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La ley contra el culto a la personalidad y la contradicción real en Cuba


VUELVE LA NORMALIDAD A LA HABANA TRAS NUEVE DÍAS DE DUELO POR CASTRO
VUELVE LA NORMALIDAD A LA HABANA TRAS NUEVE DÍAS DE DUELO POR CASTRO

Quizás para impedir que un día sus enemigos pudieran derribarlas, Fidel Castro nunca quiso estatuas.

En 1959, a pocas semanas del triunfo revolucionario, ordenó retirar una ubicada cerca del campamento Columbia que le había hecho el escultor italiano Enzo Galo y anunció una ley contra el culto a su persona.

Antes de morir, el 26 de noviembre de 2016, dejó dispuesto que no se le hicieran estatuas y que su nombre no fuese utilizado para bautizar cosa alguna.

Una mujer mira la fotografía de Fidel y Raúl Castro en su oficina.
Una mujer mira la fotografía de Fidel y Raúl Castro en su oficina.

El Comandante no tiene estatua. Ni falta que hace. Su rostro barbudo, generalmente con 20 años menos de los 90 que tenía cuando murió, está presente a cada paso en Cuba: en la primera plana de los periódicos, en la TV, en vallas y carteles en las calles, en fotos colocadas en sitios prominentes en oficinas, escuelas, hospitales o cuarteles de la policía.

¿De veras querría Fidel Castro evitar el culto a la personalidad, y que lo endiosaran, como a Mao o a Kim Il Sung?

Terco, incansable,estaba presente en todas partes, lo mismo en los huracanes que en los congresos científicos, opinando de todo, y nadie podía contradecirlo: sus órdenesno se discutían.

Sus discursos duraban horas. Tres, cuatro, más Lo mismo hablaba de economía que de política internacional, de ganadería, de lo que se le antojara. Poco antes de su retiro,en la Mesa Redonda televisiva, llegó a explicar cómo usar las ollas chinas y a recomendar remojaranlos frijoles varias horas antes de cocinarlos.

Fidel siempre era ensalzado, considerado infalible. La personificación del Gobierno, el Estado, el Partido; de “la Patria, la Revolución y el Socialismo”.Había que agradecerle todos y cada uno de “los logros de la revolución”.

Los funerales del Máximo Líder, a lo norcoreano, duraron nueve días. Pidió que no lo embalsamaran como a Lenin. Sus cenizas fueron guardadas en un monolito en el cementerio santiaguero Santa Ifigenia, junto a la tumba de José Martí. Tiene guardia de honor permanente y es lugar obligado de peregrinación para los fieles del castrismo.

El culto a Fidel Castro se reforzó con su muerte. El recuento-letanía póstumo de sus hechos y discursos fue lo que necesitaba para oxigenarse. En realidad, en sus últimos años, a pesar de que su sucesor le consultaba todas las decisiones, no le hacía mucho favor la imagen de un anciano testarudo y frágil que escribía confusas reflexiones en las que hacía predicciones apocalípticas y uso y abuso del corta y pega. La muerte vino a serel segundo aire que necesitaba.

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