Manuel Díaz Martínez: "Ser libre es ejercer el inalienable derecho a ser humano"

Manuel Díaz Martínez

Las dos últimas veces que Manuel Díaz Martínez -Poeta, con mayúscula- fue jurado de poesía en La Habana, estuvo marcado por eso que llamamos "azar concurrente", cuando ganó Fuera de juego, de Heberto Padilla y, 20 años más tarde, cuando el poemario premiado resultó ser Hija de Eva, de esta humilde escribidora. El destino de ambos ganadores es sobradamente conocido.

La honestidad le cobró caro a este poeta, noble y honesto que, sin dudar un segundo, fue el primer intelectual cubano en estampar su firma en la "Carta de los Diez" en medio de la oscuridad cubana de los 90 con su versión de La Historia Interminable, claro que sin la magia de Michael Ende.

¿Cuál fue el detonante que te impulsó a marcharte de Cuba?

Rompí con la revolución cubana tras un lento y doloroso proceso de desencanto que me condujo desde la esperanza fastuosa que despertaron en mí Fidel Castro y sus guerrilleros, hasta la más insoportable decepción. Y el acontecimiento que puso fin a mis vacilaciones y me obligó a aceptar la triste realidad fue el bárbaro atropello que el régimen, ya franca dictadura totalitaria, cometió contra ti y contra tu hija, que entonces era un niña, en represalia por la resistencia que le hacías desde tu grupo de oposición, llamado, si la memoria no me falla, Criterio Alternativo.

¿Qué esperabas encontrar del “otro lado”?

Esto creo que responde a las preguntas 2 y 3. Lo que esperaba encontrar fue lo que encontré en España: buenos amigos, algunos de ellos bien situados en la cultura y el periodismo, los cuales, enterados de mi difícil situación –despedido de la radioemisora donde trabajaba en Cuba, vigilado por la policía política castrista y finalmente expulsado de la isla por orden directa del dictador–, me tendieron las manos y se movilizaron para que mi mujer y yo halláramos medios de vida adecuados a nuestras posibilidades.

Entonces ya mis dos hijas estaban fuera de Cuba: Gabriela en Santiago de Chile, donde trabajaba en una librería, y Claudia en Las Palmas de Gran Canaria, donde ejercía su profesión de ingeniera en construcciones. Yo trabajé con ella en su estudio de arquitectura técnica. Desde hace años, los cuatro –más mi padre, que se nos unió después– nos reunimos en España y obtuvimos la ciudadanía española. La suerte nos ha acompañado en este país, que por razones históricas y culturales es, como decía mi padre, el menos extranjero que hay en el mundo para los cubanos.

¿Qué has aprendido durante el proceso?

Todas las experiencias nos enseñan algo, y el exilio es muy aleccionador. En el cuarto de siglo que he pasado lejos de Cuba, lo más interesante –e inquietante– que he aprendido, es que la información que recibimos acerca de lo que acontece en el extranjero nunca es suficiente para conocer, en toda su dimensión, esa otra realidad que no es la que respiramos. Por ejemplo, por mucha información de que dispongas y por grande que sea la capacidad empática que tengas, no es igual, en lo que a nivel de comprensión se refiere, enterarte de una enfermedad por referencia que por padecerla.

Manuel Díaz Martínez

Digo esto porque cuando llegué a España me sorprendió la casi idílica visión que prevalecía aquí respecto de la Cuba hambrienta y tiranizada que habíamos dejado atrás mi familia y yo. Fue entonces que acepté plenamente la gran verdad que encierra ese refrán que dice que nadie escarmienta por cabeza ajena. Es este fenómeno el que determina la facilidad que tenemos los humanos para ilusionarnos, como si de novedades promisorias se tratara, con fracasos históricos experimentados en otras épocas y latitudes.

A esto se refería Joseph Conrad cuando dijo que “toda época se nutre de ilusiones, si no los hombres renunciarían a la vida y se extinguiría la humanidad”. El detalle que Conrad pasó por alto es que las ilusiones del hombre se repiten: hasta ahora, al menos en política, son siempre las mismas. Y en este punto me viene a la mente Benedetto Croce, quien se fijó en que “la historia universal, toda la historia universal, es historia contemporánea”.

¿Qué es para ti La libertad?

La libertad es inmanente a la persona. Ser libre es ejercer el inalienable derecho a ser humano. La libertad tiene que ver con todas nuestras actividades, desde las más insignificantes hasta las más trascendentes, de modo que de ella depende la calidad y el curso de nuestra vida. El derecho a la libertad, tanto a la física como a la intelectual –con las regulaciones indispensables que garantizan la convivencia civilizada–, es el bien más valioso que poseemos. Quienes nos lo niegan intentan deshumanizarnos.

¿Las experiencias vividas han cambiado en ti el concepto Patria? ¿Piensas a menudo en “Ella”?

Lo habitual es que sintamos como “la patria” el sitio donde transcurrió nuestra infancia, aunque no sea el mismo que nos vio nacer. Pero el concepto –y el sentimiento– de patria puede ser más amplio. Nací en Cuba y allá viví 56 años, y por supuesto que no puedo, ni quiero, olvidar esa tierra y su gente. Constantemente doy pruebas de no haber olvidado esa patria ni haberla apartado de mis preocupaciones. Pero hace 27 años que vivo en España y me sucede que ya no puedo, ni quiero, dejar de pensar en esta tierra y su gente. Aquí no nací ni viví mi infancia, pero en este país nos han dado a mi familia y a mí la libertad que nos quitaron en Cuba. Y eso es tener otra patria para reiniciar la vida.