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Santiago de Cuba llora y se honra del Arzobispo Meurice


Esta carta de José Luis González, miembro activo de la comunidad católica de la Diócesis Primada de Cuba, acólito y amigo del Arzobispo Meurice Estíu, refleja el sentir de miles de feligreses que desean compartirla con el pueblo de Cuba.

Mi eterno hermano, Mons. Pedro Meurice partió a la Casa del Padre, no es más que un hasta luego, no es más que un breve adiós.

Julio 21 en Santiago de Cuba amaneció con un día gris, las horas pasaron y a la media mañana llegó la noticia que Mons. Meurice había fallecido, fue una pólvora que corría en todas direcciones mencionando al querido Padre y eterno Pastor, ya no estaría fisicamente entre nosotros.

Avisé a varias personas y repasé en mi mente recuerdos de más de 45 años al lado de él y estaba seguro que un hombre de extraordinaria talla dejaba un vacío no rellenable, hombre de extraordinario calibre, humano, amigo a toda prueba, hermano para cualquier circunstancia, Padre para cualquier oportunidad y preparado para las situaciones más insospechadas que habría que asumir, de gran coraje que hizo de la Iglesia y su Patria su apasionada vocación.

Para los que le conocieron, así lo atestiguan, que sus puertas, las del corazón y casa, siempre estuvieron abiertas para todos, sabía calibrar el dolor humano, medir las necesidades humanas, sabía aconsejar para que no saliera con silencio de su mirada paterna, no conseguía ánimo para el pesimismo, por ello al filo del medio día una sorprendente e inesperada lluvia mojabanuestra ciudad con gotas como diciendo "el cielo llora porque el Padre se fue".

Entró en el corazón de los santiagueros y orientales, pero a decir verdad era admirado en toda Cuba. Celo pastoral, así lo demostró, cuando estuvo al servicio Pastoral en otra diócesis, sus hermano obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas quienes encontraban en él un espacio para ser escuchados, los laicos también estuvieron el privilegio de sentir a un Padre que sabía aconsejar con sabiduría y prudencia. Sus amigos siempre sabían buscarles, aún aquellos que le conocieron en edades muy tempranas con el nombre cariñoso de "Perucho".

La Iglesia tiene un espacio vacío que deja Mons. Pedro Meurice Estíu, aún recuerdo unas horas antes de partir para seguir su tratamiento que me dijo "yo vuelvo", así era Perucho, el hombre de más de 45 años que tuve que acompañar en distintas circunstancias, por ello siempre tendré un espacio permanente para seguir sus consejos.

Pablo, tú que le conocistes sabes de su calibre, cuando se hable y mencione de los hombres grandes de la Iglesia de Cuba, siempre se tendrá que hablar siempre de Mons. Meurice, para todos los cubanos él fue un motor de unión y así lo hizo con silencio, pero con probadas muestras.

Hasta sus familiares, míos también ya solo me resta decirle que "la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien con la Obra de la Vida", los cristianos recordamos siempre la frase bíblica "quien cree en mí no morirá jamás".

Un abrazo,

José Luis

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