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Cuando los rusos se ponen bravos con la comida


La mesa con un buffet preparado a lo ruso en Siberia.
La mesa con un buffet preparado a lo ruso en Siberia.

En nombre de la buena salud, en el Kremlin lanzan prohibiciones a cualquier producto foráneo, que encuentra buen mercado en Rusia.

Las autoridades sanitarias de Rusia dicen que los chocolates ucranianos no tienen la calidad requerida para que lo consuman los rusos, por lo que han prohibido su importación.

La firma Roshen, que exporta confituras a varios países de la Unión Europa y los Estados Unidos, no puede ahora vender ni un bombón, ni una tableta de chocolate en el mercado ruso.

Roshen dominaba entre el 15 y 20 por ciento del mercado ruso, que exporta de Ucrania el 70 por ciento del consumo de confiterías. En Rusia aumenta cada año el consumo de chocolate, pero no de fabricación rusa. El dueño de la empresa ucraniana, Peter Poroshenko, es una figura activa en la política ucraniana, partidario de la Revolución Naranja, diputado a la Duma y posible candidato a la alcaldía de Kiev en las venideras elecciones municipales. No es partidario de que su país se una a la Comunidad Aduanera que ha formado Rusia con Bielorrusia y Kazajistán.

En el 2012 Rusia prohibió los quesos ucranianos, aludiendo la mala calidad de estos, para volver a permitirlos semanas más tarde. Después se prohibió la compra de tuberías de Ucrania, citando de nuevo la calidad. Ahora los rusos se quejaron de que Kiev aumentó la tarifa a la importación de autos de segunda mano, que en la mayoría de los casos, vienen desde Rusia. Unas semanas más tarde se anunció la mala calidad de los chocolates ucranianos.

Los rusos si se ponen bravos quitan de la mesa la carne, el vino, los vegetales, el queso, y hasta el chocolate. En medio de un conflicto político, territorial o económico, Rusia aplica la misma medida – prohibir la entrada al país de cualquier producto alimenticio de la nación con quien disputan.

En nombre de la buena salud, en el Kremlin lanzan prohibiciones a cualquier producto foráneo, que encuentra buen mercado en Rusia. Un colega decía que los ucases, para prohibir alimentos de los vecinos son tan predecibles como las nevadas de invierno en Moscú.

En el 2006 pasó lo mismo con el vino georgiano antes de la guerra por Osetia del Sur y Abjasia. Toda la URSS bebía vino georgiano y moldavo, coñac de Armenia y vodka ruso. De pronto en Rusia declaran de poca calidad el vino que consumían por siglos. Igual suerte corrió el agua mineral Borjomi, que desde los tiempos de la corona estaba en la mesa imperial. Con Moldavia también utilizaron la técnica del vino. Un certificado de mala calidad y nada de entrada en Rusia las botellas de vino del Dniéster. Rusia es el mercado natural de los productores moldavos. Para el 2007 la disputa era con la carne polaca, lo mismo de aves que de vacuno.

Decían las autoridades sanitarias rusas que no había cumplimiento en las ordenanzas de cuidado en el procesamiento de las carnes, que al mismo tiempo eran vendidas en los países europeos. Nada de kolbasa polaca en la mesa rusa por casi dos años. La medida se aplicó también a los vegetales y frutas polacos, que tenían mercado seguro en su vecino oriental. El trasfondo de la medida eran los misiles estadounidenses que Varsovia estaba dispuesta a poner en suelo polaco. Y para el 2011 las verduras de España y Alemania eran los penalizados por Rusia, prohibiendo la exportación tras infectarse varias personas con E Coli.

La salud de los rusos, como el gas, se ha convertido en un instrumento de la política exterior del Kremlin, muy fácil de aplicar con los vecinos. Y no importa el producto: carne, queso o chocolate.
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    Álvaro Alba

    Historiador y periodista especializado en temas de Europa del Este y la ex Unión Soviética. Máster en Historia por la Universidad Estatal de Odesa, Ucrania. Premio Emmy 2017 (Emmy Award) en la categoría de Documental Histórico.

    Ha publicado en ABC, Diario de Las Américas, El Nuevo Herald, entre otros. Actualmente trabaja en MartiNoticias.com. Autor de Castro y Stalin, almas gemelas (2002); En la pupila del Kremlin (2011) y Rusia: la herencia del estalinismo (2012). Es Asociado Principal de Investigación (Senior Research Associate) del Centro de Estudios Cubanos (Cuban Studies Institute CSI) de Miami y miembro de la Asociación para Estudios Eslavos y del Este de Europa (ASEEES).

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