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La furia de los indignados se extiende por Europa


Los acampados de la Puerta del Sol de Madrid hayan escogido un término que denota pérdida, despojamiento, orfandad, para otorgarle un nombre al malestar que sienten ante el galopante deterioro de los niveles de vida como consecuencia de una crisis económica global y devastadora.

El movimiento ciudadano impulsado por jóvenes españoles conocido como M15, que reclama una verdadera democracia y una mejor distribución de la riqueza, y protesta contra la precariedad de la vida, el desempleo, los planes de austeridad impuestos a los ciudadanos, los recortes salariales y la falta de representatividad de los principales partidos políticos, se está convirtiendo en una "primavera europea".

En Grecia y la República Checa han tenido lugar manifestaciones públicas en las últimas semanas y ahora el reclamo de los españoles llega a Francia, donde los “indignados” jóvenes parisinos han anunciado la convocatoria de una acampada a la francesa.

Cada vez que ocurren movilizaciones de protesta en París resulta difícil no recordar el mayo del 68 cuando los jóvenes estudiantes tomaron las universidades de Nanterre y Nantes en las afueras de la urbe parisina, y la Sorbona en el Barrio Latino.

Después de los enfrentamientos en las calles con la policía, el levantamiento de las barricadas y el repentino y previsible apoyo a la revuelta por parte de intelectuales como Jean Paul Sartre, Gilles Deleuze, Michel Focault, Jacques Derrida y Pierre Bordieu (quienes pedían llevar “la imaginación al poder”), vendría el llamado a una huelga general (la mayor en la historia de Francia y posiblemente de toda Europa), el adelanto de las elecciones y la solicitud para la realización de un referéndum que perdió el gobierno y logró la retirada de De Gaulle de la escena política.

Esas fueron las consecuencias que desencadenó una simple protesta estudiantil contra las normativas internas de la universidad de Nanterre. Los resultados a un plazo más largo fueron las concesiones que tuvo que hacer el gobierno a una serie de reivindicaciones como la igualdad de derechos de la mujer y la Ley sobre el aborto, entre otras conquistas sociales que cambiaron la vida de los franceses para siempre.

Pero los orígenes de aquél mayo del 68 tal vez habría que buscarlos una década antes, cuando los jóvenes intelectuales y artistas europeos Guy-Ernest Debord, Asger Jons, Pinot Gallizio y otros cinco más se reunieron en un pueblecito de la costa de la Liguria italiana en 1957 y fundaron la Internacional Situacionista.

Los ocho jóvenes, de diferentes nacionalidades pero unidos por una visión punzante e irreverente de la creación artística y literaria, lo aborrecían todo: el capitalismo, el comunismo, el mercado, la política.

Sólo les interesaba provocar un conflicto de consecuencias sociales. Encender la chispa que incendia un bosque o extraer los tornillos que sostienen una estructura monumental para derribarla estrepitosamente.

Lo más importante era estar en el lugar y el momento oportuno. En cierto sentido, eran terroristas del estallido social. Y si bien es cierto que la mayoría de los estudiantes del mayo 68 francés no conocía las consignas de los ocho situacionistas (El aventurero es aquel que hace suceder las aventuras, no aquel a quien las aventuras le suceden), no es exagerado suponer que fueron los actores involuntarios de esos jóvenes que querían crear situaciones explosivas para, como postulaba Rimbaud, cambiar la vida.

Ahora los “indignados” franceses se llaman a sí mismos “Les désobeissants" (Los desobedientes), y se movilizan en solidaridad con los jóvenes españoles, para seguir su ejemplo y –como reza el manifiesto del colectivo francés -defender la“dignidad”, palabra griega que quiere decir llevar los dioses adentro, y uno de los pocos llamados valores del ser humano que desde los tiempos de la Grecia antigua ha sobrevivido hasta nuestros días.

No es casual que los acampados de la Puerta del Sol de Madrid hayan escogido un término que denota pérdida, despojamiento, orfandad, para otorgarle un nombre al malestar que sienten ante el galopante deterioro de los niveles de vida como consecuencia de una crisis económica global y devastadora, así como por la frustración de ver la impunidad con que han sido tratados los que la causaron. Aunque su fuente de inspiración está en el título ("Los indignados") del best-seller escrito por el ex diplomático y ex resistente francés Stéphane Hessel, que desde su publicación en 2010 vendió tres millones de ejemplares.

Según declaraciones recientes del autor, el movimiento ciudadano que se está extendiendo por otras ciudades europeas "tendrá repercusiones en otros países", porque "los pueblos se sienten dirigidos de forma imperfecta por sus gobernantes y quieren una renovación de la democracia".

Habrá que esperar a cuántos países más se extiende la influencia de los “indignados”, como sostiene Hessel, y qué resultados arrojarán los próximos acampamientos.

Por ahora basta con destacar que las protestas multitudinarias en los países antidemocráticos -como las revueltas en los países árabes- terminan siempre en represión y muerte, a diferencia de las que tienen lugar en las sociedades permisivas, donde los manifestantes concitan la adhesión ciudadana para exigir sus demandas en plena vía pública sin que se les arreste o desaloje.

Vale aclarar, siempre que no haya violencia en sus movilizaciones.

No por gusto Winston Churchill definió la democracia como “la peor forma de gobierno, con excepción de todas las demás formas de gobierno que han sido intentadas de tiempo en tiempo”.

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