Regalitos para contentar al metodólogo, exigencia de moda en escuelas de La Habana

Una escuela primaria en Cuba.

“El propósito de estas regalías, que solo beneficia a directivos y al claustro de profesores, es comprar las valoraciones de excelente o de buena por el desempeño docente del centro”.

LA HABANA - Mientras la retórica del régimen cubano insiste en que su política de estado garantiza la gratuidad en los servicios de Educación y Salud, los criterios ciudadanos se decantan en sentido opuesto, “aunque la prudencia no nos permita expresarlo en voz alta”; dice Natalia Zaldívar, madre de un estudiante de preuniversitario, al concluir una reunión de padres.

“Resulta que en el Pre también tenemos que hacer aportes para comprar regalitos a las visitas metodológicas. Creí que eso solo se estilaba en la primaria y la secundaria”.

En los últimos quince años, la familia cubana se ha visto obligada a incluir, en las cuentas de su economía doméstica, gastos no convencionales de la educación de sus hijos.

Se ha convertido en “tradición” que a inicios de curso los familiares tengan que aportar dos o tres CUC “lo mismo para comprar ventiladores, lámparas, pintura que pagar a un carpintero para reparar ventanas y puertas en el aula”; asevera la abogada Dalia Navarrete, quien junto a un grupo de padres en una escuela secundaria en Centro Habana se preguntan por cuáles razones habría que estimular a los metodólogos de las direcciones municipales y provinciales de Educación.

“El propósito de estas regalías, que solo beneficia a directivos y al claustro de profesores, es comprar las valoraciones de excelente o de buena por el desempeño docente del centro”; revela Maribel, maestra de una escuela primaria en Habana Vieja, quien accedió a declarar sin develar su identidad.

Aunque no es frecuente, Maribel reconoce que en ocasiones se presiona a los alumnos que no quieran aportar, “con afectarles sus evaluaciones en el componente educativo”, un hecho verificado con estudiantes de varias escuelas en Arroyo Naranjo.

El “componente educativo” agrupa un conjunto de aspectos que incluyen asistencia, puntualidad, disciplina, uso correcto del uniforme y atributos, así como la asistencia de los educandos a trabajos voluntarios en el centro escolar y actos político-ideológicos convocados por el Partido Comunista.

Estas evaluaciones inciden directamente en el escalafón de los estudiantes cuando concluye su ciclo escolar, ya sea en los niveles primarios como en los secundarios y preuniversitarios.

“A los maestros también los evalúan. Por ejemplo, tenemos un límite para reprobados, no puedes tener más de cinco en una asignatura”; añade la maestra y numera dos exigencias que no guardan relación alguna con la pedagogía ni con el magisterio, y que afectan sus evaluaciones finales: lograr una cifra de padres donantes de sangre o cumplir con tareas e indicaciones político-ideológicas que no aportan a la docencia.

“La educación tal vez sea gratuita, pero el curso escolar cuesta un ojo de la cara”; señala Gustavo Cougle, padre de dos mellizos que estudian en una secundaria básica de Nuevo Vedado.

Junto a la merienda diaria, la compra forzosa de uniformes escolares en la bolsa negra, de mochilas, merenderos y calzados, el presupuesto familiar también debe cubrir gastos en mapas, útiles de limpieza, impresión de los trabajos prácticos y el pago a maestros repasadores.

Todo un conjunto que llega a exceder hasta tres veces un salario promedio, que en la Isla no sobrepasa los treinta dólares mensuales.

“Y a eso hay que sumar los regalos por el día del maestro y los presenticos cada vez que se aparecen los dichosos metodólogos”; cuenta Cougle mientras invita a sacar cuentas en una calculadora.

En opinión de su esposa, cajera de un Banco Metropolitano, la educación gratuita es solo apariencias, “y toda la lindura y sobrecumplimientos que esos burócratas ponen en sus informes, y que después replican en los noticieros, son costeados por nuestros bolsillos”.

Cómo confiar en un gobierno que vive de la propaganda ideológica y de maquillar realidades, mientras obliga a la familia a encubrir y participar de ese engranaje sustentado en el triunfalismo “y en la emulación contra nadie”; cuestiona Barbarita Leyva, curadora y madre de un alumno de sexto grado.

“Utilizar a nuestros niños para falsear evaluaciones y agasajar a funcionarios que por jabones, bolígrafos y confituras están dispuestos a encubrir la debacle es vergonzoso, como lo es también el cacareado componente educativo”.

Funcionarios contactados en la dirección provincial de Educación en La Habana no accedieron a prestar declaraciones, aunque afirmaron que “incentivar a las visitas metodológicas no es una política de nuestro sistema de educación y enseñanza”.