Tragedia revela a familia canadiense realidad de hospitales en Cuba

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Familiares de turista fallecida califican de horrendo el sistema de salud cubano

Barbara Johnston falleció semanas después de permanecer ingresada por choque séptico en el hospital provincial Arnaldo Milián de Villa Clara.

La salud pública como carta de presentación tiene tanta importancia para el Gobierno cubano que el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, el periódico Granma, le dedica una sección diaria.

El documentalista de Hollywood Michael Moore visitó la isla y exaltó el sistema de salud pública cubano en su obra Sicko.

Decenas de miles de profesionales cubanos del sector ejercen, además de la Medicina, la llamada diplomacia de las batas blancas en más de 50 países, aun a riesgo de sus vidas, como en el caso del contingente que combatió el ébola en África occidental.

Todo esto, más la indudable dedicación de los profesionales cubanos, ha ayudado a fomentar una percepción casi utópica del sistema de salud pública cubano en el exterior. A los cubanos de dentro, sin embargo, les toca bailar con la más fea, enfrentar cotidianamente las numerosas deficiencias y negligencias del sistema. El mismo que se convirtió a fines del 2015 en una trampa de pesadilla para una familia canadiense que vacacionaba en Cuba.

El pasado lunes, Granma publicó un reportaje sobre la revitalización, en 2015, de más de 3.500 instalaciones de los servicios de salud. Entre las beneficiadas con reparación y mantenimiento estarían incluidos 143 hospitales. Aparentemente la revitalización no llegó al provincial de Villa Clara, Arnaldo Milián.

Pregúntele a la familia Johnston, residente en Manitoba, Canadá.

El esposo y los hijos todavía están llorando a Barbara, quien murió contando apenas 54 años de edad después de recibir la atención médica inicial en ese centro hospitalario cubano, donde estuvo ingresada 15 días.

Hotel Meliá-Cayo Santa María, del grupo militar de turismo Gaviota

Los Johnston, como hacen cada año cientos de miles de canadienses, se refugiaron del crudo invierno boreal pagándose unas vacaciones relativamente baratas en Cuba, esta vez en el hotel Meliá-Cayo Santa María de la cayería del norte de Villa Clara.

El hotel es administrado por la cadena española, pero es propiedad del Grupo de Turismo Gaviota, adscrito al consorcio Grupo de Administración Empresarial, GAESA, que controlan los militares cubanos.

Los primeros cinco días transcurrieron como esperaban: Sol, playa, entretenimiento y comidas y bebidas por el paquete todo incluido.

Al quinto día, 20 de noviembre, Barbara empezó a sentir síntomas similares a los de la influenza, que fueron seguidos por vómitos.

Cuando llegó a la pequeña clínica del cayo, los médicos la trataron por choque séptico, una infección fuera de control, generalmente bacteriana, que eventualmente puede afectar el funcionamiento de los órganos vitales y ocasionar la muerte, como ocurrió en el caso de Barbara Johnston. La remitieron de inmediato al Arnaldo Milián, en Santa Clara.

Barbara Johnston, de Manitoba, Canadá, antes de que enfermara mientras hacía turismo en Cuba.

Desde su llegada al Cuerpo de Guardia, John, el esposo, quedó impresionado por el contraste.

"El ER (sala de urgencias) metía miedo. Mientras uno está en el cayo, el hotel es muy hermoso y todo se ve muy lindo. Pero llegar a Santa Clara fue como una conmoción", dice.

"No había agua corriente, inodoros que funcionaran, antisépticos ni frazadas. El hospital estaba abierto al ambiente exterior, todo estaba oxidado, las camas, manchadas. Y el personal de cuidados intensivos vestía ropa de calle", detalla.

A su esposa la conectaron a un ventilador y a cada rato pugnaba por sacarse los tubos de los pulmones. John asegura que en el hospital había sedantes para administrarle, pero que, en lugar de ello, a Barbara le ataron los brazos a la cama.

Al día siguiente volaron a Cuba los dos hijos de la pareja, Derek y Riley, quien trabaja como paramédico en Manitoba.

Según éste último, los facultativos cubanos aplicaban prácticas anticuadas y, como no tenían agentes nutritivos para alimentar a su madre a través de un tubo, les sugirieron que consiguieran jugo de naranja y se lo pusieran en el conducto.

Hospital Provincial Arnaldo Milián de Villa Clara.

Para colmo, se opusieron a que la trasladaran por vía aérea a otro centro médico fuera del país, alegando que no estaba "suficientemente estable".

"Es muy duro tener a un ser querido enfermo, ver que no lo están atendiendo adecuadamente y saber que podría recibir mejor atención fuera de Cuba", dice Riley. Y comenta que los cubanos no comprendían que aun un avión ambulancia tendría mejor equipamiento que el hospital de Santa Clara.

Por fin consiguieron transportarla a Estados Unidos el 3 de diciembre; a un centro médico del condado de Broward, en Florida.

Durante las siguientes tres semanas Barbara fue sometida a exámenes, pero nunca se pudo determinar por qué enfermó.

En julio de 2015, decenas de turistas canadienses desarrollaron gastroenteritis en el mismo cayo villaclareño; en el hotel Memories-Paraíso Azul. Numerosos vacacionistas se quejaron, entonces, en el sitio Trip Advisor de las condiciones antihigiénicas de la instalación, incluidos alimentos corruptibles colocados en el bufete sin hielo ni otro tipo de refrigeración.

La gastroenteritis suele ser causada por dos tipos principales de bacteria: la E. Coli y la Salmonella. Una cepa de la Salmonella puede ocasionar choque séptico si pasa de los intestinos al torrente sanguíneo.

Cuba registró en 2015, al calor del deshielo con Estados Unidos, un nuevo récord de visitantes, con 3.139.000 hasta el 30 de noviembre. Los observadores señalan que la isla no cuenta con la infraestructura necesaria para asimilar ese tsunami de viajeros, de los cuales al menos una tercera parte proceden de Canadá.

"Hay un millón de canadienses allí que no tienen idea de lo que les puede suceder si se enferman", dijo John al diario local de Manitoba Brandon Sun. "Si va, prepárese. Tenga un plan de emergencia listo y asegúrese de que está consciente de los peligros".

Derek dijo, por su parte, que antes de salir de Cuba gastó hasta el último peso convertible que tenía en la billetera, porque "nadie en mi familia va a regresar nunca a ese país".