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Pasión por Iris (I)


El autor recuerda una breve visita de la diosa griega a Cuba.

El gusto de la arquitectura cubana por el vitral de medio punto --arco en forma de semicírculo que sirve de remate a puertas y ventanas-- tiene fundamentos bíblicos. Se sabe que el primer arco iris fue la señal hecha por Dios al hombre para sellar el convenio de que jamás volvería a castigarlo con una calamidad semejante al diluvio. El vitral de medio punto da fe de un compromiso a la inversa: la promesa incumplida hecha por el pueblo cubano a Dios de no castigarse con una calamidad mayor que las que él mismo provoca.

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La Quinta San José, en La Habana, fue demolida tan pronto Lydia Cabrera y María Teresa de Rojas, su propietaria, abandonaron Cuba. A través de sus vitrales, los dioses afrocubanos admiraban la laboriosidad de ambas mujeres y se miraban los unos a los otros divertidos, disputándose aquellas mamparas translúcidas que cubrían de amarillo a Changó, de rojo a Ochún, y detrás de las cuales Yemayá bailaba desliendo su azul inefable en un remolino de contradicciones: el verde de Orula, el anaranjado de Ochosi, el morado de Oggún, el blanco de Obatalá.

La versión cinematográfica de “El Mago de Oz” muestra a la actriz y cantante Dorothy Gale interpretando el personaje de Judy Garland y entonando: En algún lugar sobre el arco iris / vuelan pájaros azules… Sobre los vitrales destruidos de la Quinta San José sólo revolotearon los buitres.

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Las estancias con vitrales de medio punto ofrecen la ilusión de estar al extremo de un arco iris. El tesoro suele ser, más que un cofre repleto de joyas o monedas de oro, un recuerdo de familia. Mientras más sencillo el recuerdo, más viva la irisación.

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La pluma no engaña: el colibrí sólo bebe agua de los vitrales.

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La pintura que cubría los rostros de los indígenas norteamericanos durante algunas ceremonias bélicas o religiosas respondía a una necesidad de emular a sus vecinos cubanos, que atravesaban el Estrecho de La Florida y arribaban al norte con el semblante veteado por la exposición constante a la naturaleza del trópico, donde flores y frutas arrojaban al aire sus colores y el habitante no podía impedir que se lo maquillaran; esos colores flotaban sobre la isla como el polen tras el paso de un enjambre de abejas. Resentida la flora, el vitral cubano prolonga la tradición.

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La luz que baja de los vitrales de medio punto enfrenta al piadoso con un ángel, y nunca es más viva que durante la Navidad. A no ser que una virgen se sitúe debajo de ella, cualquier día del año, y la mire a los ojos.

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Nada menos fortuito que un derrame de petróleo crudo en el mar. Los peces también aman los vitrales.

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La mujer que no se pinta las uñas sabe por qué no lo hace. El hombre perceptivo verá en los bordes de cada una de ellas un arco de medio punto, en sus lúnulas, otro, y en la materia córnea de que están hechos todos, un vidrio por colorear, revelador de expectativas insatisfechas.

El hábito de comerse las uñas es una patología común en quienes reprimen una debilidad por el vitral de medio punto. La prominencia de sus arcos superciliares también los delata.

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Las palomas frecuentan el atrio de las iglesias, anidan en sus aleros y sobrevuelan sus cúpulas porque sus vitrales las tornasolan. De alejarse de ellos, el fulgor de sus cuellos se extinguiría.

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Los cubanos presentes en la quema de Juana de Arco advirtieron que desde los pies de la joven hasta su apellido se alzaba un vitral de medio punto.

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La medusa opalescente que agoniza en la arena es el aborto de un vitral.

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La diosa Iris, dueña del arco que luce su nombre, personificación de ese arco, visitó Cuba y viendo tanta tormenta se apresuró a marcharse, mas no sin antes infundir en los moradores de la isla el amor al vitral de medio punto, a ver si con la profusión de éste, los muy discordes conocían la calma.
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    Orlando González Esteva

    Nació en Palma Soriano, Cuba. Reside en Estados Unidos desde 1965. Sus poemas, que al decir del escritor Octavio Paz hacen “estallar en pleno vuelo a todas las metáforas”, aparecen publicados en Mañas de la poesía, El pájaro tras la flecha, Escrito para borrar, Fosa común, La noche y los suyos y Casa de todos. Es también autor de los siguientes ensayos de imaginación: Elogio del garabato, Cuerpos en bandeja, Mi vida con los delfines, Amigo enigma, Los ojos de Adán y Animal que escribe. El arca de José Martí. González Esteva ha ofrecido lecturas de versos, charlas y talleres en Estados Unidos, España, Japón, Francia, México y Brasil, y ha desarrollado una intensa labor cultural en los medios literarios, artísticos y radiofónicos de Miami.

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