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Cristina I. La emperatriz


La presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner junto a su hijo Máximo.
La presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner junto a su hijo Máximo.

El autoritarismo de Fernández se corresponde a los tiempos en los que gobernaron Catalina la Grande de Rusia, o las reinas Isabel I y Victoria de Inglaterra.

Considerando sus propuestas de gobierno, las decisiones tomadas en sus mandato y los resultados de su gestión, es evidente que a la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, lo que más le interesa es demostrar que es quien “manda” y que su autoridad es incuestionable.

El autoritarismo de Fernández se corresponde a los tiempos en los que gobernaron Catalina la Grande de Rusia, o las reinas Isabel I y Victoria de Inglaterra, por solo mencionar tres de las mujeres que a través de la historia dieron muestra de una voluntad de mando que si bien se correspondía a los tiempos de las monarquías absolutas o de las autocracias, no se corresponde con el siglo XXI.

Cristina enmarca perfectamente en la estirpe de políticos que usan el sistema democrático para acceder al poder pero cuando lo alcanzan, procuran imponer reglas y condiciones que satisfagan sus intereses y veden los derechos de sus enemigos o adversarios o políticos.

Un ejemplo fueron las tensas relaciones entre los Kirchner y José Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, al extremo que los contactos entre el gobierno y el cardenal fueron muy escasos.

Sin embargo la mandataria ha viajado cuatro veces a Roma a expensas del estado argentino en poco más de un año para entrevistarse con Francisco, el cardenal que la presidenta no quería, pero que adora como Papa, porque los titulares de estos encuentros en la prensa, tanto en el país como en el exterior, siempre son positivos para el visitante.

La forma de gobernar de la viuda de Néstor Kirchner, fundador de la que podría ser una dinastía política si logran enganchar en la noria del poder a Máximo, hijo de ambos, guarda más semejanzas con los regímenes bolivarianos que con el resto de los gobiernos legítimamente electos del hemisferio.

La presencia de Máximo Kirchner en un mitin político en el que destacó la figura de la mandataria y la vigencia de su proyecto de gobierno, deja entrever que el heredero está al acecho y que es muy probable que aspire a alguna posición electa en los próximos comicios que se efectuaran en el país.

Máximo, participa de manera relevante en un movimiento político llamado La Cámpora que es la vanguardia del kirchenerismo organizado, que en alguna medida, según analistas, pretende cubrir el espacio dejado por el grupo subversivo Montonero, pero ajustándose a las formulas políticas de estos tiempos.

El hijo de sus padres también cuenta con la maquinaria electoral de su progenitora, herencia de Néstor, lo que sin dudas aporta numerosos e importantes recursos a una eventual campaña electoral.

Muchos de los dirigentes de la Cámpora ocupan posiciones en el gobierno, en dependencias estatales o son legisladores. La organización ha sido un instrumento útil en las administraciones de los Kirchener e imprescindible para que la dinastía pueda seguir siendo, al menos, un importante elemento en la política argentina.

Son varios los factores, incluido el despotismo, junto a su intención de controlar las instituciones del estado, en particular el Poder Judicial, los que identifican a Cristina Fernández con los gobernantes del Socialismo del Siglo XXI.

Su proyecto de democratizar la justicia tenía como objetivo el control político de los tribunales como ocurre en Venezuela, Ecuador y Nicaragua. Cuba esta fuera de esta lista, en la isla no hay ni sombra de justicia.

La presidenta argentina al igual que sus pares bolivarianos está a favor de fortalecer el estado, limitar las actividades económicas independientes y en particular controlar los medios de comunicación.

Cristina al igual que el desaparecido Hugo Chávez y Rafael Correa son gobernantes mediáticos. Gustan del espectáculo, del circo, para que sus partidarios no se percaten de sus depredaciones.

Recurrir al nacionalismo extremo es una práctica común. Hacer el papel de víctima de conspiraciones externas e internas, es un recurso útil para acentuar el control sobre el país.

El fortalecimiento del estado favorece el crecimiento de la burocracia que se traduce tanto en la dependencia de más ciudadanos de la voluntad de quienes gobiernan, como en la multiplicación de trabas administrativas que dificultan las actividades económicas independientes de los planes gubernamentales.

La corrupción bajo el gobierno de Fernández se ha profundizado. En un reporte del Foro Económico Mundial, Argentina fue situada en la posición 139 de 144 países. Según el informe los aspectos más importantes son: el favoritismo en las decisiones del Gobierno, la ineficiencia del Estado y el despilfarro de los fondos públicos.

Cristina comparte con sus pares bolivarianos la pasión por la notoriedad, la criminalización de la oposición y la decisión de controlar los medios para imponer su “verdad” e impedir las críticas, pero también, y esto es parte del histrionismo compartido, de ser la estrella fulgurante de cada informativo.

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    Pedro Corzo

    Pedro Corzo, Santa Clara, 1943. Trabajó en Radio Martí desde 1998 hasta el 2021. Conferencista y escritor. Residió en Venezuela durante doce años y colaboró allí en varios medios de información.

    Es presentador del programa Opiniones de WLRN, Canal 17 y columnista de El Nuevo Herald. Ha producido varios documentales históricos, entre ellos Zapata, Boitel y Los Sin Derechos.

    Entre sus libros se cuentan Cuba, Cronología, Perfiles del Poder, La Porfía de la Razón, Guevara Anatomía de un Mito,  Cuba, Desplazados y Pueblos Cautivos y El Espionaje Cubano en Estados Unidos. 

    En mayo del 2017 recibió la Medalla de la Libertad que otorga el gobernador del estado de la Florida.

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