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La disyuntiva peruana


De cara a las elecciones, Perú parece debatirse entre la izquierda representada por Humala y el populismo de Keiko Fujimori.

Aunque nadie puede asegurar todavía quienes serán los dos contendientes de una inevitable segunda vuelta en las elecciones de Perú (los comicios son el domingo y ninguno de los cinco candidatos tiene el 50 por ciento más uno de los votos requeridos para evitar el balotaje), ya el escritor Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura 2010, había adelantado que el país andino enfrentaría la amarga disyuntiva de escoger entre "el cáncer y el sida", si los candidatos que obtienen el mayor porcentaje en la votación, el próximo 10 de abril, son el ex militar izquierdista Ollanta Humala y la hija del ex presidente Alberto Fujimori, Keiko Fujimori.

La metáfora de Vargas Llosa no es solamente el exabrupto del intelectual que ve a Humala como el enemigo de los valores liberales que él defiende, y a Keiko como la extensión del político populista que lo derrotó en las elecciones de 1990. Es más que eso. Se trata de una frase muy bien pensada y mejor escogida, que dibuja un panorama inquietante para el Perú, a pesar de que las posiciones ideológicas entre ambos aspirantes a la presidencia no puedan ser más distantes y distintas.

Como en todo sistema democrático, las elecciones en Perú no son ajenas a esa incertidumbre que producen aquellos que sólo deciden su voto en los últimos días, lo que hace más difícil la predicción. Aún así, el candidato nacionalista Ollanta Humala se disparó en las intenciones de voto en cuatro sondeos (Pisos-Apoyo, CPI, Imasen e IMA) publicados el pasado domingo, convirtiéndose en el único candidato que tendría asegurado su pase a segunda vuelta.

La contienda se centra entonces en el segundo lugar, una disputa entre Keiko Fujimori, el ex presidente Alejandro Toledo, el ex ministro de Economía, Pedro Pablo Kuczynski y el ex alcalde de Lima, Luis Castañeda. Tres de ellos vinculados al pasado (Keiko hija de un presidente, Toledo lo fue él mismo y Kuczynski fue ex ministro de economía de éste último) de un país que, aunque ostenta el índice de crecimiento económico más elevado de América Latina, mantiene aún un tercio de sus treinta millones de habitantes viviendo por debajo de la línea de pobreza.

El pasado siempre cuenta en un proceso electoral. Para bien o para mal. Lo sabe Alan García que después de un primer gobierno marcado por la corrupción -aunque nunca fue encausado-, y perder las elecciones del año 2001 frente a Alejandro Toledo, en busca de un segundo mandato, retomó la presidencia de Perú al vencer a Humala, cinco años después.

Lo sabe el mismo Toledo, jalonado por un pasado de escándalos de corrupción y favoritismos. Y lo sabe muy bien el propio Vargas Llosa, que perdió su contienda contra Fujimori, entre otros factores, por sus comparecencias públicas junto al ex presidente Belaúnde Terry, considerado el padre de la democracia moderna peruana, pero al mismo tiempo, representante de un pasado que muy pocos querían resucitar.

Pero volvamos a las elecciones del próximo 10 de abril. Y asumamos que la segunda candidata para la segunda vuelta sea la hija de Fujimori -dando por descontado que Humala ya ha asegurado su pase al balotaje, con casi diez puntos por encima de sus seguidores-.
La ex congresista seguirá la gestión política de su padre (ha dicho recientemente ser hija de Alberto Fujimori a mucha honra, y se sabe que lo primero que hará, de ganar la presidencia, es decretar una amnistía para liberar al ex presidente encarcelado), con la diferencia de que ya no hay Sendero Luminoso que derrotar.

En el debate televisivo que sostuvieron el domingo pasado los cinco candidatos, Keiko lamentó que las administraciones posteriores a las de su padre no continuaron los programas sociales iniciados bajo su mandato, y recordó que las bases del crecimiento económico del que goza hoy el país (casi nueve por ciento) fueron establecidas con las medidas adoptadas en los noventa por el gobierno de "El Chino."

Los que la respaldan con su intención de voto aseguran que fue más importante la erradicación del terrorismo y la estabilidad económica alcanzada bajo el gobierno de Fujimori, que su destitución tras un escándalo de corrupción y la condena a 25 años de prisión acusado de violación a los derechos humanos en su década de poder, entre 1990 y el 2000.

Keiko Fujimori sería el sida, siguiendo la lógica del novelista. Y el cáncer, Ollanta Humana (se sabe que al igual que Keiko con su padre, liberará a su hermano Antauro, si resulta triunfador), a quien los peruanos comparan con el presidente Chávez y acusan de tener ideas radicales que van contra el crecimiento económico del país. De ganar el domingo estaría repitiendo el capítulo inicial de las elecciones del año 2006, cuando obtuvo poco más del 30 por ciento para asegurarse la primera votación, pero perdió luego en segunda vuelta frente al actual presidente Alan García.

La diferencia ahora es que el ex militar nacionalista ha moderado su discurso contra el libre mercado y la inversión privada, y ha adoptado en esta campaña un perfil similar al del ex mandatario brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, menos radical que Chávez, quien ahora evita ofrecer un abierto respaldo al único candidato de la izquierda.

De cualquier forma, Humala tiene que remar duro para ganar la presidencia en un balotaje previsto contra cualquiera de sus oponentes. Llámese Keiko Fujimori, Alejandro Toledo, Pedro Pablo Kuczynski, o el improbable Luis Castañeda.

Según los analistas, el escenario más probable es una segunda vuelta con Ollanta Humala y Keiko Fujimori disputándose la presidencia. Los dos candidatos más votados hasta el momento, pero al mismo tiempo -paradójicamente-, ambos cuentan con el rechazo de un cuarenta por ciento de la población, que ha asegurado que no votará por ninguno de los dos en una segunda vuelta.

Entonces la disyuntiva será la de escoger entre el cáncer y el sida, como apunta el autor de Conversación en la Catedral. Una disyuntiva que en uno de los casos remite a un pasado de autogolpe parlamentario y de violaciones a los derechos humanos; y en el otro, a un futuro de posible autoritarismo con un probable bolivarianismo del siglo XXI.

Incómoda elección, pero entre dos males siempre se suele optar por el menor. Sucede que lo difícil es identificarlo. Si los peruanos se equivocan y escogen el mayor, entonces terminaremos sabiendo, de una vez y para siempre, "cuándo se jodió el Perú".

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