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Ni nacional ni revolucionaria


Archivo - La policía en La Habana detiene a "'Omar", un cubano que cobra a los turistas por retratarse con él.
Archivo - La policía en La Habana detiene a "'Omar", un cubano que cobra a los turistas por retratarse con él.
La llamada Policía Nacional Revolucionaria (PNR) en todas sus dependencias y a lo largo del accionar que lleva adelante, mantiene un serio problema de identidad.

La policía como servicio público en todas partes y bajo cualquier sistema político o gobierno legítimos, encuentra su razón de ser en el servicio ciudadano. La policía existe o debe existir como premisa y garantía de seguridad, protección y servicio a la ciudadanía. Entonces, cuando la policía cumple con estos propósitos, no puede ser revolucionaria. Para resumir, digamos que si la policía es nacional no puede ser revolucionaria y si es revolucionaria, no puede ser nacional.

Dividir a los ciudadanos en función de su lealtad política en revolucionarios y no revolucionarios es una práctica abominable.

Al menos en la capital y quizás como demostración ostensible de niveles de rechazo al sistema y al gobierno militar que lo impone, son pocos los jóvenes que se hacen policías. Por esta razón, se les ha exportado desde el interior de la Isla y principalmente, desde la zona oriental.

Los policías llegados desde el extremo oriental destacados en la capital, se distinguen por su incultura, su falta de corrección, urbanidad, educación formal y en más casos de los que quisiera tener noticia, por su propensión a la lenidad, la corrupción y por prácticas que les envilecen tanto como personas, como en el ejercicio del oficio policíaco.

Como parte de un sistema de retribución universal que aunque tarda, siempre llega, es precisamente el Ministerio del Interior, una de las instituciones más representativas de esa hecatombe de 1959, que se insiste en llamar revolución, el que más rápidas y dramáticas señales de deterioro parece confrontar en la actualidad.

Las más visibles, son las que se evidencian en la llamada Policía ¿Nacional? Revolucionaria. Quizás se nota más porque son los que mantienen un contacto más estrecho con la población.

Los abusos contra la ciudadanía y las violaciones a la ley que representan, son ampliamente denunciados por integrantes de la sociedad civil, la oposición interna y por un diapasón ciudadano que crece ininterrumpidamente.

Desde la capital, el centro, el extremo oriental o el extremo occidental de la Isla, las denuncias sobre los excesos, abusos, brutalidades, discriminaciones y corrupciones en que incurre este cuerpo represivo, se deslizan en su descenso, al lugar común de la más flagrante impunidad. Esto se traduce en buen español, como la más patética indefensión ciudadana conocida en la historia republicana contemporánea cubana.

Si como describe el despacho noticioso desde Ciego de Ávila se despoja y se comete una arbitrariedad (otra más) contra un campesino que al menos hasta ese momento se sentía "revolucionario", si desde esa misma provincia conocemos como se amenaza a una mujer con privarla de la patria potestad de sus hijos (por fin, ¿era bola lo de la patria potestad?) a partir de situaciones materiales extremas y el abandono filial de un miembro del Ministerio del Interior, si en la capital conocemos de que se priva a un ciudadano con buena conducta de la libertad condicional bien ganada, por un litigio con otro miembro del mismo Ministerio del Interior y de su revolucionaria policía, ¿en qué sucursal del infierno vivimos?

Entonces, concluyamos que vivimos asediados –no protegidos- por una policía empeñada en ser revolucionaria y anti nacional. Porque como se dijo en el principio de este trabajo, si la policía es nacional no es revolucionaria y si es revolucionaria, no es nacional.

Publicado en Primavera Digital el 14 de febrero del 2013
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