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La Habana huele muy mal


Basurero en La Habana
Basurero en La Habana

En los hogares, los centros de trabajo, los depósitos en las calles, todo lo que se tira a la basura cae en un mismo compartimento.

En Cuba no existe sociedad de consumo. Tampoco actividad industrial intensa. La cantidad de desechos no debía asustar. Pero el tratamiento de los desperdicios es preocupante, porque contamina al país y compromete a las futuras generaciones.

No existe una política correcta para tratar los desechos. Y si es cierto que la realidad cubana exige la solución de problemas más urgentes, el adónde va a parar la basura, no debería dejarse atrás.

Los buzos mal vistos

En los hogares, los centros de trabajo, los depósitos en las calles, todo lo que se tira a la basura cae en un mismo compartimento en donde no se distingue al vidrio del metal o de los biodegradables. Todo el conjunto va a parar a los vertederos, donde tampoco clasifican los desechos y facilitan su tratamiento.

Calles de La Habana / foto Víctor Ariel González
Calles de La Habana / foto Víctor Ariel González
Una de las maneras efectivas de lidiar con la basura es su reciclaje. En Cuba resulta una tarea en extremo difícil. No existe educación ni voluntad política encaminada hacia la necesaria separación de los desperdicios. Más aún, el Estado entorpece el proceso.

Ejemplo de ello es la actitud negativa hacia los “buzos”, que se dedican a buscar latas vacías de refrescos y cervezas para venderlas a empresas de recuperación de materias primas. Estos individuos son mal vistos por el gobierno pese a que su labor es ecológicamente loable y son socialmente útiles en tanto tienen un empleo honrado.

Más allá de no clasificar los desperdicios, el sistema ni siquiera reconoce el trabajo de los que pudieran llamarse “pequeños empresarios del aluminio”.

Si el resto de los materiales desechados también diese negocio, no cabe duda de que la industria de la recuperación de desechos florecería rápidamente y contribuiría al saneamiento de la ciudad.

Fuego en el gran basurero

Desde lo alto de una de las facultades del Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría se observaba cómo se elevaba una densa columna de humo, que nacía en las entrañas del gran basurero de Avenida 100. El tóxico espectáculo no tenía nada nuevo: la combustión incontrolada de desechos sería arrastrada por el viento hasta las aulas del recinto universitario. Los estudiantes que allí estaban recibiendo sus clases iban a inhalar cuanto químico indeseable generaba el incendio.

Sólo después de muchos siniestros — y repetidas quejas– fue que se eliminó la causa del fuego, dándosele cierto tratamiento a los desechos. La descomposición de grandes cantidades de materia orgánica puede generar el calor suficiente para que se desaten fuegos accidentales.

Apagado el fuego, el mal olor del Vertedero de Avenida 100 continuó azotando a la población circundante.

El primer error es ubicar el enorme basurero en medio del municipio Marianao, cerca de zonas muy transitadas pero, por supuesto, bien alejado de los barrios habaneros en donde vive la clase dirigente del país.

Falta de contenedores

Otro de los problemas es la falta de depósitos de basura y las irregularidades en su recogida. Al camión recolector, como todo vehículo estatal, le roban combustible o piezas. Los tanques de basura también son producto del vandalismo. Sus ruedas son ideales para fabricar carretillas de vendedores ambulantes. Los desechos se acumulan por días en las esquinas.

Ni hablar de las redes sanitarias. El crecimiento poblacional ha hecho colapsar los sistemas de recogida y tratamiento de las aguas. Y las construcciones que se levantan carecen de las más elementales normas técnicas. Se encuentran comunidades enteras con un alcantarillado deficiente y hasta inexistente. Las Aguas albañales corren por las calles, o se filtran hacia las capas inferiores del terreno contaminando los manantiales, mientras que las vertidas en ríos y mares destruyen varios ecosistemas a su paso.

El descontrol, la acumulación de desechos y el deterioro de los sistemas de tratamiento de agua, contribuyen a que en Cuba exista el peligro de una epidemia extendida. Ya se han comenzado a ver las señales de la crisis sanitaria: el resurgimiento de enfermedades que estaban erradicadas del territorio nacional indica que la inmundicia que nos rodea tendrá consecuencias desastrosas.

Publicado en Cubanet el 26 de noviembre de 2013.
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