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Drogas y reguetón en la noche habanera


La Habana nocturna vista desde el Hotel Sevilla
La Habana nocturna vista desde el Hotel Sevilla

Drogas, sicotrópicos y reguetón forman parten de la vida nocturna habanera. Cada cual consume según las posibilidades de su bolsillo.

Los de cartera amplia como Yosbel (nombre ficticio), músico reguetonero, recorren cada noche diferentes puntos clandestinos de venta en busca de cocaína.

Los precios se han disparado. Si hace un año el gramo de polvo costaba entre 45 y 50 pesos convertibles (cuc), en este invierno tropical, un gramo de ‘melca’ bien puede valer 80 o 100 cuc. Y no siempre se encuentra.

Yosbel suele tener buenos contactos. Pero la policía antidrogas no descansa. Medios oficiales cubanos acaban de informar que en 2012, los tribunales condenaron a 273 personas con penas de 6 a 10 años de privación de libertad, por delitos relacionados con las drogas. Un total de 3,045 kilogramos de sustancias estupefacientes fueron decomisados el año pasado. Según las autoridades, la mayoría era marihuana.

Si un tiempo atrás, en la intercesión de las calles Neptuno e Industria, en la parte vieja de la capital, no era difícil hacer un trato sigiloso en pleno día y adquirir un gramo de cocaína, ahora ya no es posible. Consumidores habituales rastrean el polvo como si en ello le fuese la vida. En La Habana se rumora que muchos de los vendedores de drogas trabajan para la ‘meta’ (policía).

Supuestamente, les permitiría vender a cambio de información que permita atrapar a pejes gordos. La ruta de la droga en Cuba es alimentada por los recalos de pacas de cocaína o marihuana colombiana que llega a las costas debido a accidentes marítimos o el acoso de guardacostas gringos o cubanos a traficantes internacionales.

Ésa es una vía. Pescadores o gente de la zona al chocar con un paca saben, por los altos precios de la cocaína, que tienen un botín en sus manos. Se corren riesgos. Si te atrapan en el trasiego de drogas las sanciones son elevadas.

De 20 a 30 años. Y si eres reincidente cadena perpetua. Pero las carencias materiales y la posibilidad de ganar sumas elevadas de dinero, empuja algunos a intentar colocar drogas en un mercado lucrativo como es el habanero.

También por los aeropuertos cada año la Aduana decomisa una buena cantidad de estupefacientes. Generalmente no vienen destinados al mercado cubano, aún minoritario y poco lucrativo, por el escaso poder adquisitivo y el número reducido de consumidores.

A falta de datos oficiales, se desconoce el real alcance del consumo de drogas en la isla. Aunque no es solo ‘un poco de marihuana’, como señalara el General Raúl Castro en la Cumbre del CELAC, el pasado mes de enero en Santiago de Chile.

Cuba está muy lejos de ser una plaza fuerte en el consumo de drogas duras. Pero existe un sector de intelectuales de calibre y personajes de éxito que son fans de la cocaína. Y la pagan al precio que sea.

Las juergas habaneras no siempre terminan cuando se apagan las luces de las discotecas de moda. Después de bailar reguetón desaforadamente, faranduleros consuetudinarios siguen de farra, tomando cerveza en un café a tiro de piedra del malecón, en las arenas de las playas del este o forman una espectacular orgía con drogas y lesbianas en su propia casa.

A estas personas los cubanos les llaman ‘hijos de papá’. Son jóvenes entre 17 y 35 años, con autos y abundante plata en sus billeteras. Tienen fama de halar más polvo que una aspiradora. Sus padres suelen ser funcionarios de alto rango.

Si el segmento que consume ‘melca’ es de lujo, el de los enajenados por los sicotrópicos y la marihuana es mayor. No es raro que un adolescente no haya probado una vez marihuana, pastillas de parkisonil o metilfenidato, conocido como metil, una anfetamina con propiedades similares a los efectos de la cocaína.

Los precios de sicotrópicos y marihuana varían según la calidad del producto, el lugar y el barrio. Una pastilla de parkisonil o metil te puede costar 30 pesos en un sitio nocturno donde cante algún ídolo reguetonero.

En los barrios del Vedado o Miramar la marihuana y sicotrópicos cuestan a veces el doble que en barriadas marginales de Mantilla o La Corea, en San Miguel del Padrón. Si en La Habana no hubiese una apreciable cantidad de personas enganchadas con las drogas y los sicotrópicos, no tuvieran razón de ser las clínicas para desintoxicarse ubicadas en varios municipios de la ciudad.

Tampoco la campaña propagandística emitida por la radio y televisión nacionales, censurando el flagelo de las drogas. Por supuesto, hay numerosos jóvenes que los fines de semana bailan reguetón sin siquiera tomar alcohol. Pero es cierto que el consumo de estupefaciente y pastillas va en aumento.

Si el fenómeno de las drogas no se conoce a fondo y en toda su dimensión, es por el síndrome del misterio con el cual la prensa estatal maneja ésa y otras noticias sobre la realidad de Cuba hoy. La Habana no es Medellín. Pero los gobernantes no se pueden jactar de que estamos libres de drogas.

Publicado en Diario Las Américas el 12 de febrero del 2013
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