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Los automóviles: división de clases a la cubana


Los autos cero kilómetros, flamantes y con todos los juguetes seguirán siendo utilizados por el poder como zanahoria y símbolo de estatus para premiar a dirigentes y (algunas clases de) profesionales leales.

En la novela Rebelión en la Granja, de George Orwell, una de sus mordaces alegorías sobre el estalinismo, la revolución de los animales dejó por escrito en una pared siete mandamientos sagrados para la nueva sociedad, de los cuales el más importante era el séptimo: "Todos los animales son iguales".

Pero con el tiempo, los mandamientos se fueron destiñendo en el muro, la casta de los marranos empezó a violarlos a discreción, y cuando el cerdo Napoleón se convirtió en dictador absoluto, el séptimo, el único que todavía era legible, fue corregido y aumentado: "Todos los animales son iguales, pero unos son más iguales que otros".

Dicen que la realidad a veces imita a la ficción, y así en Cuba, la Constitución Socialista proclama en su artículo 41 que "todos los ciudadanos gozan de iguales derechos". Sin embargo, el reciente decreto-ley 292 sobre la compraventa de automóviles demuestra que, como en toda buena sociedad estalinista, unos cubanos gozan de más derechos que otros.

En su Capítulo Tercero, artículo 5.1 sobre la compraventa de vehículos de motor en entidades comercializadoras, el Decreto establece que "el Ministro del Transporte podrá autorizar a personas naturales cubanas y extranjeras con residencia permanente, la compra de un vehículo de motor en pesos convertibles, en las entidades comercializadoras del país", una autorización que -precisa-"se dará, en todo caso, a personas que hayan obtenido los ingresos en moneda libremente convertible o en pesos convertibles, COMO RESULTADO DE SU TRABAJO, EN FUNCIONES ASIGNADAS POR EL ESTADO O EN INTERÉS DE ÉSTE".

En pocas palabras: los autos cero kilómetros, flamantes y con todos los juguetes seguirán siendo utilizados por el poder como zanahoria y símbolo de estatus para premiar a dirigentes y (algunas clases de) profesionales leales. Para los demás ciudadanos quedarán los almendrones americanos, y ahora también los Ladas y Moskóvich de antes del desmerengamiento, remendados y vueltos a remendar, poco menos de lo que en Estados Unidos conocemos como un "transportation"

El periodista independiente y blogger Reynaldo Escobar dice al respecto en Diario de Cuba que este "derecho de pernada sobre la virginidad automotriz, será extendido por el patriarcal Estado a los hijos que considera legítimos", continuando un mecanismo que venía funcionando desde hace unos quince años y que se plasmaba en una carta firmada por el entonces todopoderoso vicepresidente Carlos Lage.

Escobar atribuye esta discriminación a que "los hilos de la piñata" solo alcanzan para un grupo de elegidos.

Por su parte el economista independiente Oscar Espinosa Chepe señala en Cubaencuentro que "la nueva legislación, en líneas generales, permite la compra-venta de vehículos usados, la mayoría absolutamente amortizados, quedando los nuevos a cargo del Estado para entregar a las personas seleccionadas".

De tal forma -añade Chepe-"los campesinos, los cuentapropistas o las personas que reciban dinero de sus familiares desde el exterior seguirán sin posibilidades de adquirir vehículos nuevos, pues el Estado continuará su política segregacionista y excluyente para fomentar el clientelismo, así como obligar a actitudes de doble moral, a fin de poder progresar en esta Cuba dominada por el totalitarismo durante más de 52 años.

El corresponsal en La Habana de BBC Mundo, Fernando Ravsberg, revela en su blog Cartas desde Cuba que periodistas nacionales le preguntaron al viceministro de transporte, Eduardo Rodriguez, por qué unos cubanos podían comprar autos nuevos y otros no. Su respuesta en síntesis fue que así lo establecen los lineamientos del Partido Comunista. (esto viene de arriba, compañeros).

Es difícil comprender -comenta el periodista-- por qué se le permite comprar un automóvil nuevo a un pintor o a un músico y se le prohíbe a un campesino que ha ganado su dinero regando con sudor los campos para que todos los cubanos coman y el país ahorre; o a los trabajadores autónomos, cuyo número se triplicó y un día serán la mayoría de la población laboral. O al personal de salud en el exterior, la principal fuente de ingreso de divisas del país, que paga con sus servicios la factura petrolera nacional. Nadie debería tener más derecho que ellos, opina Ravsberg.

Esta legislación -asevera el autor-"privilegia a unos cubanos en detrimento de otros (…) crea ciudadanos de primera y segunda clase, estableciendo un precedente legal tan nefasto como innecesario".

Concluye preguntándose Fernando Ravsberg si tal vez el Ministerio de Justicia podría exponer los argumentos legales por los que se excluye a una parte de la ciudadanía, sobre todo cuando hace muy poco (exactamente el 1ro de agosto pasado ante la Asamblea Nacional) el propio Raúl Castro declaró que "todos los cubanos, sin excepción, somos iguales ante la ley". Bueno, el cerdo Napoleón al menos fue un poco más sincero.



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