Con la belleza natural de la isla cubana no es difícil entender que los cruceros cargados de turistas canadienses, polacos, británicos, rusos y belgas incrementen sus visitas a Cuba, como acaba de anunciar la Oficina de Turismo oficial.
Disfrutar de las bellísimas playas de Varadero en Matanzas y Guardalavaca en Holguín –por sólo citar dos joyas de arena fina y aguas cristalinas entre los tesoros turísticos cubanos- es realmente un sueño en vida para cualquier turista en el mundo.
Claro, si Cuba fuese un país con libertades, en donde no se penalizaran las diferencias de opinión, en donde no se encarcelaran y torturaran a los opositores políticos, en donde los blogueros y periodistas independientes tuviesen acceso libre al Internet, en donde la iniciativa y la propiedad privada estuviesen garantizadas y no asfixiadas por el centralismo estatista, en donde Gloria Estefan y Willy Chirino pudiesen cantar a toda voz en la Plaza de la Catedral, y en donde el cubano pudiese gritar, viajar, construir su vivienda, postularse y votar por cualquier partido político existente, definitivamente Cuba integraría el concierto de naciones libres y civilizadas.
Entonces de ser así, el país sería libre y podría recibir a más de 10 millones de turistas al año, como calculan las grandes agencias turísticas del mundo, en lugar de la cifra insignificante de dos millones y un poco más que anuncia el gobierno castrista para el año en curso.
Otro gallo cantaría en Cuba si su rostro oficial se humanizara, se liberalizara, y se ratificaran el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, y el Protocolo contra la Tortura.
Esa es la verdadera aspiración en la conciencia del pueblo cubano, la libertad, el bienestar y el respeto a lo ajeno.