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Siete pasos para pedir Visa-Usa y no morir en el intento


Oficina de Intereses de EUA en Cuba
Oficina de Intereses de EUA en Cuba

"No te muestres inseguro, míralos siempre a los ojos. Hay que estar a la viva", aconsejan quienes se han sometido a las entrevistas en la Oficina de Intereses para pedir una visa hacia Estados Unidos.

“Unos se van por reunificación familiar, otros quién sabe si se ganaron El Bombo, pagaron un matrimonio, o se marchan por causas políticas. O un familiar los invita y han puesto velas a cuanto santo existe con tal de que les den visa”, escribe Verónica Vega en Cubanet y va tras los pasos de quienes intentan viajar a Estados Unidos de forma Legal.

El mapa trazado por Vega comienza en los 21 CUC que deben desembolsar para que los mecanógrafos de los alrededores de la Oficina de Intereses llenen sus formularios. La ruta tiene detalles singulares. Los que pisan este predio imaginan estar cerca de la meta, con tan solo ver el azul del mar. Las ropas con que se presentan ante los diplomáticos nada tiene que ver con las prendas ajustadas, ni la escasez de telas en las blusas de las muchachas, “usan sus prendas más elegantes y sobrias”.

El segundo paso es resistir cuatro horas en una cola enorme, “con la planilla en la mano, 160 CUC plegados dentro del pasaporte y el corazón desorbitado” en la espera de obtener un turno.

En el intermedio hay opiniones de todo tipo: “Dicen que esa gente (los diplomáticos norteamericanos) no cree ni en su madre. No te muestres inseguro, míralos siempre a los ojos. Hay que estar a la viva. Si te preguntan ¿a quién usted deja aquí?, le dices: No, a quien yo tengo aquí. A mi hermana hasta le preguntaron por qué no se quedaba (en los Estados Unidos). No te pongas nerviosa, que sea Dios quien decida…”, señala citando a algunos de los que han pasado por tales trámites.

El tercer paso es puro control, apunta: “La meta ahora es la lejana ventanilla del cajero y para pagar los 160 CUC que dan derecho a una visa incierta”.

El resto de la “angustia” Verónica lo cuenta así:

Lo cuarto, una vez con el comprobante de pago grapado en la planilla, es seguir de pie esperando un turno frente a cualquiera de las ventanillas a la derecha. A muchos ya le sudan las manos haciendo más difícil detectar las huellas dactilares. Del otro lado del vidrio sellado, una voz enérgica da instrucciones a través de un micrófono.

Lo quinto es salir de ahí y pasar a la antesala del “salón de entrevistas”, donde otra vez registran los bolsos, los documentos, debe ponerse de frente, de espalda mientras le pasan el detector, y entrar para seguir la cola de los que ahora esperan le tomen por última vez las huellas dactilares. Aquí las mujeres de chalecos rojos tienen también guantes de nailon. Guían el tráfico de gente, una sonríe, trata de hacer bromas, señala unos “piecitos” pintados en el suelo que indican dónde colocarse para dar al brazo la extensión exacta

Lo sexto es avanzar junto a la banda negra que demarca el trayecto final. Allí son ubicados en grupos de tres o cuatro frente a las ventanillas de grueso cristal donde, ¡por fin!, un funcionario chequeará sus papeles, donde podrán intentar convencer con la mirada, los gestos firmes, las palabras parcas, de que son ciudadanos honorables, de que no violarán una ley, que sólo van de visita, que no piensan quedarse y que no serán un problema para el gobierno americano.

Lo séptimo es salir del “matadero”, como algunos le llaman en vindicativo susurro después que le devolvieron sus papeles con una negativa rotunda, una sentencia de distancia insalvable, de separación permanente, mientras salen por la puerta giratoria y ya en la calle, descubren que el aire cargado de salitre, que la proximidad del mar, puede ser tan falaz como cualquier espejismo.

Que un muro como el del Malecón puede ser tan parecido a una cárcel, que un mar tan apacible puede ser un abismo.

Que no se deben esperar privilegios de un gobierno ajeno cuando no se le han exigido al propio los derechos mínimos.

Calcular lo que hubieran resuelto esos 160 CUC perdidos… Tomar aire antes de hacer una llamada, escuchar el timbre, la voz ahogada (de los dos lados), y lograr decir:

-No vayas a comprar ningún pasaje.

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