El déspota, según el columnista Natalio Botana, es un personaje que mezcla la brutalidad y la astucia para conservar el poder que detenta, convirtiéndose en un administrador del miedo.
Refiriéndose al caso de la neurocirujana Hilda Molina, el escritor destaca que una madre cubana no puede reunirse con su familiar porque a Castro se le ocurrió que el encuentro no podía celebrarse en Argentina.
El artículo precisa que esto ocurre en el marco de la personalización del mando, donde el déspota se mantiene en poder sin sucesión. Por eso, indica el columnista, el caso cubano, con su gobierno unipersonal, refleja el modelo de Hitler en Alemania, Mussolini en Italia y Franco en España.
Botana concluye que el apoyo que recibe Castro en círculos diplomáticos demuestra que la plenitud de los derechos humanos es aún un ideal por perfeccionar, pero que una buena filosofía democrática debe estar comprometida con las libertades comunes en vez de héroes legendarios de una revolución imposible.