Los antihéroes son el rostro concreto de cualquier historia. A diferencia de los superhéroes, estos obreros de lo cotidiano sólo requieren de su sagacidad y sus conocimientos para culminar tareas que en la mayoría de los casos se consideran fuera de su alcance, y en otros, hasta imposibles.
La lista abarca todo tiempo y espacio, ficción o realidad. Desde la sueca Lisbeth Salander, hacker de 5 pies y 4 pulgadas de estatura con 88 libras de peso, capaz de desarticular una red paragubernamental en su país, hasta Rosa Parks, una enjuta costurera que inició el desmantelamiento del sistema de segregación racial en los Estados Unidos, nadie ejemplifica como estas personas ese famoso lema de “Nos sobrepondremos” (We shall overcome).
¿Su fórmula? Bien sencilla: trabajo, persistencia y confianza, nada de poderes o artificios sobrenaturales como Superman, Batman, o algún que otro man. No existe fórmula mágica para solucionar los conflictos verdaderos, puesto que son resultado de situaciones bien específicas que impactan la vida de los seres humanos. Mientras en Miami se argumentaba a favor o en contra del concierto de Pablo Milanés, en La Habana y Santiago de Cuba la oposición enfrentaba detenciones, golpizas, gases lacrimógenos y tropas antimotines. La realidad, como siempre, supera con creces la ficción y evidencia de qué lado están los verdaderos intolerantes.
Claro que la violencia del régimen no es noticia, puesto que se trata de una filosofía de gobierno y forma parte de su visión estratégica. No por gusto los oficiales encargados de dirigir estos ataques pertenecen a la sección de la policía política denominada “enfrentamiento”. Para el castrismo está bien claro cuál es la naturaleza del conflicto, y qué es lo que está en juego, la propia supervivencia del sistema.
Lo importante en el cacerolazo del mercado de Cuatro Caminos es el surgimiento de esa visión estratégica del lado de la oposición, al suceder a pocos días de una acción similar en las escalinatas del Capitolio, con apoyo de la población en ambos casos. La continuidad de las acciones está generando atención y acción, al punto de que 300 personas acompañaron hasta la estación de policía a las manifestantes detenidas en Cuatro Caminos, en lo que constituye una auténtica demostración popular no espontánea, sino provocada.
A pocos días el inicio del 3er Festival Internacional de la Rumba a celebrarse en La Habana del 1 al 6 de septiembre, dos cubanas de a pie le pusieron música de verdad a la capital cubana con su toque de cazuelas en el Mercado Único. Otra rumba con distinto toque se originó en Santiago, donde el ex preso de los 75, José Daniel Ferrer, reveló que el mayor Dorkis de la Seguridad del Estado ha llegado al punto de intentar una negociación con las Damas de Blanco y los activistas de la zona, al no poder detenerlos por medio de la violencia.
Más allá de cualquier resultado circunstancial que pueda surgir de una nueva “mediación” de la Iglesia Católica, lo cierto es que el principal factor de contención contra la violencia conque cuenta la oposición es su propia fuerza cívica, basada en el poder en números y su capacidad de movilizar a la población en un momento determinado. Cuba pertenece a este mundo y no a otro planeta, y si algo ha enseñado la Historia de las transiciones de dictaduras a democracias, especialmente en países comunistas, es que el cambio no ha provenido generalmente de súbitas iluminaciones o generación espontánea. Las excepciones, como bien establece un axioma matemático, no hacen más que confirmar la regla.
Por eso resulta más que curioso, inaudito, que a más de medio siglo de castrismo en Cuba, con toda una sucesión en plena marcha, todavía se crea en el cambio a partir de un proceso natural del sistema. Como mismo carece de sentido la polémica sobre Pablo Milanés porque diga lo que diga o cante lo que cante no va a cambiar al Exilio ni al régimen, tampoco hace sentido pensar en una transición a partir del debate público en un país de partido único.
Peor aún, que no se crea en la capacidad del pueblo cubano para lograrlo. ¿Quién si no nosotros? A diferencia de Jorge Márquez, un campesino de 62 años de Las Tunas que ha sobrevivido el impacto casual de 6 rayos, mujeres como Yvonne Mayesa; Rosario Morales; Sara Marta Fonseca; Mercedes Fresneda; Sonia Garro, Leidy Coca; Aymé Garcés; Belkis Cantillo y tantas otras Damas de Blanco y de Apoyo en los dos polos citadinos de la Isla, enfrentan conscientemente las descargas de violencia de la dictadura para demostrar su poder ante la represión. Merecen no sólo nuestro respeto, sino que además creamos en ellas.
Con el perdón de las figuras, los cambios no los ejecutan superhéroes de ningún tipo, sino que son el resultado del accionar de una multitud de antihéroes, en muchos casos anónimos, a través de los años. Estas mujeres son las que están sonando de verdad la rumba en la Habana, sin ningún concierto o festival de por medio. Otro gallo está comenzando a cantar, y veremos a quién le toca bailar con la más fea. De lo que no cabe a dudas es que, al final de la jornada, ellas han demostrado que saben sobreponerse.