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Carta a los jóvenes cubanos


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Carta a los jóvenes cubanos

No le hago un cumplido a nadie cuando afirmo que los cubanos podemos construir una de las sociedades más modernas, participativas y desarrolladas de nuestro tiempo.

Nuestro país tiene todo lo que necesita para emprender el camino hacia el estado de bienestar y la calidad de vida de su pueblo. Pero carece de un sistema político adecuado, que remueva las oxidadas bases históricas que rigen la vida en el país, depositando sobre el individuo la responsabilidad para el logro de sus proyectos, sin interferencias arbitrarias y creando las mejores condiciones para su total desarrollo en libertad.

Como joven me he preguntado muchas veces: ¿Qué sería mejor?

¿Acaso esperar a que la muy acomodada Dirección Histórica de la Revolución decida algún día tomar conciencia de su responsabilidad y emprenda los cambios reales que el país necesita?
¿Acaso irme del país como miles de cubanos para intentar realizarme como ser humano en otras tierras?

¿Acaso hacerme cómplice de la clase dominante, acomodándome en un puesto desde el cual le sirvo al amo y a cambio gano confort y tranquilidad, olvidándome del resto de los cubanos y de sus necesidades?

¿Acaso hacerme el tonto, no mirar a mí alrededor, inventarme una felicidad efímera y artificial, reírme a carcajadas en la esquina y robar en mi centro de trabajo lo que puedo para comer y vestir?

¿Acaso meterme en el lucrativo negocio de algunos “culturosos” e “intelectualosos” que dicen verdades a medias para no quedar mal ante sus públicos pero que por detrás del telón disfrutan de excepcionales privilegios que el estado les otorga por no decir toda la verdad?

Por más que analizo esas variantes, que muchos escogen a mí alrededor, no me siento cómodo con ninguna. Mi conciencia no deja de gritarme, de presionarme, de recordarme que tengo un deber, y no es otro que intentar que mi país despierte de su prolongado sueño y empiece a moverse antes de que sea imposible alcanzar al resto del mundo, cada vez más dinámico y veloz.

Seguramente no soy el único que siente ese llamado, miles de jóvenes a lo largo y ancho del país se debaten entre las mismas dudas, los mismos pensamientos, los mismos sueños. Pero nos han dicho que no podemos, que no llegaremos, que no somos capaces… todo eso es falso, las verdaderas barreras están en nuestras mentes, han sido puestas allí con una sola intención: que nos rindamos antes de intentarlo.

Los hombres y mujeres que integramos este movimiento, asumimos el reto y la responsabilidad que la historia nos impone: Demostrar que en el seno de nuestra maltrecha sociedad aún existen personas que pueden levantar la bandera de la esperanza y emprender, tanto en lo material como lo espiritual, la reconstrucción de la patria.

Yo los invito a todos ustedes, convencido de que esta lucha es justa, a no dejarnos rendir como generación.

¡Paz, desarrollo y vida para nuestro pueblo!

Ing. Eliecer L. Ávila Cicilia
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