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Reconciliación


La reconciliación trasciende los conceptos de victoria o derrota

Con frecuencia y satisfacción escuchamos la palabra Reconciliación y es que consideramos que entre los valores trascendentales de la humanidad está el ejercicio de una relación armónica, de una unión de voluntades que pueda disipar o extinguir los motivos que causaron el conflicto.

Tengamos presente que la Reconciliación solo se produce como consecuencia de la ruptura de un acuerdo.

¿Es posible una reconciliación real, un reencuentro sincero más allá de los hechos que causaron la pugna? ¿Pueden sinceramente, la víctima y el abusador tolerarse, trabajar juntos, construir un futuro juntos? ¿La víctima tendrá capacidad de perdón? (no escribo sobre comprensión u olvido) y en el victimario ¿habrá desaparecido su inclinación al abuso, el desprecio a los derechos de su prójimo?

La víctima no responde a un patrón físico, pero sí de conducta y moral. Víctima puede ser cualquiera. Los derechos y la existencia misma de la víctima pueden ser anulados o extinguidos, pero la víctima puede ser un vencedor moral, siempre y cuando su formación, su acción de vida, responda a patrones éticos y no circunstanciales.

Sin embargo, hay que tener presente que en toda sociedad de violencia política hay victimarios que pudiéramos llamar de condición activa. Los individuos que se oponen a la opresión de manera militante y recurren a la fuerza para lograr el cese de la opresión oficial. Estos individuos pueden también llegar a cometer crímenes, violar los derechos de sus victimarios. ¿Dejó este individuo de ser víctima por el hecho de su rebelión? ¿Su acción violatoria lo iguala con el victimario de oficio?

El victimario al igual que su víctima tampoco tiene señales que lo identifique. Su moral y conducta pueden estar integrados a una sociedad estable y confundirse con la víctima. Pero la condición de victimario emerge en cultivo favorable, en un medio que estimule su actuación.

El victimario es un depredador y los límites de su depredación pueden ser ignorados por él. El victimario puede actuar por su propia inclinación o responder a una institución o Gobierno. El victimario oficial, el que medra en una sociedad sin derechos disfruta de impunidad para sus crímenes. Una sociedad represiva incentiva a la organización de los ruines y al envilecimiento de la misma.

El victimario, como ente aislado en una sociedad de derecho puede afectar al individuo o una parte de la comunidad, pero no al conjunto de ésta. El abuso institucionalizado, sistematizado, es el que crea la crisis y puede aterrorizar una sociedad en su totalidad.

Actualmente, la idea de Reconciliación supera la de la Paz, y es que el primer término es mucho más explícito en plantear lo que requiere una sociedad moderna después de una disputa. Reconciliación implica no solo el cese de la confrontación sino también junto a ésta un justo acomodo, una sola componenda y la capacidad de reconocer los mutuos errores, las culpas contraídas durante el conflicto.

La Reconciliación es una avenida de dos vías. Una voluntad de todas las partes. El torturador debe aceptar sus crímenes. El sectario admitir que persiguió, acosó y discriminó al que no pensaba y actuaba como él. La reconciliación no puede provenir solo de la víctima. No es un deseo unilateral del que fue sacrificado y que de nuevo, en virtud de su conciencia cívica, o por falta de memoria histórica, hace dejación de su derecho individual o colectivo a la justicia.

El victimario debe hacer conciencia que sus crímenes estaban más allá de la idea misma que decía defender. Admitir sus excesos puede ser una garantía de que en el futuro no incurra en pasados abusos aunque las circunstancias para ello le fueran favorables.

La Reconciliación trasciende los conceptos de victoria o derrota. En ella no hay espacio para vencedores o vencidos. La reconciliación es una avenencia ético-moral, un sincero acto de contrición en el que pueda fundamentarse la nueva sociedad, si las víctimas y victimarios hacen dejación de sus rencores los primeros, y de sus crueldades los últimos.

Pero dentro del concepto de reconciliación, no tiene que estar implícita la impunidad. La ausencia de sanción puede producir en la víctima sentimientos de frustración y la impunidad hacer más agresivo al criminal que no acepta su responsabilidad. El cuestionamiento de si una reconciliación debe implicar "punto final" a la historia criminal de los victimarios más destacados es un factor que inquieta a cualquiera que medite sobre el tema.

Para muchos, la señalización es parte fundamental de la idea de la Reconciliación. Estiman que una sociedad que no sancione el crimen se encuentra cimentada en la arbitrariedad y por lo tanto propensa a nuevas crisis sociales o políticas. Consideran que el nuevo Estado de derecho debe fundamentarse en el conocimiento más profundo del pasado y en la aplicación de sanciones contra los que violentaron los derechos del individuo.

Otros, creen en el denominado "Borrón y cuenta nueva"; opinan que es mejor dejar saldados todos los débitos para evitar cacerías humanas que puedan provocar el surgir de nuevos violadores, de vengadores que en un afán de justicia cometan nuevos crímenes, para ellos la paz se cementa en el olvido, en no renovar odios ni crear ambientes de revanchas aunque estas transiten por tribunales debidamente constituidos.

Sin dudas es complicado el tránsito de una sociedad de arbitrariedades, torturados, desaparecidos y fusilados a una de respeto, equilibrio y derecho.

El cambio de poderes, la sustitución de ideas dominantes y en consecuencia la constitución de otro sistema social no implica la transformación del hombre, pero sí puede significar el cambio de la condición de víctima a victimario si no se respeta al prójimo, por eso hay que esforzarse por mejorar la condición humana, procurar crear una sociedad en la que la libertad y el respeto a los derechos sea la meta principal.

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