Laura de la Uz: “Alamar no es un lugar remoto”

Escena de "La película de Ana", del director Daniel Díaz Torres, con Laura de la Uz.

Se considera “una mujer feliz” y no para de recibir proyectos de trabajo. De “Hello Hemingway” a “Vestido de novia” hay un mundo de cosas que contar; una hija y siempre el recuerdo de Alamar, comenta la actriz.

La actriz cubana Laura de la Uz acaba de pisar la alfombra roja de los Premios Goya, que otorgan cada año la academia de cine español. Se presentó en Madrid junto a parte del equipo de realización de Vestido de novia, filme nominado para el premio de Mejor Película Iberoamericana, que finalmente lo obtuvo El Clan, de Argentina.

En plena madurez de su carrera como actriz, Laura está siendo solicitada muy a menudo para encarnar papeles fuertes, personajes de mucho carácter y desgarramiento, que exigen de la intérprete un trabajo de fondo. En 2012 obtuvo el Premio Coral del Festival de Cine de La Habana por su rol protagónico en La película de Ana, del fallecido director Daniel Díaz Torres. Ese mismo año, mereció el Premio ACE New York, como Mejor Actriz Visitante de Teatro, por su papel en la obra Delirio Habanero.

De las tablas al plató, y viceversa, así transcurre su vida, en La Habana, donde reside. Actriz “fetiche” del director Fernando Pérez (con él protagonizó el largometraje Hello Hemingway, 1990, y el corto Madagascar, 1993), su desempeño con Teatro de la Luna, desde finales de los 90, la llevó a convertirse en una intérprete multifacética y muy querida por el público de la isla. Muchos colegas de su generación se encuentran actualmente fuera del país.

Laura de la Uz era una jovencita que estudiaba en la Escuela Nacional de Instructores de Teatro cuando Fernando Pérez la llamó para que interpretara a Larita, la adolescente que observaba a Hemingway mientras el novelista escribía en la finca La Vigía.

En ese lugar bucólico de la periferia de La Habana la visitamos, en pleno rodaje, un día gris de 1989, aproximadamente. Y en un descanso nos permitió una entrevista. Al igual que ahora nos habla para los lectores de Martí Noticias, entonces resultó una chica amable, abierta y sobre todas las cosas muy humilde. Esta es la conversación a la vuelta del tiempo.

Desde que te descubrió Fernando Pérez para protagonizar Hello Hemingway, en 1990, no has parado. ¿Cómo te llegan las ofertas ahora, por correo electrónico o por mensaje de texto al celular?

-El teléfono sigue siendo la vía más efectiva de comunicación en Cuba y, por suerte para mí, el de mi casa sigue sonando mucho.

Sobre Vestido de Novia, que acabas de presentar en los Premios Goya de España, ¿cómo se explica que tu contemporánea Wendy Guerra te dedicara un post en su blog, un post con el mismo título, en 2011, si entonces la película no estaba ni en proyectos?

-Yo creo, sinceramente, que Wendy me vaticinó, sin saberlo, la llegada de esta película. Es una preciosa bruja a quien le tengo reservado un pedacito de mi corazón.

En Facebook te vimos aceptando con total naturalidad que la película no ganara el Goya, como si a alguien se le escapa un tren, sencillamente. ¿Estás triste o dolida de verdad?

Con la directora Marilyn Solaya y el productor Carlos de la Huerta, en los Premios Goya, en Madrid. (foto Héctor Garrido)

-Para nada. Estuvimos entre las cuatro películas nominadas y eso es un premio. Así que no se nos escapó; éramos pasajeros en ese tren.

Ahora vamos al teatro. ¿Cuánto le debes a Raúl Martín, el director de Teatro de la Luna?

-Mucho. Con Raúl Martín, Dexter Capiro y Mario Guerra, fundamos hace casi 20 años Teatro de la Luna. Fueron años de mucho crecimiento, de compartir la escena y, en definitiva, la vida. Todos los que pasamos por ahí aportamos, sembramos y cosechamos. Alina Rodríguez, Grettel Trujillo y Amarylis Nuñez son tres nombres fundamentales, como tantos otros. Hemos aprendido unos de otros y, sobre todo, hemos aprendido a compartir con nuestras diferencias, porque, por encima de todo, siempre está el teatro. Aquellos con los que estuve en Teatro de la Luna, son parte de mi familia.

Te quedarías con el teatro o con el cine, si te dieran a escoger?

-Donde quiera que me dejen voy a ser feliz. Son formas de expresión muy diferentes. El teatro es una necesidad creativa. Como bien dice Amarylis Núñez cada vez que habla de teatro, es como el oxígeno. El cine es un proceso de creación y de realización distinto. Me apasiona del cine el hecho de ver tanta movilización de infraestructura y de artistas y técnicos en función de un sólo objetivo. En todo caso, ambas son las formas en que me expreso y no querría verme en la tesitura de tener que abandonar ninguna de las dos.

¿Todavía vives en Alamar? ¿Cómo se puede vivir en un lugar tan remoto?

-¿Remoto? Viven miles de personas allí. Remota es La Antártida, que tiene menos combinaciones de guaguas y “almendrones”. Alamar es el lugar donde comencé a pertenecer a un círculo de artistas que me acogió como una más. El lugar donde comencé a descubrirme como persona y a descubrir el arte, fui libre, feliz junto al mar y tantos amigos entrañables. Hacíamos peñas, subimos el Turquino, nos paseamos medio Escambray, montábamos conciertos, tertulias, discutíamos acerca de la vida y el arte. Mi casa siempre estaba llena de ellos, eran acogidos con todo el amor. Yo tan sólo tenía 15 años… Ya no vivo allá pero, cada cierto tiempo, regreso.

La vida se nos ha ido rapidísimo. Tienes una hija, una carrera de éxitos y hemos leído que estás soltera. ¿Qué hay al final de la alfombra roja? ¿Podrías compartirlo con nosotros?

-Ya no soy soltera. Hace unos años gozo de una felicidad compartida con un hombre al que amo y me ama. Es un regalo y doy gracias a la vida por ello todos los días. Es lo que me espera siempre al final de la alfombra roja y es literal, allí siempre está él, esperándome, apoyándome, amándome. Está mi hija y está mi madre que son dos seres maravillosos. Mi casa….y tantos planes….siempre la felicidad.