El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) presentó a Nicolás Maduro, un ideólogo entrenado por Cuba y el hombre que Chávez, por entonces enfermo de cáncer, ungió como su heredero en diciembre. Su contrincante fue el candidato de Primero Justicia, Henrique Capriles, gobernador del estado de Miranda y el primer político que ha sido capaz de unir a la oposición desde la llegada del chavismo en 1998, afirma un artículo del Wall Street Journal.
Los resultados oficiales concedieron la victoria a Maduro por un estrecho margen, discutido por Capriles, quien además exige el conteo del cien por cien de los votos ante supuestas irregulariddes en las urnas. Una victoria de Maduro era más probable no sólo por el voto de compasión para el difunto Chávez. Por más de una década, los chavistas han estado usando el poder estatal para hacer trampa, intimidar y gastar fuertemente para llegar primero a la meta. Se les prohibió a los analistas internacionales enviar misiones a Venezuela, y a Capriles le fue negado el acceso a casi todas las estaciones de radio y televisión durante la campaña. Un triunfo opositor hubiera sido inesperado.
El ‘factor Cuba’ pesó demasiado, tanto en el transcurso de la campaña presidencial como en las mismas votaciones del domingo. El régimen castrista se ha convertido en un actor principal en la política venezolana y tenía mucho en juego en los comicios. La amenaza de Capriles de que si ganaba recortaría el suministro de unos US$4.000 millones en petróleo anuales al régimen, pendía como una espada sobre la economía tambaleante de La Habana, quien se aseguró de tener una considerable influencia en los resultados.
La conclusión es que los comicios del domingo nos revelaron muy poco de las verdaderas preferencias del electorado venezolano.
Los resultados oficiales concedieron la victoria a Maduro por un estrecho margen, discutido por Capriles, quien además exige el conteo del cien por cien de los votos ante supuestas irregulariddes en las urnas. Una victoria de Maduro era más probable no sólo por el voto de compasión para el difunto Chávez. Por más de una década, los chavistas han estado usando el poder estatal para hacer trampa, intimidar y gastar fuertemente para llegar primero a la meta. Se les prohibió a los analistas internacionales enviar misiones a Venezuela, y a Capriles le fue negado el acceso a casi todas las estaciones de radio y televisión durante la campaña. Un triunfo opositor hubiera sido inesperado.
El ‘factor Cuba’ pesó demasiado, tanto en el transcurso de la campaña presidencial como en las mismas votaciones del domingo. El régimen castrista se ha convertido en un actor principal en la política venezolana y tenía mucho en juego en los comicios. La amenaza de Capriles de que si ganaba recortaría el suministro de unos US$4.000 millones en petróleo anuales al régimen, pendía como una espada sobre la economía tambaleante de La Habana, quien se aseguró de tener una considerable influencia en los resultados.
La conclusión es que los comicios del domingo nos revelaron muy poco de las verdaderas preferencias del electorado venezolano.