Historiador del deshielo llama a Obama a apurarse para blindar su política cubana

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Raúl Castro saluda a Barack Obama y la primera dama, Michelle Obama, durante la cena que el presidente de Estados Unidos ofreció a los jefes de Estado y de Gobierno reunidos en la ONU. Archivo.

Un republicano en la Casa Blanca podría deshacerla de un plumazo, y con apoyo del Congreso, advierte en "Foreign Policy" William LeoGrande.

Un historiador clave de las negociaciones y el reciente deshielo EEUU-Cuba está instando al presidente Barack Obama a dejar de "jugar al flojo" en su nueva política cubana, so pena de que un republicano en la Casa Blanca deshaga en un instante lo que describe como "todo su buen trabajo".

William LeoGrande.

William LeoGrande, coautor con Peter Kornbluh del libro Back Channel to Cuba, sobre los contactos y acercamientos entre Washington y La Habana, incluidas las negociaciones que condujeron al 17-D, dice en Foreign Policy que en recientes conversaciones que ha sostenido con funcionarios estadounidenses y cubanos, coinciden en que fomentar relaciones comerciales más amplias y profundas ofrece la mejor esperanza de crear en ambos países poderosos grupos políticos dispuestos a defender la normalización y hacer el acercamiento irreversible.

LeoGrande cree que la tercera lista de reformas regulatorias para relajar el embargo a Cuba, anunciada por la Administración Obama el 26 de enero, tiene justamente por objetivo, además de estimular el comercio, crear en la comunidad de negocios un grupo de apoyo que defienda su legado de mejores relaciones con La Habana, aun si un republicano asumiera la presidencia en 2017.

Bueno, pero insuficiente

El profesor de Gobierno de American University resalta los cambios más importantes:

  • Licenciar a bancos estadounidenses para financiar de forma privada las exportaciones autorizadas a la isla;
  • Permitir ventas a empresas estatales cubanas, siempre que se dirijan a "satisfacer las necesidades del pueblo cubano", a discreción del Departamento de Comercio;
  • Dejar que Cuba compre a crédito productos estadounidenses, una prohibición que, dice, colocaba a los exportadores estadounidenses en franca desventaja frente a competidores de Europa y Asia.

LeoGrande considera que, al permitir que las compañías estadounidenses puedan vender a empresas estatales cubanas, las nuevas regulaciones abren un campo potencialmente amplio para las exportaciones. Y estima que, en ese sentido, se ha dejado intencionalmente impreciso el alcance de lo que es permisible. A su juicio, podría inferirse así que estarían contemplados la mayoría de los artículos básicos de consumo.

Pero el académico cree que Obama se ha quedado corto y que debe apurarse:

"Las regulaciones no van lo bastante lejos como para aplacar los temores y eliminar los obstáculos normativos que aún impiden los negocios entre empresas estadounidenses y (el Gobierno de) Cuba", dice. Y anticipa que "sin algunos éxitos comerciales notables, la comunidad de negocios podría perder el interés por Cuba y por cabildear en el Congreso para levantar el embargo", lo que haría morir en la orilla el proyecto de normalización de relaciones del Presidente.

Invertir, sólo en telecomunicaciones

LeoGrande lamenta, asimismo, que varios cambios regulatorios que se esperaban quedaran excluidos del tercer paquete de medidas:

"La prohibición de las inversiones estadounidenses (salvo en el campo de las telecomunicaciones) se mantiene intacta, al igual que la prohibición de casi todas las importaciones desde la isla, limitando el comercio con Cuba a una calle de un solo sentido que el Gobierno de La Habana se resiste a aceptar como normal".​

El banco francés BNP Paribas se declaró culpable y accedió a pagar $8.830 millones.

Agrega que a las instituciones financieras estadounidenses todavía se les impide procesar la mayor parte de las transacciones internacionales denominadas en dólares entre Cuba y empresas o bancos extranjeros.

Esto, que el autor define como "una extensión extraterritorial del bloqueo", "ha conducido a multimillonarias multas contra bancos extranjeros, ha obstaculizado la reintegración de Cuba en la economía mundial y ha irritado a aliados de Estados Unidos".

El catedrático resiente que el presidente Obama no haya emitido una licencia general a los bancos de Estados Unidos para procesar dichas transacciones. Esto, a su modo de ver, aliviaría los temores de muchos bancos nacionales y extranjeros a hacer negocios con Cuba, en vista de las complejas regulaciones financieras actuales.

¿Y los viajes individuales?

Más de 160.000 estadounidenses visitaron Cuba en 2015 bajo los viajes dirigidos de pueblo a pueblo.

Lamenta asimismo que los llamados viajes "de pueblo a pueblo" sigan limitados a paquetes colectivos dirigidos, nada baratos y organizados por agencias de viajes.

"Si, como sostiene Obama, 'los mejores embajadores de los valores y los intereses estadounidenses son los propios estadounidenses', ellos deben tener libertad para ejercer su derecho a viajar a Cuba con sus propios itinerarios. El Presidente podría haber emitido una licencia general para viajes educativos de pueblo a pueblo autodirigidos", dice LeoGrande.

El autor recuerda que Obama se enorgullece de su apertura a Cuba, y la ha mencionado como un logro de su gestión en sus dos últimos discursos sobre el Estado de la Unión.

"Pero este capítulo de su legado aún no ha concluido y, si no se anda con cuidado, un republicano en la Casa Blanca podría escribir
su epílogo".

El tiempo se acaba

Tras repasar las posturas críticas hacia la distensión con Cuba de los tres aspirantes de punta a la candidatura presidencial por el Partido Republicano (Donald Trump, Ted Cruz y Marco Rubio), el coautor de Back Channel to Cuba recuerda que un nuevo presidente podría desandar de un plumazo el camino andado por Obama, ya que todas las acciones del actual mandatario se han basado en su autoridad ejecutiva (el Congreso no ha hecho nada para responder a sus llamados a levantar el embargo).

Caballo de Troya: Erich Schmidt (d) CEO de Google, propuso a La Habana Wi-Fi barato y fue ignorado.

​El tiempo se acaba, advierte el autor, y señala que mientras que en La Habana cualquier propuesta de negocios estadounidense (como la de proveer Wi-Fi barato presentada por Google) es vista con suspicacia y como si se tratara de un caballo de Troya capitalista, en Washington cualquier iniciativa para relajar más el embargo es analizada con una lupa legal y política y formulada después a cuentagotas, lo que, según él, no permitirá que el comercio florezca antes que el próximo presidente asuma el cargo.

William LeoGrande concluye instando a Obama a presionar a su burocracia haciéndole saber que su política cubana es una prioridad que deben convertir en realidad, y le sugiere al mandatario un recurso para influir también en la agenda de La Habana: presentar sus argumentos en Cuba, en persona.