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Emigración cubana, ¿económica o política?


“Si no hay carro nos vamos en balsa”, reza el tatuaje (Cubanet, Foto tomada de Internet)
“Si no hay carro nos vamos en balsa”, reza el tatuaje (Cubanet, Foto tomada de Internet)

Para muchos medios de prensa, la crisis migratoria cubana no es muy diferente a la de otros países de la región.

En medio de la actual crisis migratoria, numerosos medios de prensa, haciéndose eco del discurso del gobierno cubano, reiteran el concepto de que nuestra migración no es política sino económica, de lo cual uno debiera inferir no solo la “normalidad regional” del fenómeno sino que, de no existir esos “pequeños defectos”, muy corrientes para una nación subdesarrollada, los cubanos se quedarían felices en la isla sin importarles la falta de libertades democráticas, la ausencia de garantías para un desarrollo individual pleno o la apropiación de los espacios privados por parte del Estado.

En Cuba, entre las personas de a pie, es muy común escuchar sobre lo previsible que son las crisis migratorias. Se sabe que cinco años es, más o menos, el período de tiempo entre una oleada y otra, y que estas han estallado a raíz de los “ensayos” de nuevas reformas económicas que, lejos de solucionar los problemas más acuciantes que afectan a la población, los profundizan, los arraigan y hasta los convierten en endémicos. A las diversas fórmulas de salvación, emanadas desde el poder, nunca se le ha sustraído el que, para algunos expertos, resulta el componente más perjudicial: el voluntarismo político que rige todos los ámbitos en la isla.

Basta con recordar que el quinquenio trazado desde el Primer Congreso del Partido Comunista de 1975, culminó con la crisis del Mariel y que la Batalla de Ideas fue desatada en medio de una oleada de balseros.

“Ni planificación ni sentido común. Voluntarismo político es lo que ha regido la economía cubana en el último medio siglo”, afirma un importante economista cubano que ha ocupado altos cargos en los ministerios de Economía y Planificación, así como en el de Comercio Exterior.

“De manera que nuestra llamada emigración económica es eminentemente política, porque la gente no huye buscando una mejoría económica ―de hecho, quienes emigran son quienes pueden hacerlo porque tienen cierta solvencia económica―, sino porque saben que la economía marcha según el experimento de moda, a pura improvisación, y todo es extremadamente voluble, eso es lo que ha hecho que hoy en Cuba, en el ambiente de las inversiones, haya más aventureros de circunstancias, aves de paso, que empresarios serios”, agrega.

Estudiosos de la economía cubana como Bruno Sovilla y Francisco García Fernández*, en un estudio del año 2013, tampoco dudan en señalar al voluntarismo político como el factor que más ha perjudicado a la economía cubana durante el período de 1959 al presente y hasta delimitan fases descendentes y ascendentes que permiten visualizar no solo los bruscos timonazos que han caracterizado a las políticas económicas impulsadas desde el gobierno sino las coincidencias con las etapas de crisis migratorias.

Según estos dos autores, “la dirección de la economía cubana a lo largo de la etapa revolucionaria, ha oscilado entre períodos de voluntarismo, en los cuales las decisiones económicas eran totalmente subordinadas a las prioridades políticas de los gobernantes”.

“No hay estabilidad económica porque todo debe tributar al componente ideológico, la base no es la economía sino la ideología, y ¿quieres algo más inestable que eso?”, opina Sergio Garcés, economista y profesor universitario.

“No dudo de que la emigración cubana sea mayoritariamente económica pero también me gusta señalar que hay que distinguirla de las otras que se dan en la región, precisamente por sus componentes, y por las circunstancias en que se producen las crisis migratorias. ¿La crisis de los 80 fue económica? Hay que ser muy cerrado para creer que lo fue. Fue un gran sisma político, eso definió muchas cosas posteriores. Agudizó los problemas internos al descubrir las grandes fisuras de nuestro socialismo tropical. Por primera vez en muchos años había miles de personas diciendo que se iban porque no estaban [de acuerdo] con esto. (…) La gente se va porque quiere mejorar pero también se va porque están cansadas de vivir en ciclos infinitos de aperturas y cierres. Hoy te permiten esto, pero mañana, cuando no convenga, te lo vuelven a prohibir. (…) La gente trabaja no solo para sobrevivir, sino para realizar sueños propios, individuales, y aquí terminan tributando al sueño de uno solo, a la voluntad de uno solo, y eso no es, por decirlo de algún modo, ‘natural’, eso es frustrante”, añade.

Según la joven socióloga e investigadora cubana Leidis Dávila, la emigración cubana tiende a ser vista como económica solo si se tiene en cuenta factores como el peso que tienen las remesas en los ingresos netos del país, así como el fin de incorporarse como fuerza de trabajo en los países a donde llegan, sin embargo, la esencia del fenómeno es político:

“¿Por qué te irías si cuentas con dinero suficiente para abrir un negocio? ¿Por qué te irías a vivir en una casa alquilada cuando aquí tienes una propia? En el resto de América Latina emigran los que no tienen ninguna de esas dos cosas, en cambio, en Cuba, emigran quienes se han hecho de un pequeño capital para pagarse una escapada. Si hay algo más parecido a una fuga, que me lo digan. Los cubanos escapan del país, se escabullen, y eso es una acción política, no económica. (…) La gente no se va porque le teman al cambio, sino porque no se lo creen. Para el cubano, dudar es ya una acción refleja. (…) Con los planes del Cordón de La Habana, en los [años] 60, solo se alcanzó el fracaso. Fue mucho más rotundo con la Zafra de los 10 Millones [en los años 70]. (…) El sistema de planificación de la economía y el Proceso de Rectificación de Errores, en los 80, fueron desastrosos y terminó por institucionalizar ese mercado negro que llegó para ser eterno porque es un dragón de mil cabezas. (…) El último de los engendros fue la tristemente célebre Batalla de Ideas [finales de los años 90] que funcionó como un verdadero Ministerio de la Corrupción. (…) Ahora vienen con los Lineamientos que (…) no ofrecen cambios sino solo una ‘actualización’ del modelo económico, es decir, no cambiaremos nada, es lo mismo pero con un toque de puesta al día para atrapar ingenuos. Claro que la gente tiene que huir en estampida”.

La apatía política y el egoísmo de una buena parte de los cubanos, sobre todo de aquellos que, tanto dentro como fuera del país, sacan provecho de la situación de caos en que se vive, pudieran justificar la tesis oficial de una emigración económica más que política, sin embargo, un análisis del devenir de la economía del periodo revolucionario pudiera dejar al descubierto las verdaderas razones por las cuales emigran las personas, más cuando las crisis y los picos migratorios coinciden con los momentos en que el gobierno ha decidido apostar por nuevos experimentos económicos en una táctica de prueba y error que, con los años, solo ha servido para demostrar la inutilidad de una economía centralizada y el fracaso en la construcción del socialismo.

*Bruno Sovilla y Francisco García Fernández: La economía cubana: entre voluntarismo e intentos de planificación (1959-2012). Publicado en la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (Nueva Época, Año LVIII, núm. 219, septiembre-diciembre de 2013, pp. 157-188, ISSN-0185-1918).

[Este artículo fue publicado originalmente en Cubanet]

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