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Mejor callar


La fórmula sobre el deporte se replanteó con la ecuación “vivir del deporte” y extraerle al máximo todos los beneficios posibles.

Vivimos una época en que los adelantos tecnológicos hacen realidad lo que ayer fue ficción. Sin embargo, pese a ese aparente bienestar, vivimos tiempos difíciles, tiempos donde la esperanza se diluye dentro de una tremenda frustración existencial, tiempos de incomunicación y pérdida de valores espirituales, suplantados por el fetichismo del dinero y el éxito a toda costa.

Y no es que alcanzar el éxito y ganar dinero sean dos hechos malditos, sino que erigir una vida sumergido en esos dos conceptos solamente, se dejan escapar las particularidades que nos hacen humanos y caemos dentro del rango de simples maquinas programadas, sin un real sentido de la vida.

El deporte, como manifestación palpable de esta época enajenante, transita también por un camino que nadie puede avizorar hacia dónde conduce, pero el cual, de manera inexorable, se aparta día a día de los sentimientos que defendieron aquellos que contemplaban su práctica como una forma para vivir.

Hoy en día esas ideas son tomadas como arcaicas y la formula sobre el deporte se replanteó con la ecuación “vivir del deporte” y extraerle al máximo todos los beneficios posibles.

Lo peor de todo es que la actual tendencia aumenta y no hay forma para detenerla y, con el derrumbe del socialismo en Europa del este, aquellos que en distintas partes del mundo soñaban con la existencia de un mundo mejor y admiraban a esos países como ejemplo, comprobaron que dentro del edificio de mentiras que se construyó ese sistema, el cuarto dedicado al deporte fue también una gran farsa.

Los deportistas fueron manipulados por esos regímenes que desarrollaron al deporte, no como una acción humanística, sino parapetados dentro de un frio compartimiento ideológico donde los atletas solo servían como material desechable en su enfrentamiento contra el otro sistema político social.

El panorama para el deporte es, sin querer ser pesimista, sombrío sin grandes ideales humanistas. Goethe, aquel gran escritor alemán, cuando afirmó: “No existe ninguna situación que no pueda ser ennoblecida por el servicio o la paciencia”, no sabía que en el final del siglo XX e inicios del XXI una gran parte de la humanidad no creería en actos nobles y mucho menos paciencia sino está respaldado por un suculento cheque.

La situación es un verdadero callejón sin salida en que el deportista es la parte visible de un iceberg de intereses que hoy resulta el deporte y por ello es el más cuestionado. El quid del asunto es que sin respaldo económico no es posible tener resultados y si solo se buscan mejoras económicas, se abandona el espíritu de luchar por la esencia misma de la competencia deportiva.

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