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Rolando Cartaya/ El regreso del “Noescafé”


Granma acaba de anunciar el regreso al sistema de racionamiento del café mezclado; el aumento del precio del sobrecito normado de 5 a 10 pesos cubanos; y la eliminación de la cuota a los menores de 6 años.

Cuando llegué a Estados Unidos después de 36 años de privaciones y desmemorias gustativas en Cuba, todo lo que mi hermana “Coco” me daba a probar me parecía delicioso (¡Pobrecito, mi hermano, come más mi’jo, come más, que tú has pasado muchos trabajos en Cuba!).

Todo, menos el café. Al café le notaba un sabor un poco raro; Y no hablo de cualquier café, porque en aquellos días un amigo me llevó en su “transportation”a la Meca del cafecito cubano, a la famosa Calle 8 de la Pequeña Habana. Pero nada, también aquel café me supo raro, excéntrico, incompleto. Hasta que caí en cuenta de que el ser humano, para sobrevivir, a todo se adapta, hasta al café mezclado con chícharos.

Ahora, después de una pausa de cinco años, a nuestros hermanos en la isla les va a tocar volver a adaptarse a lo que algunos bromistas bautizaron por allá como “Noescafé”. Granma acaba de anunciar el regreso al sistema de racionamiento del café mezclado; el aumento del precio del sobrecito normado de 5 a 10 pesos cubanos; y la eliminación de la cuota a los menores de 6 años.

Me preguntó si esta vez no les venderán, en lugar de café mezclado con chícharos, chícharos mezclados con café y, como van los precios, mezclados por cinco minutos sólo para que cojan el olorcito.

Y me hago esa pregunta porque el aviso del MINCIN advierte que de un año para el otro la tonelada de café aumentó en el mercado mundial de 1,740 dólares a a 2,904, un precio que ya Raúl Castro había dicho en diciembre, ante la Asamblea Nacional, que no iban a poder darse el lujo de pagar, porque necesitarían desembolsar 47 millones de dólares.

Esto, para garantizar un mínimo de café a un país cuya gente, cuando no toma una tacita por la mañana, acaba con dolor de cabeza. Un país que antes se autoabastecía del aromático y exportaba sus excedentes. Que producía hasta 1961 --según datos que reproduce el blog Café Fuerte de Wilfredo Cancio Isla-- 60.000 toneladas de café anuales, y ahora produce 6.000. Un país (Raul Castro dixit) que enseñó a cultivar café a los vietnamitas y ahora tiene que importarlo de Vietnam.

El economista Oscar Espinosa Chepe me recuerda que ese toque del Rey Midas al revés (todo lo que tocan lo convierten en… recuerdos lejanos) también lo ha sufrido, entre otros sectores de la eonomía, la industria azucarera (sólo unas decenas de ingenios molieron en la última zafra).

Chepe señala que en el caso del café los agricultores ni siquiera tienen la relativa ventaja de los que producen viandas y hortalizas, a quienes les dejan para vender al público un 30 por ciento de su producción. Los cafetaleros tienen que venderle el ciento por ciento de lo que producen al Estado, al precio que éste les fije. (¿No fue algo así lo que condujo al Boston Tea Party y, en nuestra historia, a la Rebelión de los Vegueros?)

Y la misma situación de controles excesivos y falta de incentivos que ha conseguido encoger en un 90 por ciento la producción nacional de café, está despoblando las zonas cafetaleras tradicionales en las montañas de Oriente y del Escambray.

Raúl Castro dijo en diciembre: “si queremos, seguir tomando café puro y sin racionamiento, la única solución es producirlo en Cuba”. Pero entre la crisis y los resabios y retrancas de la cúpula, le veo más probabilidades a que vayan a tomarlo en la Calle 8….o en Vietnam.

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