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Hay que proteger a estos niños


Decenas de rosas, fotos, globos y recuerdos de todo tipo adornan la calle Canfield Dr. en donde murió el joven Michael Brown. [Foto: Gesell Tobias, VOA]
Decenas de rosas, fotos, globos y recuerdos de todo tipo adornan la calle Canfield Dr. en donde murió el joven Michael Brown. [Foto: Gesell Tobias, VOA]

Aquí tratamos de ser más humanitarios. Por lo menos decimos que debiéramos de permitirles hablar con un abogado para tratar de evitar la temida deportación.

Casi todo el mundo está de acuerdo en decir que los miles de niños centroamericanos que entran a Estados Unidos por la frontera con México constituyen una seria crisis humanitaria para este país. Por lo menos eso es lo primero que dicen.

Después entran al juego los políticos. Pero esta crisis no favorece ni a los republicanos ni a los demócratas. Mancha tanto al poder ejecutivo como al congreso – senadores y representantes de ambos partidos. Muchos de ellos presentan soluciones legales al problema con vista a ver cuan rápido pueden deportar a estos niños a sus países de origen.

Lo que proponen muestra poca compasión.

Ambos partidos se recriminan mutuamente. Voceros en la Casa blanca dicen que la razón por la cual no pueden deportar a los niños con celeridad es porque una ley aprobada unánimemente en 1998 y firmada por el presidente George W. Bush ata las manos de la administración. La ley fue diseñada para proteger a mujeres.

Los republicanos dicen que la Casa Blanca bien pudo haber previsto esta crisis y esforzarse en detenerla antes de que se convirtiera en una crisis enorme. Pero ya los números impiden una salida fácil. En el año fiscal que transcurre, ya son más de 52,000 niños los que han cruzado la frontera. Ellos están siendo almacenados en hangares donde les dan de comer y un espacio para dormir. Por ahora no les han dado acceso a abogados ni a un proceso legal para determinar que va a ocurrir con ellos.

Los políticos y muchas personas en el país no quieren ver las crisis. Ellos dicen: “esta no es mi responsabilidad. Por favor depórtenlos con rapidez”.

Algunos, los más pensantes, traen a colación las causas del problema. La mayoría de estos niños vienen huyendo de la violencia en El Salvador, Honduras y Guatemala, los tres países más violentos en América Central, y en el caso de Honduras, en el mundo. Allí las maras – muchas de ellas compuestas por pandilleros deportados de Estados Unidos – persiguen a estos niños y les dicen: “o te unes a nosotros o te matamos”.

Por eso es que estos niños huyen de sus países.

En el mundo que vivimos, hay lugares donde las crisis humanitarias son mayores que la de estos niños. En Irak, Siria y muchos países africanos son cientos de miles los que huyen de la guerra o la violencia en sus países. Ellos viven en campos de refugiados en condiciones infrahumanas. Pero por lo menos nadie habla de deportarles.

Aquí tratamos de ser más humanitarios. Por lo menos decimos que debiéramos de permitirles hablar con un abogado para tratar de evitar la temida deportación. El proceso legal tarda y siempre hay los que quieren evadirlo o acortarlo para mandar estos niños de vuelta a casa.

Con anterioridad presidentes republicanos y demócratas han resuelto problemas similares otorgándole a refugiados de América Central y Haití un estatus legal que les permite vivir y trabajar legalmente en este país. En estos casos les han otorgado un TPS (o sea un estatus temporal que los ampara). En el pasado eso es lo que han hecho con refugiados que venían a Estados Unidos huyendo de la guerra, de terremotos o huracanes en sus países de origen. Hay cientos de miles de personas que viven con este tipo de permiso en Estados Unidos.

No veo razones por las cuales no se les podría dar algo parecido a estos niños.

Hay que tratar de ayudar a erradicar la pobreza y la violencia en estos países. Pero eso lleva tiempo y dinero. No puede ser el primer paso determinar que hacer con estos niños. No debemos sacrificar a estos pobres niños. Estados Unidos es un país de inmigrantes. Aquí debe de haber organizaciones que con ayuda gubernamental se encarguen de darle techo y amparo a estos niños – por los menos hasta que un juez de inmigración determine si el peligro que corren en sus países es los suficientemente legal para permitirle quedarse en Estados Unidos.

Además muchos pueden ir a casa de familiares.

Eso es lo que exige la ley.

Ya es hora de que paremos la búsqueda de fórmulas rápidas e ilegales para deportar a estos niños. No podemos permitirnos el lujo de decir que este país teme una invasión de niños.

Estos niños, al igual que muchos otros grupos de inmigrantes, son la esencia de lo que este país es. Ellos arriesgan todo para llegar a nuestro país. Así que tenemos que parar de quejarnos y trabajemos para encontrar una solución humanitaria a esta crisis.

Guillermo I. Martínez reside en el sur de la Florida. Su dirección electrónica es Guimar123@gmail.com.

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