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Peste a reformas


Las tácticas de los ineptos octogenarios que controlan el país no son reformas, sino apestosas maniobras con las que los decrépitos comunistas pretenden engatusar a los cubanos de la isla.

Cuando el gobierno castrista anunció la cumbre de su endémico partido, aparecieron en los medios de comunicación e informativos racimos de especulaciones y premoniciones acerca de lo que traería el cacareado congreso comunista. Terminada la reunión se supo, que los deseados cambios eran embuste y que la gastada retórica de los grotescos ancianos que raptaron el poder en Cuba, ponía en claro una milenaria regla social: las dictaduras no claudican.

Esta verdad, imponente y permanente no acalla las ansias de quienes, interesados por la realidad de la isla, buscan la quintaesencia del engendro que por más de medio siglo rige y hunde al país en la mas soberbia miseria. Quienes buscan explicaciones, anticipan predicciones y valoran condiciones, se pierden, casi siempre, en el presagio y abandonan la esencia natural y simple que ocasiona el daño fatal en Cuba.

Las tiranías no evolucionan. Los gobiernos autócratas no están interesados en la reformas. Los cambios en Cuba llegarán cuando el clan de vejetes obstinados y obcecados con el poder desaparezca. La génesis del progreso es la libertad, el origen del cambio es la transformación y el régimen castrista es el enemigo acérrimo de ambas. Las tácticas de los ineptos octogenarios que controlan el país no son reformas, sino apestosas maniobras con las que los decrépitos comunistas pretenden engatusar a los cubanos de la isla y entretener a la opinión pública.

Quienes desean ver a Cuba libre, deben saber que el verdadero cambio empieza con sustituir al régimen y no con reformarlo.

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