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Revela la sentencia de Gross una grieta de seguridad en la Aduana cubana


Entre marzo y noviembre del 2009 ingresaron 63 equipos electrónicos, y al menos tres de conexión satelital BGAN, que fueron instalados y operados durante ocho meses en comunidades hebreas.

La sentencia dictada contra el contratista estadounidense Alan Gross, revela una significativa brecha de seguridad en la Aduana de Cuba y pone en duda la tan cuestionada eficiencia de los organismos de inteligencia del régimen.

Si los detalles de la sentencia son ciertos, desde el 30 de marzo de 2009 hasta su último viaje el 24 de noviembre del mismo año, Gross y algunos judios estadounidenses que viajaron a Cuba pasaron sin contratiempos por la Aduana del Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana, 63 equipos y sus aditamentos electrónicos, entre ellos tres equipos de conexión satelital BGAN, que permite acceso a Internet a través del satélite del operador Inmarsat.

En cinco viajes a Cuba, Gross instaló esos equipos para conformar tres redes con acceso satelital a Internet, que operaron durante ocho meses con conexión WiFi, en la sinagoga Beth Shalom del municipio Plaza en La Habana, en las sedes de la Comunidad Hebrea de Santiago de Cuba y Camagüey, respectivamente, seleccionando y entrenando a miembros de esas comunidades para su manejo y cuidado.

Una lectura cuidadosa del texto deja sin respuesta algunas interrogantes sobre las causas que provocaron su condena a 15 años de prisión.

El 30 de octubre de 2008 Gross había obtenido para su empresa Joint Bussines Development Center, el contrato de $250,000 para el Programa Democracia en Cuba, que desarrollaba la empresa Developtment Alternative Inc, con fondos de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional.

El proyecto estaba destinado a “apoyar los programas que permitan ampliar el alcance y la repercusión de la sociedad civil en Cuba”, según la convocatoria del contrato, y que Gross enfocó en la comunidad hebrea cubana para mejorar las comunicaciones entre todas sus comunidades del país y garantizar el acceso a Internet.

La Sentencia Número Dos de 2011, de la Sala de los Delitos Contra la Seguridad del Estado, del Tribunal Provincial Popular de La Habana, dice al respecto que las redes satelitales instaladas por Gross en las sinagogas de La Habana, Camagüey y Santiago de Cuba, tenían como objetivo real que “en su día, estos modernos medios de comunicación satelital pudieran ser empleados por los verdaderos destinatarios del Programa, los miembros de la contrarrevolución interna”.

Sin embargo, en las 25 páginas de la sentencia la única prueba aportada para vincular los equipos instalados en las sinagogas cubanas por Gross, con un plan para beneficiar a la oposición interna, es un documento titulado Cómo comunicarse con seguridad en ambientes represivos, supuestamente encontrado en la memoria flash que le ocuparon el día de su arresto.

Gross niega haber escrito ese documento que le atribuye fines políticos al programa y su abogada defensora, Armanda Nuris Piñero Sierra, impugnó “el hallazgo alegando que el develamiento de los referidos documentos y la creación de la copia-espejo de la misma, debió realizarse en presencia del inculpado y de notario público para garantizar la inalterabilidad de su contenido” conforme establece la Ley de Procedimiento Penal.

El tribunal, desechó el argumento de la abogada y “estimó que fue elaborado por él”, afirma la sentencia.

Los detalles de la sentencia difieren sustancialmente de las declaraciones públicas de dirigentes de la comunidad judía cubana que negaron desde un principio conocer a Gross.

En más de una ocasión la presidenta de la Comunidad Hebrea de Cuba, Adela Dworin, declaró a la prensa extranjera: “No necesitamos los sofisticados aparatos que, según se alega, Gross introdujo en Cuba. Nosotros tenemos Internet de forma legal".

William Miller, ex vicepresidente del Templo Beth Shalom declaró a la periodista Portia Siegelbaum, de la televisora CBS el 25 de febero de 2011: “Tenemos computadoras. Tenemos Internet. No necesitamos a personas como Alan Gross”.

Sin embargo, en el acta de sentencia queda claramente establecido que Gross conectó los equipos de acceso a Internet en tres sinagogas; que el propio Miller, quien testificó en el juicio, lo autorizó a instalarlos en el templo Beth Shalom y en su nombre Gross viajó a Santiago de Cuba, para reunirse con Eugenia Farin Levy de la Congregacion Hebrea en esa ciudad y conectar los equipos en ese centro. Lo mismo hizo en Camagüey con David Pernas Levy, presidente de la comunidad hebrea de esa provincia.

Es obvio que todos conocieron a Gross, lo que deja abierta dos interrogantes:

¿Por qué negaron que lo conocían?: ¿Por qué permitieron la instalación de los equipos de conexión satelital a Internet, si como afirmaron, no lo necesitaban porque todos tenían ya acceso a Internet?

En los cargos contra Gross se asegura que los miembros de la comunidad judía que colaboraron con él en la conexión satelital, no tenían idea de que el proyecto tenía un fin ulterior, dedicado a subvertir el orden político del país, según afirman las autoridades cubanas.

De la lectura de la sentencia se infiere que a principios de noviembre de 2009, Gross se puso en contacto con representantes de la Logia Masónica en Washington para implementar en esa organización en Cuba el mismo sistema de comunicación que ya había establecido en la comunidad hebrea.

Con esa finalidad viajó a La Habana el 24 de noviembre, para reunirse con el miembro de la Logia Masónica de Cuba, José Manuel Collera Vento, quien se reveló después en el juicio como el agente Gerardo de la Seguridad del Estado.

Fue su último viaje Cuba. El 2 de diciembre cuando intentaba regresar a Estados Unidos fue arrestado.

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