El obispo Jia Zhiguo pasó 20 años en prisión por no afiliarse a la Iglesia Católica china, que está controlada por el Estado y no reconoce la autoridad del Vaticano.
Pekín autoriza la práctica religiosa sólo en templos que están bajo el control oficial, pero millones de personas asisten a iglesias clandestinas.
Las autoridades chinas dicen que protegen la libertad de culto, sin embargo, han intensificado la represión contra los grupos religiosos que actúan fuera del control oficial.