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Los ingenuos y el odio entre cubanos


En el tema cubano las posiciones antagónicas son más comunes que las que buscan el equilibrio.

La ingenuidad absoluta puede ser peligrosa y perjudicial y "el que cree que en el mundo los diablos nunca andan sin cuernos y los locos sin cascabeles serán siempre víctima o juguete de ellos", como dijo el filósofo alemán Arthur Schopenhauer.

Es que en el tema cubano las posiciones antagónicas son más comunes que las que buscan el fiel y aquellos que examinan ángulos menos extremos -pensemos que con las mejores intenciones- a veces pecan de ser demasiados ingenuos.

Veamos por partes. Hay una corriente de pensamiento que apuesta por el diálogo como vehículo eficaz para solucionar los problemas, y al apoyar a esa tendencia le permiten a la dictadura castrista márgenes de confianza con la esperanza de una reciprocidad o al menos gestos similares.

El diálogo siempre es importante y abre caminos de entendimiento ¿pero el diálogo con quién y cómo? El régimen postula que nunca conversará con el exilio cubano, porque no reconoce a ninguna de sus organizaciones como para entablar una conversación coherente y sana y asegura que esos grupos son satélites de los Estados Unidos.

En el supuesto caso de una mesa de diálogo con el gobierno cubano, debe participar una amplia representación del exilio con todas las tendencias, la cual junto a los cubanos de la isla, sin dudas los principales protagonistas en este encuentro, diriman frente al gobierno castrista los temas más candentes de la agenda para el cambio democrático en la isla.

Sin embargo ese escenario es idílico y poco probable que ocurra mientras la camarilla de ancianos se encuentre al mando, sobre todo porque dentro de su dirigencia no dejaron a ningún joven capaz de promover nuevas ideas y aires de cambio.

¿Entonces, como pretender dialogar con quien no quiere dialogar con nosotros? Pero hay más, ¿cómo dialogar con quien emplea la violencia, la represión, el chantaje, la difamación contra quienes no comparten sus ideas?

Por supuesto que por un sentido elemental de la decencia no debemos utilizar los mismos métodos que emplea el castrismo, que prohíbe a los artistas, personas, libros y todo lo que considere como peligroso la entrada a la isla.

Una de las condiciones primarias de la democracia es que los individuos tienen derechos y esos derechos aunque no estemos de acuerdo se respetan. Es por eso que artistas de la isla llegan a los Estados Unidos y a Miami, enclave mayoritario de la oposición al régimen, y algunos insultan a miembros del exilio y elogian a la dictadura.

Creer que ese intercambio artístico desigual unirá al pueblo cubano es sumamente ingenuo, porque la única ventaja que tiene es que esos artistas que llegan a países democráticos pueden comparar esas naciones con lo que tienen en la isla y luego comentarlo con sus familias y conocidos.

La principal cara de la moneda es que la visita aumenta los ingresos económicos de los promotores y de esos mismos artistas, quienes operan sobre la nostalgia del exiliado.Y como en una democracia todas las voces tienen derechos, hay grupos que no están de acuerdo a que artistas identificados con el régimen canten en Miami.

Esa genuina discordia no significa que los cubanos odien a los cubanos, sofisma que siempre se esgrime como argumento cuando surgen las desavenencias. Digo sofisma o mentira, porque la inmensa mayoría de los cubanos que viven fuera de la isla no odian a sus compatriotas que residen en el caimán. Claro no se puede descartar que existan personas que tengan ese sentimiento, contra el sistema y sus representantes más populares.

En sentido general los cubanos que abandonan la isla por diferencias políticas u económicas no odian a sus hermanos de la isla. Entonces, ¿porque siempre cuando hay debates surge el espejismo del odio?

Muy fácil. Es otra treta del aparato de propaganda del castrismo y de sus agentes de influencia para confundir y engañar. En realidad el único que odia y lo hace por igual a los que están fuera como los que están dentro es el régimen castrista.

¿Quién de la noche a la mañana inventó un impuesto del 20 por ciento para reducir más el dinero de las remesas que envían los emigrados a sus familiares?

¿Quién escamotea los artículos que llevan las personas en los aeropuertos? ¿Quién se abroga el derecho a dejar a entrar a ciudadanos cubanos a su país? ¿Quien en el colmo de la crueldad no permite que hijos vean a sus padres o madres en sus lechos de muerte al rechazar el permiso de entrada a la isla?

Hay más, ¿quién es capaz de dar un permiso y luego cuando la persona llega a Cuba no dejarla pasar más allá de las puertas del aeropuerto y enviarlo en el próximo avión de regreso?

¿Quién confisca las propiedades de los ciudadanos, incluso los recuerdos familiares más íntimos, cuando un ciudadano decide irse del proyecto político?

La respuesta es fácil. El castrismo es el máximo responsable de todas estas acciones y muchas más, como la de azuzar a las masas contras indefensas personas que protestan.¿Eso no es odio del bueno? ¿No es maquiavélico?. Eso hace el gobierno castrista a los cubanos desde hace más de 50 años.

No conocer estos detalles y pensar que un sistema como ese puede cambiar de la noche a la mañana, solo con buenos gestos, es pecar de ingenuidad total. Hay que luchar de manera no violenta, pero hay que luchar y denunciar todos estos artilugios castristas que pretenden hacer quedar mal a los exiliados.

Por suerte el mundo ya sabe la catadura moral de ese sistema y los gobiernos del mundo, poco a poco, empiezan a denunciar sus atropellos y la sistemática violación de los derechos humanos en Cuba. Eso al menos los ingenuos deben saberlo. Y por favor no digan más que los cubanos nos odiamos cuando el verdadero promotor, ejecutor y gran productor de odio es el régimen castrista.

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