A medida que la penetración de la poderosa ofensiva avanzaba hacia el sur de la ciudad donde aún había focos insurgentes, la Infantería de Marina de Estados Unidos buscaba en el distrito norte a insurgentes que pudieran haberse escondido detrás de las líneas de la Coalición.
“Ahora lo que estamos haciendo es matar a cualquiera que se haya quedado agazapado detrás de nosotros o quien nosotros no hayamos descubierto al pasar. Y también estamos destruyendo con explosivos sus depósitos de armas”, dijo el segundo teniente Adrian Pirvu, de 22 años, cuyo domicilio está en Dearborn, Michighan. Pirvu iba al frente de un destacamento de patrullaje del Tercer Batallón del Quinto Regimiento de la Infantería de Marina.
Potentes explosiones comenzaron a estremecer a Faluya al amanecer cuando aviones de la Fuerza Aérea de Estados Unidos atacaron con ametralladoras y en tierra las baterías de cañones de grueso calibre y los morteros hacían llover metralla sobre los objetivos militares. Los trozos de metralla volaban hasta varios cientos de metros de distancia.
Fuego nutrido de ametralladora se escuchaba en toda la ciudad. Había muy pocos civiles en las calles, pero sí muchos perros y gatos asustados por los estampidos del combate.
La Infantería de Marina evitaba andar por callejones que pudieran ser convertidos en trampas mortales por el enemigo. Los soldados pasaban por los vecindarios abriéndose paso con explosivo plástico para derribar puertas y tumbar paredes de casas a oscuras. También saltaban de tejado en tejado, llevando mandarrias para romper puertas de metal por donde se podía entrar a las escaleras interiores de los edificios.