Las ofensivas tienen el objetivo de desalojar a bandas insurgentes que han matado a más de 620 personas desde el 28 de abril cuando se anunció el nuevo gobierno iraquí. Se estima que muchos de los insurgentes son extranjeros que han penetrado por la frontera siria.
Siria está sometida a considerables presiones para que impida que esos guerrilleros extranjeros entren en Iraq infiltrándose por la frontera de 380 millas de largo (680 kilómetros). Estados Unidos e Iraq han estado demandando más esfuerzos del gobierno sirio.
La semana pasada el primer ministro iraquí Ibrahim Al-Yaafari dijo que en breve visitará Siria para hablar del problema de la infiltración subversiva con funcionarios del gobierno de Damasco.
En los primeros días de mayo fuerzas americanas condujeron una operación de una semana en la ciudad de Kuaim y otras poblaciones iraquíes cercanas a la frontera con Siria para desalojar a extremistas aliados del jefe terrorista jordano Abu Musab Al-Zarkahui y destruirles sus rutas de contrabando hacia Siria. En esa operación murieron por lo menos 125 extremistas y nueve soldados de la Infantería de Marina de Estados Unidos, según informaron fuentes militares.
Una declaración hecha en Internet el martes a nombre del grupo terrorista de Al-Zarkahui — Al-Kaeda en Iraq — dijo que el cabecilla terrorista está herido, pero las autoridades de Estados Unidos recibieron eso con cautela, diciendo que no sabían si el anuncio era auténtico y que pudiera tener el propósito de desorientar.
Al-Zarkahui ha dicho que está justificado matar a shiítas iraquíes de cualquier edad y sexo.
Políticos y clérigos shiítas y sunitas (de la secta musulmana rival) han intensificado sus esfuerzos para hallar la manera de terminar la crisis sectaria que amenaza con degenerar en guerra civil.
Se estima que los sunitas que se oponen al nuevo gobierno son el núcleo de la insurgencia y han estado atacando a los shiítas.