La influencer Sulmira Martínez Pérez y el activista Daniel Moreno de la Peña fueron obligados a pronunciar, en casos separados, una autoinculpación frente a las cámaras de video, mientras estaban recluidos en Villa Marista, el cuartel general de la Seguridad del Estado en La Habana.
Posteriormente, los videos fueron difundidos por la prensa cubana en medio de fuertes críticas de los periodistas del régimen.
"En Cuba la dictadura tortura y fuerza a la autoinculpación a los ciudadanos que aspiran a la libertad", declaró en Facebook la opositora Carolina Barrero.
"¡Cuánto habrán torturado a Sulmira y a Daniel en los centros de la Seguridad del Estado durante estos tres meses para conseguir esas 'confesiones'! Son tan sng**0s que ni siquiera son capaces de soltarlos después de perpetrar la infamia", lamentó en redes sociales la activista Saily González Velazquez.
Sulmira Martínez Pérez está siendo acusada de “instigación a delinquir” después que escribiera en #SalemCubaCensura: "Para los que dicen que el que empuja no se da golpes: Estoy planeando una manifestación, es pa' la calle, no detrás de una pantalla".
Daniel Moreno de la Peña fue arrestado el 10 de enero en Santiago de Cuba. Está bajo un proceso penal por supuestos vínculos con un grupo del exilio denominado X Cuba y acusado de delitos contra la Seguridad del Estado e instigación a delinquir.
"Facebook es una plataforma en la que tú te puedes hacer notar bastante rápido por cualquier cosa. Siempre quise sobresalir entre los demás, pero bueno, no sabía cómo. Decidí abrirme una cuenta en contra del proceso revolucionario con el nombre de Salem Cuba Censura. Me la creé por dinero, porque me hacía falta el dinero", dijo Sulmira Martínez Pérez, de 21 años de edad, en el video transmitido por el Noticiero Nacional de la Televisión.
El programa Razones de Cuba difundió en YouTube el video de Moreno de la Peña, en el cual describe supuestas acciones ilegales, como recibir dinero de exiliados para quemar propiedades en la isla.
El artista cubano Hamlet Lavastida también se pronunció sobre este proceso de detención y autoinculpación, pero de forma extensa, ya que tiene amplia experiencia en lo ocurrido.
El estuvo en Villa Marista por 87 días en el año 2021. Fue declarado prisionero de conciencia por Amnistía Internacional y puesto en libertad tras aceptar el destierro.
En un post en Facebook afirma que Sulmira y Daniel fueron torturados mentalmente. En los procesos de Villa Marista "estás totalmente desorientado con lo que en verdad ocurre". Describe recintos chicos, oscuros e interrogatorios largos y repetidos.
"Todas las preguntas ocurren detrás de las cámaras y en presencia del instructor de tu caso; o sea, el interrogador de turno, un oficial del MININT casi siempre con grado de Teniente Coronel, y un Coronel".
"Y es que con estas tácticas se busca precisamente el colapso de la voluntad para, a partir de ahí, conseguir una auto exposición conducida por los interrogadores, pues ellos te van indicando, orientando las preguntas", añade Lavastida.
El texto completo de Lavastida, publicado en Facebook:
Después de una extensiva y prolongada exposición a tortura psicológica durante meses, es que te llevan allí, que es en realidad hacia allá abajo, y esto ocurre sin previo aviso.
Es la misma locación donde aparecen Sulmira Martínez y Daniel Moreno. De alguna forma te hacen ver que vas a salir de allí, de Villa Marista; es decir, estás totalmente desorientado con lo que en verdad ocurre.
Luego de ser llamado por tu número a tu celda, te trasladan a un pequeño cuarto y te vuelven a vestir de civil con la misma ropa con que llegaste a Villa Marista. El pequeño cuarto está lleno de colchones sucios y trapos medios podridos. Te conducen desde tu celda, a través del pasillo, hacia otro espacio, una suerte de lobby improvisado que tienen en la tercera planta para recepcionar a los detenidos y para que los oficiales hagan sus fichas y sus cambios de turnos.
En ese mismo lobby, detrás de la mesa de “recepción”, tienen colgadas de la pared los grilletes llamados “Chakiras”, como una especie de instalación-advertencia o algo por el estilo. Allí esperas, siempre con la cabeza al frente, pegada a la pared que te trasladen hacia abajo, nunca hacia arriba, pues todo en Villa Marista desde la tercera planta, queda hacia abajo. Luego vas bajando escaleras, sigues bajando hasta llegar a lo que parece ser un sótano. Llegas a un largo pasillo sucio, oscuro y humedecido que se filtra de agua. La cabeza casi te choca al techo, por lo pequeño y reducido de ese interminable pasillo.
Mientras esto ocurre, vas siendo custodiado y conducido por un Capitán que te va introduciendo en otro pasillo en el que puedes ver las paredes enmohecidas y reventadas por la humedad. Vas pasando puertas tapiadas de metal, ves candados cerrados. Detrás de esas puertas uno supone que haya algo, o alguien. Nunca sabes bien, en Villa Marista nunca se sabe bien.
Te paran ˗Manos atrás, detenido. Espere aquí, detenido. Después de varios minutos con la cabeza contra la pared, se abre la puerta ˗Ya puede entrar, detenido.
Al entrar ya está todo el escenario armado, una laptop a tu izquierda, un sofá silla y otras sillas más. Un extraño espectáculo de lo que son un manojo de cables, computadoras abiertas y discos duros desarmados en el suelo. Todo esto encima de una alfombra polvorienta que sirve para insonorizar. Es ahí donde otra forma de interrogatorio sucede, y es que sucede con cámaras delante.
En mi caso ocurrió de la manera siguiente: dos micrófonos abajo, dos cámaras en sus respectivos trípodes y otros dos focos de luz, todo enfocado hacia el “objetivo”, que es el interrogado. Todas las preguntas ocurren detrás de las cámaras y en presencia del “instructor de tu caso”; o sea, el interrogador de turno, un oficial del MININT casi siempre con grado de Teniente Coronel, y un Coronel.
También hay otro hombre bastante joven, Mayor de la DGCI, Contrainteligencia al parecer, piel blanca, como la piel de quien pasa las muchas horas bajo aire acondicionado. Este oficial es quien está siempre detrás de las cámaras, el operador, por así decirlo.
Las preguntas son las mismas, se repiten de diferentes formas una y otra vez y acentuando el énfasis. Te piden que hables más alto, más claro, que digas lo mismo que se supone que dijiste en los interrogatorios anteriores, o lo que aún no has dicho. Al estar dentro de este espectáculo milimétrica y deliberadamente planificado, sabes que ya estás juzgado y que esta suerte de “tres fiscales” ya han decidido tu sentencia. Ellos insisten en que esto no es nada, que tu testimonio sirve de constancia para mostrarle a fiscalía, que producto del aislamiento por el Covid (fue lo que me dijeron, en mi caso) era necesario grabar dicho testimonio. Entonces echan mano de papeles ya redactados, lo que ellos llaman “las pruebas” y “los hechos”. ¿Una suerte de guión, quién sabe?
Uno sale aterrado de ese lugar, repensando y reparando en qué fue lo que uno dijo allí. Si tu testimonio puede o no ser usado y convertido en autoinculpación. Si uno dijo una palabra de más, si uno inculpó a alguien más. Si fue uno llevado, a partir de esta desorientación, a decir algo erróneo o mencionó las mismas palabras que estos oficiales pusieron en tu boca. ¿Qué van a pensar tus amigos cuando te vean en TV Nacional? ¿Qué pensaría tu familia, y tus propios interrogadores, al ver que ya te has doblegado en esta extraña exposición de descripciones y recuerdos? ¿Uno piensa en la posible edición que harán de ese testimonio, si una postura tal, si ubicar una mano por aquí o por allá ayudaría? ¿Si cambiar de posturas constantemente puede dificultarles el proceso de esa deliberada edición y manipulación de los videos filmados?
Uno llega incluso a pensar en si te dan la oportunidad de hacer otro video, pudieras quizás estructurar tus ideas de forma más elocuente, de manera que sean más difícil de manipular.
Y es que con estas tácticas se busca precisamente el colapso de la voluntad para, a partir de ahí, conseguir una auto exposición conducida por los interrogadores, pues ellos te van indicando, orientando las preguntas. A partir de este punto uno queda neutralizado, paralizado por la sorpresa de verse conducido a tal trance. Ya a estas alturas comienza la confusión entre las preguntas y las respuestas dictadas y deliberadamente conducidas. Es así como se logran los testimonios falsos, los testimonios incoherentes, parcializados, poco objetivos, así es como se logran que algunos se auto inculpen de delitos no sucedidos, mucho menos cometidos.
Esta experiencia pudiese ser la mayor y una de las más explícitas formas de tortura psicológica a la que también fueron reducidos varios manifestantes del 11J que compartieron celda conmigo, y que compartieron conmigo testimonios sobre el mismo modus operandi.
Más adelante uno se da cuenta que esto es hasta ilegal, que uno debe negarse automáticamente y no acceder a hacer ningún video, enmudecer ante tal estrategia de auto exposición. ¿Pero cómo saber que esto ocurre? ¿Cómo saber cuándo esto va a suceder? ¿Quién te advierte de esto? ¿Qué manual te instruye a tal efecto?
En mi caso, al menos en mi caso, aún estoy esperando ver en TV nacional el video sobre mi persona. Aunque no sé, me pregunto si lo habrán archivado, junto con tantos papeles dictados y redactados. No creo que haya dicho algo que les fuese productivo o sensible. Quizás si le hubiese sido efectivo, ya todos lo hubiésemos visto. Y si lo hubiésemos visto, quizás jamás pudiese haber relatado todo esto que estoy contando aquí? ¿Quién sabe? en Villa Marista nunca se sabe.
¡Hasta un día!
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