Hay a quienes les toma años, pero para el éxito de Yosmani Acosta se alinearon todos los astros en su primer intento. El joven cineasta, director de la película Pablo, ha visto celebrada su obra en su natal Camagüey, en toda Cuba, e incluso en Nueva York.
Cansado de hacer de La Habana el centro de cada producción cinematográfica, Acosta eligió como locación de su película la ciudad de Camagüey, pero de modo que el público de Cuba y Latinoamérica pudiera ver en ella a su pueblo. Allí también encontró a sus actores, quienes a excepción de Omar Franco, Aramís Delgado y Faustino Acosta, eran todo aficionados.
Durante los días de las audiciones a más de mil personas, entre ellas 400 niños, el entusiasmo en la ciudad se podía palpar. “Era como Hollywood en Camagüey”, describe Yosmani, quien junto a su equipo de producción debió impartir un curso de dos meses para capacitar al novel reparto.
Dirigir la actuación de niños fue otro de los grandes retos de Acosta. Sus profesores no se lo recomendaban, sobre todo por ser este su primer filme. Pese a las advertencias, o tal vez gracias a ellas, al cineasta le fue de maravilla con los pequeños. La clave, según reveló, fue “tratarlos como iguales”.
A pesar del tiempo dedicado a las investigaciones, y la búsqueda y entrenamiento de los actores, todo el proyecto se consolidó en un año y 7 meses, gracias en buena medida, a las donaciones de personas e instituciones.
El premio a mejor director en el Festival Internacional de Nueva York está abriendo ya nuevas oportunidades a Acosta, quien prepara su próxima película. Sin ahondar en detalles, contó que ya tiene listo el 90 por ciento del guion y el tema que lo mueve es la emigración, “y no solo la cubana”, advirtió.
Aunque es muy pronto para definir el camino que seguirá este joven director, el mismo confiesa su inclinación por los temas sociales, pues al cine además de irse a divertir, a reír, también se va a reflexionar y “tomando partido logro sensibilizar a la audiencia sobre determinados problemas”.
Cansado de hacer de La Habana el centro de cada producción cinematográfica, Acosta eligió como locación de su película la ciudad de Camagüey, pero de modo que el público de Cuba y Latinoamérica pudiera ver en ella a su pueblo. Allí también encontró a sus actores, quienes a excepción de Omar Franco, Aramís Delgado y Faustino Acosta, eran todo aficionados.
Durante los días de las audiciones a más de mil personas, entre ellas 400 niños, el entusiasmo en la ciudad se podía palpar. “Era como Hollywood en Camagüey”, describe Yosmani, quien junto a su equipo de producción debió impartir un curso de dos meses para capacitar al novel reparto.
Dirigir la actuación de niños fue otro de los grandes retos de Acosta. Sus profesores no se lo recomendaban, sobre todo por ser este su primer filme. Pese a las advertencias, o tal vez gracias a ellas, al cineasta le fue de maravilla con los pequeños. La clave, según reveló, fue “tratarlos como iguales”.
A pesar del tiempo dedicado a las investigaciones, y la búsqueda y entrenamiento de los actores, todo el proyecto se consolidó en un año y 7 meses, gracias en buena medida, a las donaciones de personas e instituciones.
El premio a mejor director en el Festival Internacional de Nueva York está abriendo ya nuevas oportunidades a Acosta, quien prepara su próxima película. Sin ahondar en detalles, contó que ya tiene listo el 90 por ciento del guion y el tema que lo mueve es la emigración, “y no solo la cubana”, advirtió.
Aunque es muy pronto para definir el camino que seguirá este joven director, el mismo confiesa su inclinación por los temas sociales, pues al cine además de irse a divertir, a reír, también se va a reflexionar y “tomando partido logro sensibilizar a la audiencia sobre determinados problemas”.