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Verdades para una Reconciliación


La verdad en el caso cubano es que es precisamente el concepto de Revolución el que impide la reconciliación nacional, al vincular el concepto de Patria con definiciones ideológicas ajenas a su naturaleza, al punto de que el propio artículo del periódico pinareño lo establece falsamente como punto de referencia obligado.

Los hombres serán de Marte y las mujeres de Venus pero yo soy... de Santos Suárez. No sé si es políticamente correcto decir esto o en qué punto de la geografía política del Exilio me coloca, pero lo cierto es que cuando escucho la palabra Patria no viene a mi mente esa mujer vestida de bandera, pelo azabache y gorro frigio que parece, más que una cubana, una estampa sacada de un cuadro de Delacroix o de la iconografía fascio-comunista de los años 30.

Mi visión tiene una forma más realista, enmarcada en ese reparto que colinda al Este con Luyanó, “barrio triste y pesaroso” como dice aquel viejo guaguancó que entonábamos a coro en los albergues de la Escuela al Campo para mitigar el cansancio y la desolación que provocaba el estar sometidos a trabajos forzados en contra de nuestra voluntad, como parte de un monstruoso experimento en busca del hombre nuevo diseñado por otro guerrillero, con mucho de asmático y poco de heroico.

Lejos de una abstracción poética, mi patria, como la de cualquier exiliado, tiene realidades bien definidas que van más allá de la nostalgia o cualquier proyecto ideológico. De ahí que sorprenda de manera particular el llamado del diario pinareño El Guerrillero a una reconciliación con los cubanos residentes en el Exterior, limitado exclusivamente a los jóvenes, que según el libelo de marras, son los “verdaderos constructores de la Revolución”, y que se han ido de Cuba detrás de una novia o una mejor vida. En la visión de El Guerrillero, la Patria se clasifica por edades, ideologías o intereses económicos y sentimentales.

Nada que ver, como dirían en cualquier calle cubana. En primer lugar, porque una condición indispensable, sine qua non, para cualquier reconciliación es el reconocimiento de la verdad, el esclarecimiento de los hechos que condujeron al conflicto que se intenta resolver. No por gusto las comisiones de ese tipo en Chile y Sudáfrica, por mencionar dos casos, llevaban el nombre de “Comisión de Reconciliación y Verdad”.

La verdad en el caso cubano es que es precisamente el concepto de Revolución el que impide la reconciliación nacional, al vincular el concepto de Patria con definiciones ideológicas ajenas a su naturaleza, al punto de que el propio artículo del periódico pinareño lo establece falsamente como punto de referencia obligado. En ese sentido, el primer paso sería la desaparición de ese concepto y el sistema dictatorial que lo soporta. Nadie se puede reconciliar con una mentira histórica como llamar Revolución a una tiranía dinástica con más de 50 años en el poder.

Por otra parte, las reconciliaciones no suceden por conversión milagrosa de las personas. Como demuestran los ejemplos anteriormente citados, y muchos otros como el de España, por ejemplo, siempre ocurren al final de los conflictos, con una clara definición entre quienes son los vencedores y quienes los vencidos, por muy crudo que esto pueda parecer. La propia etimología de la palabra así lo indica, se trata de “re-conciliar”, volver a conciliar los bandos en disputa, ya sean personas o grupos de personas, por lo tanto no puede ocurrir mientras el conflicto se está desarrollando. Nadie proclama una reconciliación nacional por decreto o evangelio.

A fin de cuentas, como tan acertadamente dijera la bloguera y periodista independiente Miriam Celaya, un diario que ostenta un nombre bélico y confrontacional como El Guerrillero no parece ser la opción más adecuada para abordar estos temas. Tampoco parece serlo un tiempo en el cual se ataca a machetazos y pedradas a quienes expresan una opinión diferente dentro de Cuba, más ajustada a la verdad que los discursos de la nomenclatura. Hay muchas cosas que resolver dentro del territorio nacional antes de generar elucubraciones mirando hacia el extranjero.

Al igual que Miriam, yo no tengo que reconciliarme con quien en estos momentos me persigue, me ataca y me niega mis derechos. Primero tiene que finalizar el conflicto. Yo no tengo que reconciliarme con Santos Suárez porque está ahí, es mi Patria tan concreta, que no me la han podido quitar. Y ahí va a seguir cuando desaparezcan los trabajos forzados, las revoluciones y los guerrilleros.

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