cubanet.org. Desde 2007 lleva el blog personal Segunda Naturaleza. Además del libro de memorias Historias de depiladoras y batidoras americanas (Neo Club Press Ediciones, 2014), tiene otro inédito titulado Pasajeros en tránsito.

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