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¿Qué quieren Fidel y Raúl Castro?


Fidel y Raúl son conscientes hoy de que la proximidad estadística de la incapacidad física o el desenlace biológico pone en peligro el futuro del clan.

Como era de esperar, la visita del expresidente norteamericano Jimmy Carter a La Habana ha suscitado una serie de conjeturas en torno a qué será lo que quieren Fidel y Raúl Castro. Una corriente de opinión se inclina por la eliminación del embargo económico, mientras que otra opta por la libertad de los cinco espías cubanos presos en Estados Unidos.

El primer argumento es atractivo, sobre todo después del discurso apocalíptico en el que Raúl Castro advierte a la población la urgente necesidad de reformar la economía para salvar la revolución, porque el país se encuentra al borde del abismo.

Sin embargo, este argumento parece más bien un recurso dialéctico que una inferencia válida, con la intención de crear pánico, proponer seguidamente la actualizacion del modelo socialista como último recurso, y lograr en síntesis que la población, acorralada en un callejón sin salida, acepte el despido masivo.

Uno puede argüir con toda confianza que la actual situación económica de Cuba no es tan grave como lo fue tras la desintegración de la Unión Soviética. El país sigue siendo un desastre económico, pero el volumen de ayuda que Venezuela presta a la isla probablemente supera ya el subsidio soviético, además de acuerdos estratégicos y convenios con China, Irán, Brasil y un número notable de países a los que alquila militares, médicos y deportistas.

Pero si Cuba nunca estuvo tan cerca del precipicio como en los años noventa, ¿por qué no se tomaron entonces las medidas draconianas de hoy? Se podría argumentar que no era necesario, las inversiones extranjeras aunque pálidas fueron suficientes para capear la tormenta.

Pero faltaba un factor humano esencial en la toma de decisiones: Fidel y Raúl eran todavía relativamente jóvenes; no tenían en aquel momento plena conciencia de su mortalidad.

Fidel y Raúl son conscientes hoy de que la proximidad estadística de la incapacidad física o el desenlace biológico pone en peligro el futuro del clan. "Estamos dispuestos a discutir todo lo que quieran y lo que queramos nosotros", dijo Raúl cuando despidió a Carter en el aeropuerto de La Habana. Y a continuación dejó escapar el verdadero meollo de la cosa: "Yo lo veré (dijo señalando hacia arriba) desde otro lugar". Por lo tanto, lo que está ahora en primer plano es asegurar el futuro de sus respectivas familias y conmilitones. Lo de salvar la revolución es puro teatro.

Implícito en la visita de Carter a La Habana (se siente uno inclinado a imaginar) figuraba la posibilidad de negociar en alguna medida el futuro de Cuba sin ellos. No voy a especular ni cuándo ni a cambio de qué, pero se sabe que en el mostrador hay turismo, petróleo, remesas y un asunto crucial: la emigración. ¿El embargo? ¡Por favor!

Son muchos los que piensan que el embargo conviene tanto a unos como a otros. A los Castro porque mantiene vivo el diferendo, y a Estados Unidos porque mantiene cerradas las arcas de los bancos a esos díscolos muchachos. Además, el embargo es flexible, aprieta pero no ahoga, como se pudo comprobar cuando el Congreso estadounidense autorizó la venta de alimentos y medicinas a Cuba en el año 2000, después que la isla fuera golpeada por tres huracanes.

Por otra parte, hay consenso en cuanto a que regímenes como el de Cuba son inmunes a las presiones económicas. Los mecanismos de control social (alimentos, vivienda, trabajo, educación y salud) le garantizan el sometimiento político. Se trata de una economía de subsistencia en la que el Partido Comunista conserva el monopolio de la distribución y consumo de todo. Esto le permite manipular la composición de la población y su distribución demográfica: el acceso de los ciudadanos a otros pueblos y ciudades e incluso al exterior. Son dueños de la llave, la cadena y el candado.

La segunda corriente de opinión sobre el viaje de Carter a La Habana gira en torno a los cinco espías cubanos de la denominada Red Avispa. Un argumento mucho más fuerte que el tema del embargo porque lo que está en juego es la palabra del comandante, empeñada el año pasado cuando aseguró en público que la liberación de los cinco era inminente.

Primero, crearon las condiciones para iniciar una negociación. El contratista estadounidense, Alan Gross, había visitado La Habana en más de una ocasión. Lo estudiaron bien, lo calibraron, sopesaron las posibles consecuencias y llegaron a la conclusión de que el hombre era la carnada ideal para la pesca mar afuera.

Era lógico que así fuera: uno no puede negociar con las manos vacías. En el proceso dialéctico hay que crear la crisis (Alan Gross) para ser escuchado por el antagonista o su emisario (Jimmy Carter), buscar la concesión apetecida (los cinco espías) y aprovechar la ocasión para hablar de las cosas que de verdad querían hablar (el futuro del clan). Recuerden las palabras de Raúl Castro en el aeropuerto de La Habana mientras miraba hacia arriba, la única forma de mirar cuando uno está en el pozo.

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