Al referirse a las Fuerzas Armadas venezolanas, Chávez anunció también el aumento sustancial del contingente de tropa y la compra adicional de material de guerra.
Esta reacción del presidente venezolano pudiese entenderse como una respuesta inmediata a la detención de mas de un centenar de supuestos paramilitares colombianos en las afueras de Caracas la pasada semana y que su gobierno acusa de haber estado entrenándose para derrocar a su Presidente.
Durante su discurso, Chávez se dedicó, como ya es su costumbre, a agredir a los Estados Unidos y refiriéndose a las maniobras desestabilizadoras en contra de su gobierno planificadas (según él) desde Miami y Bogotá, dijo : “...la fórmula es sencilla: cazar al Presidente, dejar que se desate el caos en el país y entonces llamar a Estados Unidos para que ponga orden y de paso, (ponga) la mano sobre las reservas petroleras más importantes del Hemisferio Occidental”.
En su interminable diatriba contra el gobierno del presidente George W. Bush, Chávez agregó: “... una arremetida sangrienta contra Venezuela, promovida por el imperialismo norteamericano y sus lacayos, tendría una respuesta contundente de muchos pueblos de América Latina y el Caribe”.
Chávez también sostuvo que ha reaparecido el “viejo imperialismo norteamericano” y que éste, aunque quizás durante las últimas décadas había mostrado una cara amable, se la había quitado con las invasiones a Afganistán e Iraq.
Aún cuando Chávez negó que el gobierno del Presidente Colombiano Alvaro Uribe estuviese directamente involucrado con el caso de los paramilitares, vinculó a sectores de Washington a lo sucedido.
La Casa Blanca por su parte, acusada por Chávez de estar envuelta en una conspiración internacional en contra del gobierno venezolano, calificó de “irresponsables” esos señalamientos.