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El primer tronado


Por lo general cuando la población recibe información de un tronado, en su esquela mortuoria siempre le aparecen frases como que esa persona tenía “fuertes tendencias hacia la autosuficiencia”; siempre reciben “observaciones del Partido” y siempre, siempre, estas víctimas, “reconocen sus equivocaciones”.

Para un dirigente de la nomenclatura castrista caer tronado es peor que una mentada de madre a grito pelado, un callo en el dedo chiquitico o sufrir dolor de muelas.

La palabra TRONADO, por si sola, les produce, a nuestros dirigentes de la isla, los mismos escalofríos que cuando a un vampiro le hablan del agua bendita, el ajo y el crucifijo.

A partir de ese momento que desciende el rayo aniquilador del puesto, el dirigente sufre la metamorfosis de convertirse en un ciudadano de a pie, sin carro, viajes a Varadero, los vuelos internacionales y todo lo que se le pegaba, de acuerdo a su rango y posición dentro de la escala del régimen.

Según la enciclopedia Vox, tronado significa:

Deteriorado por efecto del uso o del tiempo. Arruinado, empobrecido. Loco, ido. ¡! Recórcholis! y ¡recontracáspita!. ¡Todas pegan!

Todas las acepciones son perfectas, descriptivas del estado como quedan esos hombres y mujeres favorecidos por el régimen, quienes pierden los beneficios del poder, ya sea por una mala gestión o por incomodar al jefe, como ocurrió con el doctor Héctor Terry, quien se atrevió en público a contradecir al máximo de todos los máximos.

Terry, viceministro de higiene y epidemiología, salió respondón y, de manera “desconsiderada”, cuando el iluminado dijo que el problema de la neuritis óptica se debía a mala higiene, dijo que la cosa de los ojos era por falta de vitaminas. Terry en aquel tiempo adelantó, sin saberlo, lo que después Pánfilo acuñó en la frase histórica de ¡JAAAAAMA!

Decir que una enfermedad en el paraíso socialista ocurría por falta de jama, condumio, alimentos, víveres, papa, era algo que el líder de todos los líderes no lo pudo perdonar y al día siguiente, cuando Terry fue a su oficina, se encontró que le cambiaron la cerradura de la puerta y todas sus pertenencias estaban fuera. El máximo lo tronó, sin muchos miramientos.

Sin embargo lo que no saben muchos es que el primer dirigente tronado del castrismo fue…. ¡el mismo!

Si, el líder de todos los líderes se hizo el harakiri, se sacrificó y se auto-tronó. Claro, con un cuchillo de mentiritas y bajo una puesta en escena envidiable.

En realidad más que tronarse, el astuto jefe máximo de todos los máximos, lo que hizo fue algo que se llama enroque en el ajedrez. Sencillamente se cambió de un lado para otro. La victima de su magistral jugada en que se tronó, sin tronarse, fue el cándido presidente Manuel Urrutia, quien creyó en un principio que fungiría como mandatario del recién gobierno instaurado.

Urrutia fue llamado a la presidencia por su enhiesta actitud el 14 de marzo de 1957, cuando en su cargo de juez, respetó los derechos concebidos en la carta magna para 150 hombres acusados por acciones antigubernamentales. El magistrado Urrutia en la Audiencia de Oriente, dictaminó que en vista del golpe de estado de Batista y su retención ilegal del poder, los enjuiciados actuaron de acuerdo a sus derechos constitucionales y por tanto quedaban absueltos.

De esa manera el 3 de enero de 1959 en Santiago de Cuba, el jefe de la Sierra Maestra anuncia como presidente a Urrutia y al Dr José Miró Cardona, primer ministro. En ese mismo acto Urrutia delega, como parecía lógico, en el todavía no máximo las funciones de Comandante en Jefe de las Fuerzas del Aire, Mar y Tierra, del naciente gobierno.

Cinco días después el flamante comandante en jefe, llega a La Habana y Urrutia lo recibe en la terraza norte del Palacio y dice: “ la democracia cubana se considera honrada con la presencia del gran héroe, del líder más abnegado de la historia, quien después de derrocar la dictadura con su esfuerzo admirable, no ha tomado el poder en sus manos, sino que lo ha puesto en un hombre en quien él tiene fe”.

¡Pobre Urrutia!, no sabía con quien lidiaba.

El “más abnegado líder” no se conformó con el puesto de comandante en jefe de todas las tropas y el 13 de febrero de 1959, consiguió que Miró Cardona renunciara a su favor, el cargo de Primer ministro. Luego, desde esa posición despidió, el 11 de junio de ese mismo año, a los seis ministros liberales del gobierno de transición de Urrutia y cuando el crédulo Urrutia comenzó a molestar, logró tronarlo al tronarse el mismo un mes después.

Veamos como hizo su jugada digna de un final del ajedrecista Capablanca. Como Urrutia acudió a un canal de televisión y denunció la infiltración comunista y de que el Primer ministro pretendía instaurar una dictadura, el máximo, rencoroso y vengativo tomó medidas drásticas.

Entonces, el 17 de julio DE 1959, el máximo rebelde dimitió y publica el abandono en su periódico Revolución, con letras enormes dentro de la primera plana: RENUNCIA FIDEL.

La población enloqueció, salieron a las calles a protestar por semejante injusticia.

¡Pobres gentes!, tampoco sabían que les esperaba.

Así, todo dispuesto a su favor, esa noche el hombre, ya encumbrado en la cima del poder, fue a la televisión y condenó a Urrutia, quien tuvo que esconderse y dos días después, disfrazado de lechero, pidió asilo político en la embajada de Venezuela.

Transitoriamente el Primer Ministro y Comandante en jefe colocó a otro presidente, Osvaldo Dórticos, quien llegó a sabiendas que sería un mandatario de vitrina, porque el verdadero poder lo detentaría el máximo, que ya a esas alturas era el máximo de todos los máximos.

La presidencia de Dórticos pasaría a la historia con el nombre de “cucharita”, ya que no podía ni pinchar, ni cortar. Tal vez por eso el hombre decidió suicidarse el 23 de junio de 1983. ¿Quién sabe?

Ya instalado en el sillón real, y con todo el poder sobre villas y castillas, inició su oleada de tronados que van desde los más severos, como fueron los fusilados Arnaldo Ochoa y Tony de la Guardia, pasando por el encarcelamiento al estilo de Luis Orlando Domínguez, hasta el más usual del plan pijama donde la victima recibe un salario, pero no sabe donde lo colocaran otra vez.

Por lo general cuando la población recibe información de un tronado, en su esquela mortuoria siempre le aparecen frases como que esa persona tenía “fuertes tendencias hacia la autosuficiencia”; siempre reciben “observaciones del Partido” y siempre, siempre, estas víctimas, “reconocen sus equivocaciones”. ¡Qué maravillosa es la democracia socialista y que autocríticos son los tronados!

Ese es el colmo del castrismo. Le dan una patada en el trasero a sus víctimas y luego le piden, al estilo de Vito Corleone de: “te hare una propuesta que no podrás rechazar”, que sonrían y juren que se merecen la patada.

Esperemos que más temprano que tarde salgan tronados todos los miembros de ese gobierno castrista y la historia le ofrezca una sabrosa coz.

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