Raúl Borges: ¿Qué sería de mi hijo sin Radio Martí?

Raúl Borges (foto de Jorge Ignacio Pérez)

Un padre busca, desde la oposición al gobierno cubano, la libertad de su hijo, preso desde hace casi dos décadas por intentar pasar información valiosa a los servicios secretos de Estados Unidos.

Ernesto Borges Pérez estuvo 10 años en una celda de aislamiento, oscura y sin ventilación. Su padre dice que la fe cristiana lo salvó, que por eso aún conserva clara su mente.

Ahora permanece en la prisión del Combinado del Este, en un destacamento con 200 reos comunes de alta peligrosidad, aunque lo respetan y aprecian. Allí recibe la visita de su padre y de su madre una vez al mes, en un recinto donde están otras familias. El lugar está lleno de micrófonos, cuenta su progenitor, Raúl Borges Álvarez, un antiguo oficial de contrainteligencia que hoy milita en las filas de la oposición.

Borges Álvarez aprovecha el bullicio de la sala para hablarle al oído a su hijo, para decirle cosas importantes que nadie puede escuchar.

Ernesto está a punto de cumplir 50 años. Los cumplirá este 23 de marzo. De estos, casi 18 los ha pasado en la cárcel, desde que un tribunal militar lo condenara por intento de colaboración con los servicios secretos de Estados Unidos. Primero lo condenaron a muerte, pero le conmutaron la pena por otra de 30 años de privación de libertad, de los cuales, según las leyes militares, comenta el padre, al cumplir un tercio y tener buena conducta podría ser excarcelado.

Hace una década que debió ocurrir esto y, sin embargo, Ernesto Borges Pérez continúa confinado. Raúl Borges es un padre coraje que ha dedicado buena parte de su vida a liberar a su hijo. Ahora se encuentra de paso en Miami, a pocos días de la visita de Obama a la isla.

Un hombre de baja estatura, de mirada firme y muy seguro de sí mismo, Borges, el padre, lleva su discurso a platós de televisión, emisoras de radio y a todo aquel que quiera escuchar la historia de un hombre, Raúl, que un día se descargó unos archivos secretos del departamento donde trabajaba, e intentó llevarlos a la entonces Oficina de Intereses de los Estados Unidos en La Habana. El proyecto fracasó, pero estos hombres especiales están perennemente vigilados, y terminó en la cárcel.

En los archivos estaban los nombres de una veintena de agentes “carnada” que el régimen de La Habana pretendía introducir en suelo estadounidense para espiar y generar operaciones secretas.

La historia es más larga. Raúl saca fuerzas para tratar de narrarla una y otra vez. Su hijo no es un espía, asegura; insiste en que es un patriota que estudió en la antigua Unión Soviética y la Perestroika le abrió los ojos. La madre de Ernesto está muy enferma del hígado, casi no puede moverse. Esta última visita fue ella sola a verlo, porque Raúl estaba en Miami. Los padres están divorciados hace años pero han mantenido la amistad.

Ernesto tiene una hija en Canadá a la que le gustaría ver inmediatamente. La visita del presidente de los Estados Unidos a Cuba, este mes, podría llevar agendado el indulto, o no. Eso no lo sabe nadie. Aunque el padre asegura que la subsecretaria de Estado para el hemisferio occidental, Roberta Jacobson, le dijo que el caso está en las conversaciones generales que están llevando a cabo ambos gobiernos.

Martí Noticias entrevistó a Raúl Borges y esta fue la conversación:

¿Cómo enfoca un padre el trabajo de su hijo espía?

Su acción quedó en tentativa de espionaje, así que no lo considero un espía. Yo desconocía todo. El general Quiñones me hizo saber que Ernesto había entregado información sensible a los servicios especiales norteamericanos.

Ernesto no fue captado por los norteamericanos. Él fue lo que se llama en el argot técnico de inteligencia y contrainteligencia en el mundo “un inicitiavista”, que es cuando un hombre decide iniciar una actividad de espionaje por voluntad propia.

Cuando fue juzgado en tribunales militares, el 14 de enero de 1999, y una vez concluido el proceso donde se le conmutó la pena de muerte por 30 años de prisión (por una actividad que quedó en “tentativa de espionaje”), el fiscal, un mayor de apellido Mitjans, nos dijo que Ernesto iba a cumplir la tercera parte de la sanción, según dictan las leyes militares de Cuba.

¿Cómo ha sido el tránsito de su hijo por las prisiones?

En el hospital militar de Marianao estuvo durante 6 meses, aunque no le hicieron ningún tipo de chequeo médico. Él sintió en la noche que lo estaban interrogando con métodos de inducción, en estado hipnótico, que son utilizados por los servicios especiales. Ellos no quedaron contentos con el proceso de Ernesto, y continuaron interrogándolo.

Durante el proceso de instrucción querían que Ernesto grabara un documental, para que sirviera de ejemplo a toda la oficialidad del Ministerio del Interior, diciendo que realmente no era factible luchar contra el régimen, y que lo que había hecho él era un error, pero Ernesto se negó.

Ernesto Borges Pérez

¿Lo tomaron entonces como moneda de cambio?

Sí, es emblemático en este momento. Primero porque lleva 18 años preso, segundo porque siempre ha sido un acusador constante de la dictadura. Como él provenía de la nomenklatura, conocía las intríngulis del sistema. Lo que él vivió en la ex Unión Soviética y la Perestroika le cambiaron sus ideas. Se convirtió en un luchador contra los hermanos Castro y en un patriota del pueblo de Cuba.

Desde un primer momento iniciamos contactos con Radio Martí, especialmente con el periodista Amado Gil. Sacamos información de cómo comenzó el narcotráfico en Cuba, porque Ernesto fue analista del departamento 1 de Contraespionaje. Fue analista del caso de Robert Vesco, un norteamericano radicado en Cuba que muere en prisión en la isla. Según Vesco, él mismo había sido asesor de Castro para el narcotráfico en Cuba. Pues mi hijo supo todo eso, porque estuvo en el juicio que le hicieron a Vesco, y Ernesto lo denunció todo.

¿Usted tuvo esperanza de que fuera su hijo el elegido para el canje por Alan Gross?

Siempre tuve la esperanza de que fuera liberado en cualquier momento. Está pasado de tiempo en su condena y es un estigma para el régimen de Castro tenerlo entre rejas todavía.

¿Tiene esperanzas de que con la visita de Obama a Cuba pase algo con su hijo?

Tengo mucha esperanza de que lo liberen. El gobierno de Cuba, si tiene interés en darle un gesto de cooperación al gobierno de Norteamérica, ¿qué mejor que poner en libertad a un hombre que luchó por Norteamérica y luchó por el pueblo de Cuba? ¿Si a Rolando Sarraf se le puso en libertad, por qué a Ernesto no?

¿Por qué le conmutaron la pena de muerte a su hijo?

Por la presión internacional. Una semana antes del juicio, le pedían pena de muerte, pero se movió con rapidez la información fuera de Cuba y se evitó la ejecución a muerte. Era demasiado fuerte para el régimen ejecutar a un hombre por una actividad en grado tentativo.

Cuando se le hace el juicio, el 14 de enero de 1999, ya la Red Avispa estaba presa, y el gobierno de Cuba tenía temor de que sus agentes infiltrados en Estados Unidos fueran llevados a la silla eléctrica. Me parece que esto influyó, aunque es solo mi análisis.

¿Cómo fue la relación de la iglesia católica con su hijo?

Hemos tenido un apoyo muy grande por parte de la nunciatura apostólica. Hemos tenido contactos con la representación papal en Cuba. Ernesto recibió dos cartas de acompañamiento del Papa Benedicto XVI.

¿Él se entregó a la fe católica dentro de prisión?

Sí, se acogió a esta fe, y pidió a la Virgen de la Caridad del Cobre que suspendieran su fusilamiento.

¿Usted se pasó a la oposición por su hijo?

Fui oficial del Ministerio del Interior hasta 1989, que pedí me licenciaran. Ya llevaba diez años fuera de la vida activa. Estaba en actividades de vigilancia y protección, desde 1979. Cuando Ernesto cae preso en 1998 yo no era una persona radical contra el régimen, pero cuando supe que lo querían matar, mi vida se radicalizó. Entré inmediatamente a las filas del Partido Social Demócrata de Cuba. Después fundé mi propio partido, el Partido por la Unidad Democrática Cristiana de Cuba, del que tenemos 20 delegaciones en todo el país.

También soy miembro del comité organizador del Foro por los Derechos y las Libertades. Estamos empeñados en una campaña fuerte por la liberación de todos los presos políticos.

¿Cómo va la hoja de ruta de ese Foro? ¿Se va cumpliendo?

Estamos todavía en el primer punto, que es lograr una amnistía general para todos los presos políticos. En Cuba hay alrededor de 100. Algunos de ellos llevan más de 20 años en la cárcel.

¿Por qué usted cree que lo dejaron salir de Cuba?

Esto responde a una reforma migratoria que hizo el Estado cubano.

Pero ese Estado continúa eligiendo quien sale y quien no…

Ese aspecto es aplicable a casos que afecten la seguridad nacional. Sería muy connotado para ellos prohibirme la salida siendo un miembro del ejecutivo del Foro por los Derechos y las Libertades, y también por lo que yo represento como padre del prisionero político Ernesto Borges Pérez.

¿Ha sido importante para usted venir a Miami?

Norteamérica nunca nos ha dado la espalda. Encontrarme aquí en Radio y Televisión Martí, que nos ha apoyado en todo este tiempo, es muy importante. ¿Qué sería de mi hijo sin Radio Martí? Esta institución ha sido la sombrilla protectora, no solo de Ernesto, sino también de todos los prisioneros políticos y de todas las denuncias del pueblo cubano. Dejar de existir Radio Martí sería desarmarnos a todos.

Usted se ha convertido en un padre coraje que va buscando la libertad de su hijo. ¿Si no lo hubiera hecho, qué hubiera pasado, con su hijo y con usted?

Indudablemente un hijo constituye una prioridad. Para un patriota también es una prioridad luchar por otro patriota. No voy a decir que a Ernesto no lo vamos a canjear si hiciera falta. Los tiempos han cambiado y no es el mismo escenario que tuvo Carlos Manuel de Céspedes…Tengo que decir que estoy luchando por sacar de la cárcel a alrededor de 100 presos políticos.

¿Podrían canjear a su hijo por la espía castrista Ana Belén Montes, condenada por la justicia norteamericana?

Podría ser. Pero sí quiero dejar claro que Ernesto no es un espía. Ernesto es un patriota. A él no lo reclutaron los norteamericanos. Él solo tomó la decisión de intentar prevenir la infiltración de una veintena de agentes “carnadas”, y mira lo que le ha costado.