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El diálogo infinito


"Pero esta vez no es Moscú, sino La Habana, y el morbo de hoy no es observar el cadáver insepulto del líder de los bolcheviques, sino el deseo insano casi profano de oler rastrojos de Fidel"

Para que un plan surta efecto y parezca natural, debe tener un 10 % de ejecución, y un 90 de preparación. Todo comenzó una tarde cuando Zuleika Romay, Premio Casa de las Américas y presidenta del Instituto Cubano del Libro, anunciara en conferencia de prensa, el pasado 3 de febrero en la Casa del Alba, que como parte de un programa para atraer invitados, Fidel Castro recibiría a los libreros y escritores asistentes a la edición 21 de la Feria Internacional del Libro que del 9 al 19 se celebra en La Habana.

Muchos, arrastrados por una curiosidad lindante con lo sacrílego, viajaron para entrar al mausoleo de granito rojo y negro, diseñado por el prestigioso arquitecto Alexei Shchusev, donde descansan los restos del embalsamado Vladimir Ilich (Lenin). Pero esta vez no es Moscú, sino La Habana, y el morbo de hoy no es observar el cadáver insepulto del líder de los bolcheviques, sino el deseo insano casi profano de oler rastrojos de Fidel.

En la mañana del viernes comenzó el desfile nupcial con melodía de marcha fúnebre. Adolfo Pérez Esquivel (Premio Nobel de la Paz), Sergio Pitol (Premio Cervantes 2005), Stella Calloni, Carlo Frabetti, Francois Houtart, Frei Betto, Ignacio Ramonet, Atilio Borón, Farruco Sesto, Miguel Bonasso… por solo citar algunos. Y así frente a todos quedó el bastidor de un añoso novio infiel excedido en muecas y huérfano de atractivos.

Como era de esperar, y cual si fuera un trío de ranas que por mucho que las besen no se convierten en princesas ni cesan de croar; el coro de estrellas gigantes (según el viejo diagrama de Hertzsprung-Russell), hicieron gala al desatino y en vez de cantarle a los libros, o por ser febrero al amor, optaron por la apología, ya manida, de los peligros que amenazan la paz.

De una y veinte de la tarde, hasta pasadas las 10; este grupo de personas que hace de la literatura un oficio y de la imaginación su modus vivendi, hablaron de posibles conflictos, de la injusticia global, amenazas, luchas, flagelaciones, autocríticas, sacrificios, indignados, victorias y del riesgo de extinción.

Entre grietas el encuentro nos dejó ver la respuesta de por qué a la intelectualidad de izquierda le riman siempre “Feria” y “Guerra”. Porque el aprecio tiene un precio, y hay quien parece brillante hasta que decide dialogar. El debate de los invitados sobre el sistema mediático global y la información como mercancía gratuita, hizo que el Ministro de Cultura, Abel Prieto desde la diestra del señor, más penitente que displicente y obviando el honor como precepto, alzando la voz, les habló de "silencio y manipulación”.

"Lo menos que podemos hacer – balbuceó en ese momento el compañero Fidel, haciendo un esfuerzo increíble para demostrar que alguna vez bondad y verdad formaron parte de una recóndita virtud - es lograr que la población esté informada". Por Dios!! y ahí no terminó la verborrea desvergonzada del chef de la demencia y la maldad que en lugar de una reunión, debería estar en prisión. A horas del día del amor, el caudillo anti cupido decidió cerrar el acto con un horrible "Hay que luchar”.

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